Capítulo7
Justo en ese momento, alguien pasó por mi espalda y, sin ápice de esfuerzo, le dio una patada al borracho que me estaba molestando, mandándolo a volar.

Por instinto, me giré...

Y vi a alguien nunca esperaría haber visto en esa situación: Diego.

—¿Con cuál mano la tocaste? —preguntó, con voz baja y peligrosa—. ¿O usaste las dos?

Diego entrecerró los ojos, observaba al tipo como si ya estuviera muerto.

Con un movimiento rápido, su zapato aplastó la mano del borracho, arrancándole un grito de dolor.

Entre súplicas, gritos y disculpas del hombre, Diego dijo, sin inmutarse:

—¿Qué esperas? ¡Lárgate ya!

Siempre había visto a Diego como un caballero, tranquilo, educado... Nunca había presenciado esa parte de él, con esa cara tan oscura, esa rabia contenida. Era la primera vez que observaba esa faceta suya.

Cuando el tipo por fin se fue, Diego me pellizcó suavemente la mejilla:

—Menos mal que llegué a tiempo... Si no, mi prometida hubiera terminado en graves líos.

¿Prometida...?

Esa palabra sal
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