El psicólogo del hospital fue a visitar a Emma, ella y Alec habían tenido una sesión donde les hablaron de las etapas del duelo y de lo diferente que cada uno podía vivirlo, después de que el profesional se marchó, se quedaron hablando un rato sobre el tema.―Yo estoy en la etapa de la rabia, Emma, tengo mucha rabia, quiero que esa maldita mujer se pudra en la cárcel que sufra cada día de su vida en el infierno y me temo que como el proceso es largo no sentiré que se ha hecho justicia en mucho tiempo.―Pero ya está en la cárcel, aunque el juicio se demore bastante ya está pagando por lo que nos hizo.―No es suficiente.―Lo sé, pero nada devolverá la vida a nuestros bebes.―Prométeme que, si alguna vez pago mi rabia contigo o con las niñas, te enfrentarás a mí ―pidió Alec ante lo que les había dicho el psicólogo acerca de esa etapa.―Lo haré, siempre que, tú me prometas que cuando yo llegué allí harás lo mismo.―Lo prometo. Emma fue dada de alta dos días después, a pesar de que habían
La visita marcó el inicio de una nueva etapa en el duelo de Emma, la rabia dio paso a la etapa de la negociación. Le prometió a Dios que sería una buena persona, que asistiría a la iglesia todos los domingos con la esperanza de ver a sus hijos en el cielo. Su mente se llenó de distintos escenarios donde se preguntaba que hubiera ocurrido si Alec se hubiese marchado primero al yate o si hubiese ido los dos, incluso con una comitiva para despedirlos. Se llenó de ojalá en la que siempre llegaba a la misma conclusión: Sus hijos estaban muertos y nada iba a cambiar ese hecho. Y llegó la depresión. Alec veía a su esposa languidecer en su habitación, no había forma de que saliera, solo se sentaba en su cama a ver pasar el día. Él había contratado un CEO para sus hoteles, quería darse el tiempo de cuidar a su familia y reponerse de la pérdida. Hizo todo lo que pudo para ayudarla a recuperarse. La invitaba a dar paseos por la playa. A cenar bajo la luz de luna, intentó que se involucrara en
La primera sesión del juicio estaba pautada para ese día, el fiscal les pidió a los Christakos que comparecieran juntos a la audiencia, para que el jurado los viera, de esa forma podrían visualizar mejor a las personas contra las que París había intentado. Esa mañana cuando estaban vistiendo a Emma se le cayó un frasco de crema y soltó una maldición, algo muy extraño en ella, Alec entendió que estaba muy nerviosa por la audiencia, se acercó a ella, la tomó de las manos y la llevó a la cama donde se sentaron frente a frente.―Sí no te sientes preparada para ir, no vayas, amor, yo te excusaré con el fiscal ―propuso Alec con suavidad.―Tarde o temprano tendré que ir, voy a declarar, necesito justicia para nuestros bebés, prefiero hacerlo hoy y salir de eso.―Está bien, amor, recuerda que estoy contigo y que ella ya no tiene el poder de hacerte daño, no la mires cuando la lleven a la sala.―Al contrario, la miraré para que se dé cuenta de que estoy dispuesta a hundirla, que perdió y que y
En fiscal se levantó y se acercó al jurado para mirarlos a los ojos, era hora de comenzar con el alegato de la acusación. Hizo un silencio para crear expectación antes de comenzar a hablar:―Imagínense ser una joven recién casada, enamorada de su esposo, embarazada de gemelos y ser secuestrada el día de su boda, por una mujer que la golpea, la amenaza con hacer daño al resto de su familia. La obliga a tragarse unas pastillas para abortar a sus hijos y la abandona en una isla desierta para que muera. Eso fue exactamente lo que le hizo París Papadopoulouel a Emma Christakos. Gracias a la intervención de su familia y de los cuerpos de seguridad del estado, la señora Christakos fue rescatada con vida, pero no antes de perder a sus bebés. La vida de esta joven mujer pasó de la felicidad de una novia a la desesperación de una madre que siente a sus hijos morir en su vientre. El motivo de la acusada para cometer esta atrocidad es dañar a la familia Christakos, ¿La razón? París toda su vida e
A la mañana siguiente el juicio continuó y el abogado defensor de París llamó a Emma a declarar. Por segundo día consecutivo ella presentó el juramento de decir la verdad y se sentó en el banco de los testigos. Se juró que esa vez no miraría a París ni una sola vez, no le daría el gusto de que viera más de su dolor, así que en ningún momento giró la cabeza hacia los acusados, su mirada se ancló en la de Alec hasta que el abogado habló, entonces quitó los ojos de Alec para posarlos en el abogado. «Es despreciable» pensó al mirar al arrogante hombre.―Señora Gardener. ¿Usted en la sesión de ayer...―Christakos, señor abogado, mi apellido es Christakos, como bien consta en mis documentos de identidad ―aclaró Emma con calma para molestia del abogado.―Señora Christakos. Usted en la sesión de ayer declaró que Alec Christakos le había reclamado por acosar a mi cliente en un baño y que eso había sido una mentira inventada por ella. ¿Cómo puede probar que eso fue una mentira?―Objeción, la pr
París estaba ansiosa por que llegara el informe del psiquiatra, estaba harta de estar en esa ratonera, y quería marcharse al hospital psiquiátrico de Apolo, el primo de su padre. El maldito juez no le dio libertad bajo fianza y los meses que había tenido que esperar por el juicio en la penitenciaría la estaban volviendo loca. Unos días antes de que el juicio comenzara se regó la voz entre las reclusas del porque París estaba en la cárcel en espera de juicio, se decidió que recibiría una golpiza escogieron entre todas la que la golpearía.―Eres una m@ldita, quitarles la vida a unos inocentes bebés es el peor crimen que he visto y pagarás por eso, perra ―dijo antes de lanzarse un golpe directo a su pómulo.París cayó sobre su trasero, no tuvo ni tiempo de levantarse por sí mismo cuando alguien la agarró por el pelo y los golpes cayeron sobre ella. El incidente no llegó a mayores por que los guardias intervinieron, a la otra reclusa la aislaron quince días, pero aún la miraba con odio de
A medida que la fecha de parto de Samantha se acercaba la tristeza se acrecentaba en Emma y no era que no deseara con todo su corazón que todo fuera perfecto en el nacimiento del pequeño Aristo. Era que sentía su propio nido vacío, sus pequeñas tenían seis años y medio, y eran muy independientes. Hacía dos años de que Alec había regresado a sus vidas y él era tan partidario como ella de que sus hijas crecieran con la libertad con la que él y Aristo habían gozado antes de que su madre se llevara a su gemelo.Las cuatro gemelas iban y venían solas de la escuela, las perras las acompañaban y a la hora de la salida estaban en la puerta esperándolas, todos en el pueblo conocían a las niñas y a sus guardianas. Después de comer, hacían las tareas en la mesa de la terraza y se pasaban el resto de la tarde jugando por la isla protegidas por sus perras. Emma estaba segura de que mudarse allí fue una de las mejores decisiones que tomó en su vida, a pesar de su secuestro, sus hijas crecían segura
La llegada del nuevo bebé trajo alegría a la casa, todo giraba en torno a Ari como llamaban las gemelas a su hermanito. Demetrio estaba loco de alegría su primer nieto varón y quizás el único porque Sam había proclamado que el pequeño Aristo sería su último bebé, que con tres era suficiente y Emma no sabría si en un futuro saldría embarazada de nuevo. Había pasado un tiempo prudencial desde la perdida y ya podía volver a intentarlo, sin embargo, cuando Alec le habló de la posibilidad, ella se negó ―Es muy pronto aún, Alec, el que tenga otro hijo no quitará el dolor que siento por la pérdida de mis bebés. En realidad, tenía miedo y se sentía culpable, la vez anterior cuando quedó embarazada había renegado de tener otro hijo de Alec y después al enterarse de que eran gemelos, había renegado el doble. En un principio no quiso a sus hijos, quizás sus malos sentimientos ocasionaron que se diera el escenario perfecto para que ellos murieran, quizás Dios, el destino o alguna ley universal l