Cambiantes

Cuando abrió los ojos se encontró en una habitación que no conocía, vistiendo ropas varoniles, pero muy cómodas. Estaba por preguntar lo que había sucedido cuando Gabe entró a la habitación, llevando una bandeja con comida y algunas bebidas.

—La ropa es tuya.

—Correcto, Morgana me ha hecho el favor de cambiarte, ella se encargó de sanarte, y en teoría, solo necesitas descanso.

—Gracias, me gusta tu ropa, me robaré algunas de tus camisetas para usarlas para dormir.

—Mis cosas son tuyas, toma lo que quieras.

Gabe la sujetó con delicadeza, rozando el pulgar sobre la mejilla de su compañera, quien ante su delicada caricia, cerró los ojos.

—Ronroneas como un gatito.

—Me gusta sentirte cerca. Es como pasar de tener frio en el corazón, a sentirlo cálido. ¿Puedo salir de la cama?

—Durante un par de días no, salvo para ir al baño. Lo que te hizo Morgana fue muy desgastante, podrías marearte de pronto.

—¿Esta es tu habitación?

—Nuestra habitación, por órdenes del médico debes quedarte en cama y
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