Karibische me invitó a su casa en Bluefields, nos fuimos en panga desde El Río Escondido, las olas que se formaban al final de la cuenca me marearon al punto de vomitar; llegamos a su casa. Su familia me atendió con amabilidad, habían preparado especialmente ron don para la cena, comimos hasta explotar, luego fuimos a caminar por las calles de Bluefields, una ciudad muy exótica para mi gusto. El clima húmedo y las pequeñas brisas que de pronto caían me provocaron cierta extrañeza también el bochorno era distinto al de Managua. Había escuchado que Bluefields era muy pobre, pero su riqueza de paisajes ganó más en mí un entusiasmo por su cultura que ese pensamiento.
Vi a niños con cubetas llenas de camarones vendiéndolas en las calles y a orillas de la Laguna de Perla. Recordé la vez que cociné pasta con camarones y me salió un ojo de la cara. Porq
Aturdido por la depresión, y por más que quisiera animarme a trabajar, había llegado a un punto de quiebre en donde ni Mathilde podía contentarme, ni la filosofía ni mi trabajo en el IHNCA. Colline me había mandado cartas por correo electrónico pero no tenía las fuerzas para responderle.Terminó el primer cuatrimestre y ningún avance en mi monografía, mucho menos Kunnian, ella también decidió entrar a un call center y dejó a un lado las clases. Me pareció una estupidez porque ella no tenía necesidad de entrar a un call center, sus padres la mantenían, supongo que era la manera de buscar su independencia. Yo me encontraba en un estado de crisis, había faltado al IHNCA y ya me habían enviado un memorándum donde me señalaban que iban a rescindir el contrato por mi falta de compromiso. Me propuse la terrible idea de terminar al igual q
Obtuve un préstamo para comprar un carro, mi vida se volcó al monótono trabajo diario, ya no era el mismo muchacho entusiasmado por la filosofía. Geoisie se fue a estudiar artes visuales a Cuba, Karibische regresó a Bluefields a ayudar en la empresa de su padre y yo volví con Colline y estábamos viviendo juntos. Había un disonancia entre nosotros que no sé cómo sobrevivía esa relación. Se graduó de sociología pero no le fue muy bien en la búsqueda de trabajo así que se unió a nosotros al trabajo de call centers. La vida era como un ascensor con todo y la bosa nova que se escucha cuando se abren las puertas y empieza a subir o bajar. Un asqueroso bochorno me sacudía en abril, había algo en mi sistema que para esas fechas expedía un fétido hedor de mis axilas, siempre era en abril. Me sucedía ese fenómeno, y adem&aacu
Como siempre, echados en los sillones, cada uno sumergido en la lectura y fumando hasta crear una espesa niebla en la habitación perfumada a casino, Amelia tenía como meta leerse todas las obras de Julio Verne, ya había leído Veinte mil leguas de viaje en un submarino, Viaje al centro de la tierra, y Cinco semanas en globo; Colline leía Los miserables; y yo leía Crimen y Castigo. Este era nuestro ritual, o podría decirse, nuestro club de lectura en la casa de la colonia Villa Tiscapa. Jamás vimos televisión o al menos que yo recuerde porque no teníamos un televisor. Al terminar de leer, cruzábamos las miradas y permanecíamos en silencio para escuchar el rugido de nuestros estómagos hambrientos, nos tirábamos una carcajada y planeábamos la cena, las bocanadas de h
Karibische estaba en Managua. Nos propuso ir a ver peleas de gallos por el puente La Morita, allá por Carretera a Masaya. Nos alistamos y fuimos a la tal pelea de gallos, llegamos y empezamos a buscar asiento entre las tablas que formaban un círculo y en el centro estaba la arena de pelea. Comenzó la primera pelea y uno de los furiosos entrenadores soltó —Dale hijueputa, dale—. El otro gallo que tenía una navaja entre las garras le cortó el cuello al otro y este quedó tendido en el suelo, sonó la campana y el árbitro dio por ganador al gallo que le cortó la garganta al otro. El pobre gallo seguía vivo y lanzaba chorros de sangre a la arena. Se acercó el entrenador y le dio una brutal patada gritando —¡Gallo hijueputa!—. Colline estaba estupefacta desde el principio. Dijo que cómo era posible que permitieran tal atrocidad y barbarie, le dije que se relajara pero a mí también me impresionó la reacción del entrenador con su gallo a darle una salvaje patada y todavía reclamarle por habe
El señor Geld nos prestaba dinero para pagar la renta de la casa, para esas fechas habitábamos en la colonia Villa Tiscapa, teníamos tan poco dinero en nuestros bolsillos que apenas y nos alcanzaba para la comida; lo único bueno era que la universidad nos quedaba caminando a unas cuantas cuadras, estudiábamos una carrera sin futuro, o eso era lo que nuestros padres decían. Argent era mi compañero de cuarto; su padre le puso ese nombre en honor a un amigo francés que falleció en la guerra. Nos conocimos desde pequeños en el Barrio diez de junio. En aquellos meses subió la renta y no ajustábamos para pagar, entonces recurrimos como dije, al señor Geld, el vecino de al lado. El señor Geld era un viejo poeta alemán que vino a Nicaragua entusiasmado por la revolución. Los años le pasaron encima y s
Pasaron dos semanas desde la última vez que fui al casino, las clases estaban un poco pesadas, en especial la materia de historia de la economía y lógica. El profesor de economía nos dejaba mucha lectura, y en clases debíamos debatir las diferentes posiciones. No estaba muy interesado en estas clases porque cursaba el seminario de filosofía latinoamericana y me tenía fascinado; la profesora era exigente, era una doctora en marxismo, contaba que en los ochenta para la época de la revolución se fue a Rusia a estudiar su maestría y doctorado en marxismo, y que al volver a Nicaragua en los noventa se encontró en la UNAN libros marxistas quemados en barriles. El gobierno de Doña Violeta Chamorro había comenzado y pasaron dieciséis años de neoliberalismo. Iniciábamos el segundo cuatrimestre con el seminari
Fuimos por un par de cervezas a La biblioteca. Un bar que quedaba a unas cuadras de la casa. Era de noche, en seguida pedimos que pusieran algo de Pablo Milanés; sonaba la trova y tomábamos. Invitamos a Karibische a tomar con nosotros. Mientras tomábamos discutimos sobre filosofía latinoamericana. En la plática surgió El nicaragüense de Pablo Antonio Cuadra; mencionamos algo sobre la discriminación del Caribe y la identidad nicaragüense. Karibische comentó acerca la independencia de la Mosquitia y cómo hasta el presente los derechos de las regiones autónomas han sido cercenados por todos los gobiernos desde la instauración del Estado Nación en Nicaragua. El tema se volvió una polémica porque Argent decía que era imposible una independencia total de las regiones autónomas. Que tal gobierno sería una anarquía y que los pueblos indígena
Pensaba en la originalidad de la filosofía latinoamericana, en las expresiones diversas de cada ser latinoamericano, me había empapado del tema y ya tenía planeado que mi monografía sería sobre el libro de Leopoldo Zea. Le propuse a Argent que trabajáramos la monografía pero dijo que se iba a dar un año sabático, entonces le propuse a Kunnian y aceptó. Para problematizarlo pensaba si existía una filosofía en Nicaragua; nuestro mayor representante es Serrano Caldera, los problemas de identidad parecían dilucidarse en una cultura de confrontación; una lucha eterna contra la invasión del imperialismo. A mi parecer no hay un sistema filosófico planteado pero si un rico y amplio pensamiento propio de nuestra identidad política como nicaragüenses. Entonces entraba en una negación con lo propuesto con Leopoldo Zea. Ahí mi problemática del tema.