Edric se sentía como una presencia completa, no podía creer que del todo, no hubiese sentido que andaba por ahí. Entró a ver a su compañera y sonrió con paz, no importaba si se acostumbraba o no a tener a esa otra mitad, dentro de su cabeza, tenerlo garantizaba que ella estaría segura y era lo único que importaba.

El rostro de su mujer, de su Blaire mostraba paz y serenidad y en aquel momento eso era más valioso que cualquiera de sus posesiones. Al mirar como empezaba a moverse, se sentó a su lado. Ella era la luz de su corazón.

—Hola, pequeña.

—Me siento revitalizada, más fuerte y sé que vas a culparte, pero no lo hagas.

—Fuiste herida por esa loca, me preocupé y lo seguiré haciendo, pero demonios, estoy realmente orgulloso.

Blaire se le quedó mirando y sonrió al notar un brillo distinto en su compañero.

—No solo tu energía es distinta, sino que tus ojos han cambiado.

Blaire se puso de pie, salir al balcón parecía una buena idea, no le gustaba estar quieta y sin moverse.

—Eres más p