Un rato después mientras caminaban por una playa, sospechosamente desierta, Blaire miraba a Alexander con amor, pero también de forma incómoda, necesitaba pedirle algo y aquello la tenía tensa.

—¿A Amelia y su esposo, puedo visitarlos?

— ¿Para qué?

—Quiero ver qué tan mal la están pasando, ¿soy una mala persona por querer ver cómo sufren?

—Ratoncilla de mi corazón, después de todo lo que te hicieron es comprensible.

—Entonces no está mal en mí, que abrace esas sensaciones y quiera disfrutar de mirarlos.

—Para nada, mi amor.

Así que, en teoría, pensaba ella mientras el agua acariciaba sus pies, nadie podría lastimarla.

—Te equivocas, mi ratoncilla.

— ¿Hablé en voz alta?

—Me has enviado tus pensamientos.

—Sin siquiera saberlo.

—Debes aprender a dominar tu mente para que no compartas lo que no quieras.

—De acuerdo, puedo pedirle a Khorne que trabajemos en eso.

—En cuanto a no ser herida, hay una sutil diferencia, ratoncilla. Tus emociones no van a desaparecer, ya sea dolor, o amor. Pue