Colline pasó por mí a eso de las nueve de la mañana para ir a León, llegamos temprano y fuimos a desayunar a la panadería Pan y paz; me entró una crisis luego de tomar el café. Tomé las manos de Colline y le dije que debíamos terminar, ella me observó, acarició mi mejilla y me limpió la lágrima que corría. “Te amo” dijo. Yo no sabía que responderle, no es que quisiera terminar con ella por el asunto de la cocaína, solo que no quería estar con nadie en ese momento y pensé que la mejor manera de hacerle saber eso era diciéndole que termináramos y luego vagar solo por las calles de León. Con la intención de pensar buenas razones para seguir viviendo. Así es la depresión, no se le encuentra sentido a nada, hay una aflicción que lo provoca todo, desde los pájaros que parten volando hasta el agua d
Recibí la mejor noticia de la semana, me aceptaron en el IHNCA, de cinco que aplicaron yo quedé seleccionado para la beca de investigación, pasé todo el día aguardando para darle la noticia a Colline, mientras apretaba los números en el celular recibí una llamada de mi mamá. Lo último que hice al escuchar sus palabras fue soltar el celular y escuchar el crujido al caer contra el suelo, mi papá había fallecido hacía unos minutos por un infarto al miocardio.Fue en la mañana, se levantó a tomar agua y le dio el infarto; no estaba preparado para esa noticia, de inmediato recogí el celular. Mi mamá aún estaba al teléfono “Leopoldo ¿estás ahí?” decía. “Sí, aquí estoy mamá” le respondí. Ahora no sabía cómo recibir el día, mi opción era alegrarme por ha
La semana después del fallecimiento de mi padre fui por primera vez a mi pasantía como asistente investigador en el IHNCA, para esa fecha ya me había quedado sin dinero y no tenía tiempo para ir al casino, el pago de los trescientos dólares sería hasta dentro de un mes y solo tenía asegurado los mil córdobas del estipendio por la beca. Así que luego de salir del IHNCA a las cinco de la tarde fui al casino Nicarao a jugar en las máquinas, jamás pensé que me iba suceder lo siguiente. Inserté un billete de veinte dólares y de inmediato lo perdí, ni siquiera un dólar gané, inserté otro billete y también lo perdí solo me quedaban otros veinte dólares, no podía jugar al azar, así que me retiré y me fui a mi casa con la derrota encima de los hombros.Me sentí un fracasado, el juego no me dominaba
Fui al Palm Casino a jugar en las máquinas tragamonedas, ingresé diez dólares y obtuve veinte, luego ingresé los veinte y obtuve cuarenta, tuve una buena racha. Con el dinero extra sobreviví el mes hasta que me pagaron los trescientos dólares de la pasantía como asistente de investigación en el IHNCA, llegaron las vacaciones y me propuse pasarla en la casa de mi madre para acompañarla en su duelo.Diciembre se fue rápido, llegó enero y volví al IHNCA y también inicié la redacción de la monografía: Análisis historiográfico de la filosofía latinoamericana en Nicaragua. Todo marchaba bien hasta que encontré a Mathilde en el Café El Molino. Estaba ahí, sentada, tomando café. No lo podía creer, en seguida me levanté y fui a saludarla. Estaba estupefacta al verme, me pidió que me sentara;
Karibische me invitó a su casa en Bluefields, nos fuimos en panga desde El Río Escondido, las olas que se formaban al final de la cuenca me marearon al punto de vomitar; llegamos a su casa. Su familia me atendió con amabilidad, habían preparado especialmente ron don para la cena, comimos hasta explotar, luego fuimos a caminar por las calles de Bluefields, una ciudad muy exótica para mi gusto. El clima húmedo y las pequeñas brisas que de pronto caían me provocaron cierta extrañeza también el bochorno era distinto al de Managua. Había escuchado que Bluefields era muy pobre, pero su riqueza de paisajes ganó más en mí un entusiasmo por su cultura que ese pensamiento.Vi a niños con cubetas llenas de camarones vendiéndolas en las calles y a orillas de la Laguna de Perla. Recordé la vez que cociné pasta con camarones y me salió un ojo de la cara. Porq
Aturdido por la depresión, y por más que quisiera animarme a trabajar, había llegado a un punto de quiebre en donde ni Mathilde podía contentarme, ni la filosofía ni mi trabajo en el IHNCA. Colline me había mandado cartas por correo electrónico pero no tenía las fuerzas para responderle.Terminó el primer cuatrimestre y ningún avance en mi monografía, mucho menos Kunnian, ella también decidió entrar a un call center y dejó a un lado las clases. Me pareció una estupidez porque ella no tenía necesidad de entrar a un call center, sus padres la mantenían, supongo que era la manera de buscar su independencia. Yo me encontraba en un estado de crisis, había faltado al IHNCA y ya me habían enviado un memorándum donde me señalaban que iban a rescindir el contrato por mi falta de compromiso. Me propuse la terrible idea de terminar al igual q
Obtuve un préstamo para comprar un carro, mi vida se volcó al monótono trabajo diario, ya no era el mismo muchacho entusiasmado por la filosofía. Geoisie se fue a estudiar artes visuales a Cuba, Karibische regresó a Bluefields a ayudar en la empresa de su padre y yo volví con Colline y estábamos viviendo juntos. Había un disonancia entre nosotros que no sé cómo sobrevivía esa relación. Se graduó de sociología pero no le fue muy bien en la búsqueda de trabajo así que se unió a nosotros al trabajo de call centers. La vida era como un ascensor con todo y la bosa nova que se escucha cuando se abren las puertas y empieza a subir o bajar. Un asqueroso bochorno me sacudía en abril, había algo en mi sistema que para esas fechas expedía un fétido hedor de mis axilas, siempre era en abril. Me sucedía ese fenómeno, y adem&aacu
Como siempre, echados en los sillones, cada uno sumergido en la lectura y fumando hasta crear una espesa niebla en la habitación perfumada a casino, Amelia tenía como meta leerse todas las obras de Julio Verne, ya había leído Veinte mil leguas de viaje en un submarino, Viaje al centro de la tierra, y Cinco semanas en globo; Colline leía Los miserables; y yo leía Crimen y Castigo. Este era nuestro ritual, o podría decirse, nuestro club de lectura en la casa de la colonia Villa Tiscapa. Jamás vimos televisión o al menos que yo recuerde porque no teníamos un televisor. Al terminar de leer, cruzábamos las miradas y permanecíamos en silencio para escuchar el rugido de nuestros estómagos hambrientos, nos tirábamos una carcajada y planeábamos la cena, las bocanadas de h
Karibische estaba en Managua. Nos propuso ir a ver peleas de gallos por el puente La Morita, allá por Carretera a Masaya. Nos alistamos y fuimos a la tal pelea de gallos, llegamos y empezamos a buscar asiento entre las tablas que formaban un círculo y en el centro estaba la arena de pelea. Comenzó la primera pelea y uno de los furiosos entrenadores soltó —Dale hijueputa, dale—. El otro gallo que tenía una navaja entre las garras le cortó el cuello al otro y este quedó tendido en el suelo, sonó la campana y el árbitro dio por ganador al gallo que le cortó la garganta al otro. El pobre gallo seguía vivo y lanzaba chorros de sangre a la arena. Se acercó el entrenador y le dio una brutal patada gritando —¡Gallo hijueputa!—. Colline estaba estupefacta desde el principio. Dijo que cómo era posible que permitieran tal atrocidad y barbarie, le dije que se relajara pero a mí también me impresionó la reacción del entrenador con su gallo a darle una salvaje patada y todavía reclamarle por habe