Hermana de Mentira
Hermana de Mentira
Por: 橙橙
Capítulo1
—¡Solo es un matrimonio por un año! En cuanto nazca el bebé, me separo de ella y ya está.

—No seas exagerada. Mi mamá dice que lo mejor es que tengamos un hijo primero y que luego firmemos el acta. Hacemos la boda y después el papeleo, ¿cuál es el problema?

Acepté sin decir nada, sin mostrar la menor emoción.

Borré todas las fotos y publicaciones que tenía con Marco, y subí una nueva:

«Estoy que subo al altar ¿Quién se casa conmigo? Me falta el novio.»

Marco fue el primero en responder:

«¿Eva, se te cruzaron los cables? Acabo de casarme con ella, ¿y ya estás haciendo tanto drama? ¿De verdad crees que con un post vas a darme celos? Ridícula. No te lo voy a repetir: deja de buscar problemas, y no te metas con Celia.»

Celia no tardó en responder:

«Hermana, Marco solo quiere que mi bebé nazca sin que la gente hable. No te preocupes, no pienso quitártelo. Cuando ustedes se casen, mi hijo también podrá decirte “mamá”.»

Incluso, mi mamá me mandó un mensaje:

«¡Qué desagradecida! Celia lo está haciendo por ti. Tú, sin pasar por un embarazo, ya vas a tener un hijo. ¿Y todavía te quejas?»

Y, por supuesto, no faltaron los comentarios de los amigos de Marco:

«Ustedes son hermanas. Sin importar con quién se case Marco, siguen siendo familia. No exageres. Que vea a Celia los lunes, miércoles y viernes... y a ti los martes, jueves y sábados. Problema resuelto.»

Risas. Burlas. Todos actuaban como si no pasara nada.

Yo me quedé en shock.

Sentí un nudo en la garganta, y, poco a poco, los ojos se me llenaron de lágrimas, que no pude contener. Cayeron, una a una, resbalando por mis mejillas y mojando la pantalla del celular.

¡Ellos son los que están mal!

¡Cómo podían ser tan desalmados! Con tanto descaro, al final la loca, la mala... terminé ser yo.

¡Qué absurdo!

Me limpié los ojos con fuerza, decidida a no dejarme romper. Gente así no merece ni una sola de mis lágrimas. Sin embargo, entre tantos comentarios ridículos, hubo uno que me llamó especialmente la atención.

Era de Diego:

«¿Puedo ser yo tu nuevo novio?»

Diego y yo crecimos juntos. Pero, después de la universidad, él se marchó a estudiar al extranjero, mientras yo me quedaba en Brisalia.

Cuando empecé a salir con Marco, él se alejó, como si no quisiera incomodar. Desde entonces... no habíamos vuelto a hablar.

Mientras pensaba en eso, su nombre apareció en la pantalla. Me estaba llamando.

—Eva, me gustas desde hace mucho tiempo —dijo, en cuanto contesté.

Su voz sonaba seria, pero había una ternura que me hizo tragar saliva.

—Tú sabes que nunca soporté a tu hermana adoptiva. Así que, por ese lado, quédate tranquila. Jamás tendría algo con ella. No tengo amigos idiotas, ni exnovias, ni escándalos… nada por el estilo. Estos años me los he pasado trabajando, creciendo. Todo lo que tengo hoy, lo hice solo. Escogí el camino correcto.

Y entonces… mientras hablaba, me llegó un archivo a mi correo.

Era... ¡un contrato!

No, no solo un contrato… ¡Era la cesión total de sus bienes y acciones!

Estupefacta, lo abrí, mientras su voz volvía a resonar al otro lado de la línea, esta vez temblorosa:

—Eva, esto es todo lo que tengo. Es mi manera de decirte que voy en serio. ¿Me darías una oportunidad?

Sentí un nudo en la garganta. Y de pronto… ¡lo recordé!

Cuando éramos niños, la maestra le había regalado a Diego dos de sus caramelos favoritos. Él los había mirado, dudando por un segundo, antes de dármelos a mí, sin pensarlo. Aunque sé que se moría por comerlos, había preferido regalármelos.

Siempre había sido así: sincero, generoso, lleno de pequeños gestos que dicen más que mil palabras.

—Sí... sí quiero —logré balbucear, luego de un momento, con la voz temblorosa.

Siempre he intentado aferrarme al amor, ese que a veces parece tan inalcanzable, escurridizo…, y lo único que he logrado es terminar hecha pedazos.

Por un tiempo, pensé que sola también podía estar bien. Pero mi abuela, justo antes de morir, me confesó que tenía un deseo: verme casada; ver que alguien estaría para mí; que no me quedaría sola en este mundo.

Marco nunca se mereció mi cariño. Pero, si el pretendiente fuera Diego…, sé que ella se sentiría tranquila; que sonreiría desde donde estuviera.

—Entonces me encargo de todo y en dos semanas vuelvo para casarme contigo —dijo Diego, con la voz llena de ilusión—. Eva, ¿me vas a esperar? No te vas a arrepentir, ¿verdad?

Su tono tenía esa dulzura infantil que me transportó directo al pasado... A ese tiempo en que, siendo niños, le prometí que un día sería su novia, por lo que no pude evitar que una sonrisa curvara mis labios, antes de responder, bajito:

—Sí, Diego. Te lo prometo.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP