James y Thomas pasaban el tiempo en el campus; tenían algunas horas libres y querían aprovecharlas para descansar, ya habían estudiado, sufrido con cálculos y todo eso que viene de la mano con la universidad. No querían saber más del mundo académico; el semestre acababa de comenzar, pero sentían tanta presión y las clases les resultaban tan pesadas, que solo querían que el semestre llegara a su fin.— ¿A dónde fue Michael? —, preguntó Thomas, ya que, realmente, no lo sabía; el italiano no le había dicho nada.— A una de esas clases del profesor... ¿Joseph? —; James sabía a donde había ido su amigo, pero no recordaba la situación exacta —, el autor de los artículos que lee...— ¿Gardner? ¿Joseph Gardner? — ¡Si, él! Mike dijo que iría a una de sus clases; parece que no tiene suficiente con las que tenemos todos los días...— Es un aficionado.Ambos rieron.Dieron con su mesa habitual, aquella mesa larga y rectangular de madera; poseía dos bancas igual de largas, una a cada lado y, fren
"Robert"; ese era el nombre de un joven y brillante hombre, era nuevo en el aula de Joseph; y había ganado, con gran velocidad, la atención del profesor. Quizás era algo en sus participaciones o en su forma de hablar; pero Gardner se había maravillado con él.Robert, era alto, pelinegro, y bien parecido; no tenía un sueldo o algún ingreso, porque no necesitaba trabajar, el trabajo de sus padres y, por ende, la herencia que recibiría, le era suficiente para vivir bien y lleno de lujos. Era una imagen bastante atractiva para Joseph, aunque para Victoria no demasiado; entre los defectos de este hombre, se encontraba su nacionalidad, también era americano... ¿qué de extraordinario tenía? — Cómo les decía, es un joven brillante —, Miranda escuchaba sin prestar mucha atención; a diferencia de Victoria, ella sí que escuchaba con atención —; casi no participaba en mi clase, pero cuando lo hacía... ¡es brillante!— ¿Por qué nos hablas de ese joven, querido? —, preguntó su curiosa esposa.— Po
Preguntarse cosas a uno mismo es sencillo; escuchar las respuestas es lo complicado, porque usualmente no escuchamos. Somos atentos con todo el mundo, escuchamos y ayudamos a todos; analizamos cada palabra y buscamos la forma más adecuada de interpretarlas, planteamos soluciones y, a veces, hasta prestamos nuestro hombro para que el otro llore, ¿por qué no hacer lo mismo con nosotros mismos?Michelle, cómo todos, atravesaba por ciertas dificultades al intentar escuchar la respuesta; había repetido la pregunta miles de veces y, cada vez, en un orden distinto; pero no lograba comprender la respuesta que nacía en su interior. "¿Cómo amo?" Se preguntó nuevamente, pero no hubo respuesta; aquella voz que solía ser molesta, por decir todo lo que él no quería oír, simplemente no se hacía presente de ninguna manera. "¿Por qué? ¿Por qué no dices nada? ¿Qué hago mal?" Su mente, por fin, respondió con un sincero: "¿por qué no preguntas en voz alta?" Y tenía tanta razón; su mente no podía respond
El interés de Rose para con la vida de Miranda, no había ido más allá de la simple curiosidad superficial, esa que se termina en cuanto se ha escuchado la primer parte de un algo y los cabos se hubieron atado. Tal vez, que ese interés cesara, había sido benéfico; el trabajo de la mujer se mantendría a salvo; pero, quizás, no era lo mejor en aquel momento; Miranda necesitaba un hombro sobre el que apoyarse.Rita y Tina siempre habían sido una gran opción para desahogarse, hablar de todos sus problemas y dilemas emocionales; ellas siempre la ayudaban, le hacían ver el panorama con mayor claridad. Tal vez hablar con ellas era la mejor opción; ¿qué opinarían acerca de saltarse una cena, o de su actitud para con sus padres? Ya lo descubriría.El jardín de la casa de Rita era uno divino; su extension no era mucha, pero sí una considerable. El sendero de piedra, guiaba hasta una linda y redonda mesa de jardín, ésta poseía cinco sillas, todo el juego era color blanco. En el medio de aquella m
El diálogo interno era una de esas cosas importantes para James, veía su utilidad y lo bien que lo hacía sentir pues, a través de él, lograba comprender sus propias emociones, comenzaba a entender cómo controlarlas y convivir con ellas, sin lastimarse o lastimar a otros. Para él, había funcionado de la mejor manera, por desgracia; no para todos servía de la misma manera.En la mente de Michelle, aquel diálogo interno, había funcionado al menos al principio; pero después... después todo se había vuelto un caos; uno de esos que conienzan siendo pequeñísimos torbellinos, y terminan siendo enormes tornados. Una duda se había disipado de su mente, dejando otra atrás y, cuándo intento deshacerse de esa duda, una más apareció; ¿por qué? Él solo había buscado respuestas, no más preguntas que responder; aquello era una trampa o, al menos, él así lo veía.Michelle ahora sabía cómo amaba, sabía que, después de todo, era capaz de amar de cualquier manera; pero ahora la duda que rondaba por su men
El viento golpeaba su rostro con aquel toque helado que lo caracterizaba; era muy temprano y la mayoría de gente aún no salían de sus camas; por ello era el momento adecuado para correr y pensar. El frío suele hacer todo más complicado, pero al estar acostumbrado, todo es más sencillo.Después de algunos minutos, las piernas comenzaban a pesarle, sentía el cansancio creciendo dentro de sí; la boca se le secó y la fuerza comenzaba a abandonar su atlético cuerpo; debía parar a hidratarse, así que eso hizo, se detuvo y el viento ya no golpeaba su rostro, él también había parado. Y, entonces, su mente aprovechó para hablar, para llenarlo de pensamientos, dudas y respuestas revueltas.Comenzaban a agobiarle, bebió un gran trago de agua y volvió a correr, no quería seguir escuchando aquuellas ideas, sabía que lo perseguirían todo el día y, quizá, también la noche, pero no le interesaba, no en aquel momento. Solo quería correr libremente, pero incluso entonces, las cadenas del pensamiento lo
— ¿Puedes conocer a Michelle? —, preguntó Miranda con cierta inseguridad; sentía que tenía el derecho a pedir aquel pequeño acto, pero temía recibir otra negativa, después de todo, aún no cumplían un año, estaban a punto, pero aún no.Octubre pasaba rápido y diciembre no veía el momento de saltarse a noviembre; pronto sería enero y, por fin, Miranda y Michelle habrían cumplido un año de relación; su tiempo mínimo aceptable, se habría cumplido. Pero, mientras tanto, octubre les regalaría unas cuantas negativas y, tal vez, algunas frustraciones.— No, Miranda; ya lo hemos hablado.La dureza de Joseph y, ciertamente, la determinación no solo molestaba a la castaña, sino que incomodaba a su esposa; él había hecho una promesa tiempo atrás, había prometido ser algo más flexible y, hasta aquel momento, no lo había cumplido, ¿por qué? ¿Qué había detrás de una promesa rota, además de almas frágiles? Porque así es, un alma que decide romper promesas, no es un alma rígida o dura, sino una frágil
"Robert", Michelle no podía alejar aquel nombre de su mente, simplemente algo en aquel sujeto le generaba una intriga enorme; no sabia relativamente nada de él y, aquello, lo frustraba de cierta manera. Su curiosidad era fuerte, aunque él deseaba que no fuera así; sentía aquella ola de cuestionamientos derrumbar todos los muros de la razón, no querían hacerlo, pero era necesario romper para entrar."¿Quién era Robert y por qué era tan importante que Miranda lo conociera?" Aquel fue el primero en entrar a la mente del italiano, y cómo las puertas del ascensor, que son detenidas por sus ocupantes; las puertas de su mente se vieron detenidas y, pronto, inundadas de impacientes dudas y cuestionamientos. El camino estaba libre y él no lograba cambiar aquello."Robert… ¿qué tiene él que es tan impresionante?" Se preguntó; su mente tardó un momento en responder, buscaba la manera adecuada de hacerlo, sin interrumpir el flujo de pensamientos, eso sería terrible. "Tal vez conoce al gran: Josep