Justo después de colgar, mientras aún sentía el corazón agitado por lo que acababa de pasar, mi mamá entró en mi cuarto sin siquiera tocar la puerta.—¿Dónde está el collar de zafiro que tu padre te dejó antes de morir?Sin embargo, yo no respondí. Y la tensión se instaló entre nosotras, cuando su rostro se enturbió, claramente molesta. —¿Qué tipo de actitud es esa? ¡Tu hermana solo quiere tenerlo y usarlo un par de días porque le parece bonito! No seas egoísta, dáselo y ya.En ese momento, Celia, mi hermana adoptiva, apareció tras ella y se colgó de su brazo, bajando la mirada con ese aire de víctima que tan bien le salía:—Déjalo, mamá. Es obvio que nunca me ha considerado una hermana de verdad. Si no quiere, no la voy a obligar.—¡¿Cómo que no te reconoce como hermana?! —saltó mamá, indignada—. Ese collar era de mi esposo, también tu padre. Y hoy yo decido que será para ti. Sin darme tiempo a reaccionar, mamá abrazó a Celia, dedicándome una mirada severa.—Y si no me lo d
Después de consolar a Celia, la mirada de Marco cayó sobre mí, cargada de inquietud.—Sé que te molesta que me haya casado y tenga un hijo con ella sin habértelo dicho antes —dijo, con un tono casi condescendiente—. Puedes desahogarte conmigo, después de todo, no te avisé con tiempo. Pero no puedes hacerle daño a Celia. Ya la situación no es la mejor, no es necesario que la hagas sentir peor. Sus palabras me golpearon como una bofetada. —Solo me pidió una oportunidad para ser madre, ¿qué tiene de malo? —continuó—. ¿Por qué tiene que aguantar tus berrinches? —Hizo una pausa y me señaló con el dedo, visiblemente molesto—. Le pedirás perdón ahora mismo. Intenté controlar el temblor en mi cuerpo, y, con la voz rasposa, le respondí:—¿Qué es exactamente lo que hice mal? Marco me miró a los ojos, que estaban rojos de tanto llorar, y se quedó en silencio por un momento.—Olvídalo, Marco —dijo Celia—. Aunque casi ruedo por el balcón..., no le guardo rencor a mi hermana, y no necesito
Colgué la llamada.Tal vez mis palabras le dolieron más de lo que imaginé, porque después de eso, Marco no paró de llamarme. Una y otra vez, sin descanso. Antes de llenarme de mensajes, al ver que no le respondía. No respondí ninguno.En diez días me casaría con Diego. Todos ellos quedarían atrás, formando parte del pasado.Durante esos últimos días de soltera, solo quería mantener la calma. Solo quería pasar lo que quedaba sin más conflictos, ni lágrimas.Pero no imaginé que Celia sería capaz de ir más allá, al romper la urna con las cenizas de mi papá, esparciéndolas por el suelo. Y, como si eso no fuera suficiente, dejó que su gato orinara encima. Luego, se giró hacia mí, sin el más mínimo atisbo de culpa, y sonrió como si todo fuera una maldita broma. —¡Mira, hermana! —exclamó con tono burlón—. ¡Las cenizas también sirven de arena para mi gato!En ese instante, todo el dolor y la rabia que había tragado durante tanto tiempo estallaron de golpe.Sin pensarlo, agarré el b
Celia se arrodilló enseguida y empezó a explicar entre sollozos:—Mamá, lo siento, no fue mi intención... Perdóname, mamá. Si Eva no me perdona, ¡mejor me muero!Celia lloraba desconsolada.—Celia, deja de hacerte la víctima... —comencé a decir. Pero, antes de que terminara la frase… ¡Plaf!Mi madre me abofeteó, dejándome paralizada. —¡Ya basta! —Su voz retumbó en la sala—. ¡Tu padre ya no está! ¿De verdad las cenizas son más importantes que una persona viva? Si sigues molestando a Celia, tendrás que irte de esta casa. Esa cachetada no solo me dolió físicamente, sino que, además, borró el último vestigio de cariño que sentía por ella.Y eso era lo mejor. ¡Ahora podía irme sin que nada me atara!Sin siquiera regalarle una última mirada, —seguía paralizada en el mismo lugar—, me limpié la sangre del labio y subí las escaleras.Si para mamá yo era un estorbo..., y Celia ya había ocupado mi habitación, entonces, ¿qué sentido tenía seguir en esa casa? Era mejor que me fuera.
No pude evitar reírme ¿en serio eran tan descarados?—¿Pedirle disculpas? ¡Sigue soñando, iluso!Justo en ese momento llegó el taxi que había pedido.Sin mediar más palabra, cerré la puerta de golpe y me fui, sin mirar atrás.Los días que pasé en el hotel, sin gente tóxica ni dramas, fueron los más tranquilos que tuve en mucho tiempo.Hasta que mi madre me mandó un mensaje.[Eva, hoy es mi cumpleaños, pásate un rato al menos. La verdad es que no quería que vinieras, pero Celia insistió. Cuando la veas, dale las gracias.]Claro que no había olvidado su cumpleaños. Pero yo ya no era esa hija que, una semana antes, se desvivía por organizar todo, elegir el lugar, comprar regalos y asegurarme de que mamá tuviera la fiesta perfecta.Por supuesto, no pensaba ir. Ese lugar ya no era mi hogar. Y ella, tampoco era ya mi madre.Alrededor del mediodía, cuando estaba comiendo tranquilamente, llegó otro mensaje suyo. Se ve que no soportó no verme aparecer.[¿Por qué no has llegado todavía? Marco ya
Justo en ese momento, alguien pasó por mi espalda y, sin ápice de esfuerzo, le dio una patada al borracho que me estaba molestando, mandándolo a volar.Por instinto, me giré...Y vi a alguien nunca esperaría haber visto en esa situación: Diego.—¿Con cuál mano la tocaste? —preguntó, con voz baja y peligrosa—. ¿O usaste las dos?Diego entrecerró los ojos, observaba al tipo como si ya estuviera muerto.Con un movimiento rápido, su zapato aplastó la mano del borracho, arrancándole un grito de dolor.Entre súplicas, gritos y disculpas del hombre, Diego dijo, sin inmutarse:—¿Qué esperas? ¡Lárgate ya!Siempre había visto a Diego como un caballero, tranquilo, educado... Nunca había presenciado esa parte de él, con esa cara tan oscura, esa rabia contenida. Era la primera vez que observaba esa faceta suya.Cuando el tipo por fin se fue, Diego me pellizcó suavemente la mejilla:—Menos mal que llegué a tiempo... Si no, mi prometida hubiera terminado en graves líos.¿Prometida...?Esa palabra sal
Al salir del bar, Diego, Elsa y yo nos quedamos un rato charlando en la puerta.Elsa, algo mareada, insistió en devolverse sola en un taxi.Decía que no quería interrumpir nuestro momento romántico.Pero, con el alcohol encima y tan tarde, ¿cómo iba a dejarla sola?Así que decidimos acompañarla hasta su casa primero.Una vez que Elsa se fue, el auto había quedado solo para Diego y para mí.El ambiente se tornó pesado, cargado de tensión... esa que hace que el aire se sienta más caliente.Yo ya tenía la cabeza medio nublada por el alcohol, y con él tan cerca, todo me daba vueltas.Se fue acercando poco a poco, centímetro a centímetro.Me mordía el labio, sin saber qué hacer ni a dónde mirar.—Eva... mi querida...Su aliento cálido me envolvía. Sus labios, suaves, rozaron la comisura de los míos.No fue un beso apresurado, sino uno lleno de cariño, de cuidado... cuidadoso de no romperme.Me puse tan nerviosa que las manos me sudaban.Mi corazón latía a mil, desbocado, como un conejito as
Se le puso la cara blanca. Era como si le hubieran dado una puñalada en la espalda. Incluso se encorvó del golpe, como si todo su mundo se viniera abajo.—¿Cómo puede ser? No... ¡esto no puede estar pasando! ¡Tú no serías capaz de dejarme! ¡Me estás mintiendo! ¡No te creo!Empezó a gritar, en estado de locura y descontrol .Los guardias de seguridad del hotel al notar el escándalo se acercaron y lo inmovilizaron. Lo dejaron tirado en el suelo, hecho un desastre.En lo que a mí respecta, no sentí ni una pizca de compasión.Después de todo, entre él y yo... ya no quedaba absolutamente nada.Más tarde, Elsa me contó que Marco había denunciado a Celia por fraude y apropiación indebida de sus bienes.Y, aunque Celia se había arrodillado suplicándole que la perdonara por el bien del bebé, él no mostró ni un indicio de compasión.Desesperada, Celia fue a rogarle a mi madre que la ayudara. No quería ir a prisión.Pero después de la denuncia de Marco y al ver con claridad quién era realmente es