Gabe y su helado

Furia helada acompañaba cada una de las palabras de su esposo, y lo amó por ello. Tenía razón, y aunque luchaba por aceptar que nada de lo que dijo Alec en aquella cena era verdad, lo cierto es que esa espinita vivía clavada en su corazón.

—Puedo vivir lejos que sabemos que te trasportas en segundos.

—Eres mi esposa, tú lugar está a mí lado.

—No soy como tú, solo soy una humana vinculada. No soy una guerrera, tampoco una erudita como Gabe. Soy sencillamente, un adorno.

Korvoz estaba furioso, pero su voz nunca subió de tono. Porque no quería que ella sintiese esa violencia que lo carcomía. Nunca imaginó cuan salvaje sería, una vez que encontrara a su compañera.

—Eres mi esposa, te amo y te valoro por ser quién eres. Si quieres dedicarte a pintar y vestir nuestro hogar con tus obras, lo amaré, si quieres pasar el día con mi madre en sus loquísimos clubes de cocina, lo amaré, si quieres convertirte en una guerrera e ir conmigo al campo de batalla, lo amaré. Lo único que no per
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