Y no tendría piedad, la mataría de ser necesario.

Christie pensó que nada iba a suceder, pero estaba equivocada, muy equivocada.

—Nombra a un rey.

—Bael

—Nombra a un duque.

—Agares.

—Nombra a un príncipe.

—Vassago.

—Nombra a un marqués.

—Samigina.

—Nombra a un presidente.

—Marbas.

Christie se sintió asustada, no entendía de dónde había salido aquella información y para su sorpresa, una bastante escalofriante, el vendedor se levantó los lentes. Sus ojos eran blancos y parecía capaz de ver, incluso sonrió ante su mirada de miedo.

—Mis ojos ven más que lo que todos ven. Confía en quien sientas que te da confianza, si alguien te hace sentir insegura, huye. El conocimiento está ahí, pero no será hasta que te reúnas con las otras cuatro, que sentirás el poder.

El vendedor se puso a reír cosa que la hizo sentir como en medio de una de esas películas de terror de bajo presupuesto. Luego, le dio un café bien cargado, —cortesía de la casa —a modo de despedida y siguió empujando su carrito.

No bebería ese café, ni de coña.

De
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