Capítulo4
Colgué la llamada.

Tal vez mis palabras le dolieron más de lo que imaginé, porque después de eso, Marco no paró de llamarme. Una y otra vez, sin descanso. Antes de llenarme de mensajes, al ver que no le respondía.

No respondí ninguno.

En diez días me casaría con Diego. Todos ellos quedarían atrás, formando parte del pasado.

Durante esos últimos días de soltera, solo quería mantener la calma. Solo quería pasar lo que quedaba sin más conflictos, ni lágrimas.

Pero no imaginé que Celia sería capaz de ir más allá, al romper la urna con las cenizas de mi papá, esparciéndolas por el suelo. Y, como si eso no fuera suficiente, dejó que su gato orinara encima.

Luego, se giró hacia mí, sin el más mínimo atisbo de culpa, y sonrió como si todo fuera una maldita broma.

—¡Mira, hermana! —exclamó con tono burlón—. ¡Las cenizas también sirven de arena para mi gato!

En ese instante, todo el dolor y la rabia que había tragado durante tanto tiempo estallaron de golpe.

Sin pensarlo, agarré el bate de béisbol que estaba detrás de la puerta y me abalancé sobre ella.

El golpe la alcanzó de lleno.

Celia gritó, pálida de susto, antes de salir corriendo como alma que lleva el diablo.

—¡Eva! ¡Estás loca! ¡Te atreves a pegarle a tu hermana! —la voz de mi madre cortó el aire de la sala.

Celia, al verla, se escondió tras ella, fingiendo miedo como una actriz experta.

—¡Mamá, tengo miedo! ¡Eva quiere matarme!

Mi madre, sin dudarlo, se colocó frente a ella, protegiéndola, y me miró con furia, como si yo fuera su enemiga.

—Siempre has sido así —me gritó—. ¡Siempre tratando mal a tu hermana! Pensé que eran cosas de niñas, que algún día madurarías, pero ¡hoy te pasaste!

Esa mujer era mi madre. Mi madre. Y, aun así… siempre se ponía en mi contra. Siempre del lado de una hija que ni siquiera era biológica. Nada me dolía más que eso.

—¡Ella tiró las cenizas de papá! —le grité, mirándola fijamente, con los ojos llenos de lágrimas y la voz temblorosa—. ¡Eran las cenizas de mi papá! ¡De mi papá! ¿Por qué lo permites?

¿Por qué, después de todo lo que había aguantado, ella sí tenía el derecho de dañar lo último que me quedaba de él?

¿Por qué mi propia madre… no era capaz de quererme?
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