A la salida, Michelle esperaba a Miranda en la acera de su institución; su maletín colgaba al hombro; estaba erguido y con la mirada fija en la puerta principal; sus manos descansaban dentro de sus bolsillos; estaba cómodo ahi, le gustaba esperar a la castaña; verla salir de la institución con su cabello, suelto o parcialmente amarrado, ondeando al aire al tiempo que caminaba hacía él. Le fascinaba ver aquella sonrisa en su delicado y precioso rostro.Tan solo con el pensamiento de aquella sonrisa, comenzó dentro de él, un maratón de recuerdos; el dulce sonido de la voz de Miranda, aquella embriagante sensación del cuerpo de la castaña entre sus brazos, el olor de su perfume inundándolo y toda aquella atmósfera que lo hacía perderse entre los sentidos, permitiendo al alma ganar terreno.Una sonrisa se dibujó en su rostro, los recuerdos la dibujaron.Miranda salió de la universidad, llevaba un vestido azul, sin ningún tipo de adorno de otro color; no tenía mangas y se ajustaba espléndid
Pasos, pasos ligeros se escuchaban por el pasillo; debían ser de mujer, no solo por su ligereza, sino por su gracia. El sonido de los tacones chocando contra el suelo a un ritmo constante, retumbaba por el lugar gracias al entero silencio; cualquiera habría escuchado tal ruido, pero no había nadie, no había oídos para escuchar, ni pacíficas existencias que pertubar.La casa nunca había estado tan sola, siempre había alguien ahí; pero en aquella ocasión, ella, se había encargado de que todos se fueran, todos sin excepción. Por ello, el sonido de su caminar retumbaba por las paredes, podía escuchar el choque de sus zapatos contra el suelo y, además de ellos, escuchaba su propia voz interna. Sus pensamientos le hablaban y ella los escuchaba.Sus preocupaciones también se hacían presentes, pero lograba controlarlas; a pesar de lo relativamente nuevo que era todo aquello para ella, lograba evitar sentirse agobiada o atrapada. No podía estar distraída sí quería hacer bien lo que tenía en me
James y Thomas pasaban el tiempo en el campus; tenían algunas horas libres y querían aprovecharlas para descansar, ya habían estudiado, sufrido con cálculos y todo eso que viene de la mano con la universidad. No querían saber más del mundo académico; el semestre acababa de comenzar, pero sentían tanta presión y las clases les resultaban tan pesadas, que solo querían que el semestre llegara a su fin.— ¿A dónde fue Michael? —, preguntó Thomas, ya que, realmente, no lo sabía; el italiano no le había dicho nada.— A una de esas clases del profesor... ¿Joseph? —; James sabía a donde había ido su amigo, pero no recordaba la situación exacta —, el autor de los artículos que lee...— ¿Gardner? ¿Joseph Gardner? — ¡Si, él! Mike dijo que iría a una de sus clases; parece que no tiene suficiente con las que tenemos todos los días...— Es un aficionado.Ambos rieron.Dieron con su mesa habitual, aquella mesa larga y rectangular de madera; poseía dos bancas igual de largas, una a cada lado y, fren
"Robert"; ese era el nombre de un joven y brillante hombre, era nuevo en el aula de Joseph; y había ganado, con gran velocidad, la atención del profesor. Quizás era algo en sus participaciones o en su forma de hablar; pero Gardner se había maravillado con él.Robert, era alto, pelinegro, y bien parecido; no tenía un sueldo o algún ingreso, porque no necesitaba trabajar, el trabajo de sus padres y, por ende, la herencia que recibiría, le era suficiente para vivir bien y lleno de lujos. Era una imagen bastante atractiva para Joseph, aunque para Victoria no demasiado; entre los defectos de este hombre, se encontraba su nacionalidad, también era americano... ¿qué de extraordinario tenía? — Cómo les decía, es un joven brillante —, Miranda escuchaba sin prestar mucha atención; a diferencia de Victoria, ella sí que escuchaba con atención —; casi no participaba en mi clase, pero cuando lo hacía... ¡es brillante!— ¿Por qué nos hablas de ese joven, querido? —, preguntó su curiosa esposa.— Po
Preguntarse cosas a uno mismo es sencillo; escuchar las respuestas es lo complicado, porque usualmente no escuchamos. Somos atentos con todo el mundo, escuchamos y ayudamos a todos; analizamos cada palabra y buscamos la forma más adecuada de interpretarlas, planteamos soluciones y, a veces, hasta prestamos nuestro hombro para que el otro llore, ¿por qué no hacer lo mismo con nosotros mismos?Michelle, cómo todos, atravesaba por ciertas dificultades al intentar escuchar la respuesta; había repetido la pregunta miles de veces y, cada vez, en un orden distinto; pero no lograba comprender la respuesta que nacía en su interior. "¿Cómo amo?" Se preguntó nuevamente, pero no hubo respuesta; aquella voz que solía ser molesta, por decir todo lo que él no quería oír, simplemente no se hacía presente de ninguna manera. "¿Por qué? ¿Por qué no dices nada? ¿Qué hago mal?" Su mente, por fin, respondió con un sincero: "¿por qué no preguntas en voz alta?" Y tenía tanta razón; su mente no podía respond
El interés de Rose para con la vida de Miranda, no había ido más allá de la simple curiosidad superficial, esa que se termina en cuanto se ha escuchado la primer parte de un algo y los cabos se hubieron atado. Tal vez, que ese interés cesara, había sido benéfico; el trabajo de la mujer se mantendría a salvo; pero, quizás, no era lo mejor en aquel momento; Miranda necesitaba un hombro sobre el que apoyarse.Rita y Tina siempre habían sido una gran opción para desahogarse, hablar de todos sus problemas y dilemas emocionales; ellas siempre la ayudaban, le hacían ver el panorama con mayor claridad. Tal vez hablar con ellas era la mejor opción; ¿qué opinarían acerca de saltarse una cena, o de su actitud para con sus padres? Ya lo descubriría.El jardín de la casa de Rita era uno divino; su extension no era mucha, pero sí una considerable. El sendero de piedra, guiaba hasta una linda y redonda mesa de jardín, ésta poseía cinco sillas, todo el juego era color blanco. En el medio de aquella m
El diálogo interno era una de esas cosas importantes para James, veía su utilidad y lo bien que lo hacía sentir pues, a través de él, lograba comprender sus propias emociones, comenzaba a entender cómo controlarlas y convivir con ellas, sin lastimarse o lastimar a otros. Para él, había funcionado de la mejor manera, por desgracia; no para todos servía de la misma manera.En la mente de Michelle, aquel diálogo interno, había funcionado al menos al principio; pero después... después todo se había vuelto un caos; uno de esos que conienzan siendo pequeñísimos torbellinos, y terminan siendo enormes tornados. Una duda se había disipado de su mente, dejando otra atrás y, cuándo intento deshacerse de esa duda, una más apareció; ¿por qué? Él solo había buscado respuestas, no más preguntas que responder; aquello era una trampa o, al menos, él así lo veía.Michelle ahora sabía cómo amaba, sabía que, después de todo, era capaz de amar de cualquier manera; pero ahora la duda que rondaba por su men
El viento golpeaba su rostro con aquel toque helado que lo caracterizaba; era muy temprano y la mayoría de gente aún no salían de sus camas; por ello era el momento adecuado para correr y pensar. El frío suele hacer todo más complicado, pero al estar acostumbrado, todo es más sencillo.Después de algunos minutos, las piernas comenzaban a pesarle, sentía el cansancio creciendo dentro de sí; la boca se le secó y la fuerza comenzaba a abandonar su atlético cuerpo; debía parar a hidratarse, así que eso hizo, se detuvo y el viento ya no golpeaba su rostro, él también había parado. Y, entonces, su mente aprovechó para hablar, para llenarlo de pensamientos, dudas y respuestas revueltas.Comenzaban a agobiarle, bebió un gran trago de agua y volvió a correr, no quería seguir escuchando aquuellas ideas, sabía que lo perseguirían todo el día y, quizá, también la noche, pero no le interesaba, no en aquel momento. Solo quería correr libremente, pero incluso entonces, las cadenas del pensamiento lo