Madison ingresó a temprana hora al hospital, el sonido de sus stilettos de tacón resonaron por los pasillos que pasaba. Se dirigió a la máquina expendedora de café y luego hacia la sala del cubículo, esperando a que el doctor Seville, saliera de la revisión con Alexander. Luego de esperar cerca de una hora, se puso de pie al verlo salir de la habitación de él. —Buenos días —saludó el hombre. —Hola, doctor ¿Cómo se encuentra Alexander? —preguntó. —Mucho mejor, tanto que lo vamos a dar de alta —manifestó sonriente. —Me da mucho gusto —resopló sintiendo un gran alivio. — ¿Por qué no has entrado a verlo? —preguntó frunciendo el ceño. La joven inclinó su rostro. —Está molesto conmigo —explicó—, no deseo alterarlo, por eso he preferido quedarme aquí en la sala de espera. El doctor Seville rodó los ojos. —Ya se le pasara —refirió sin darle importancia—, tengo que decirte algo importante —expresó. — ¿Qué ocurre? —Tengo un colega en la ciudad de Toronto, está probando un tratamient
Tres días después.— ¿A dónde nos dirigimos? —cuestionó Madison a Hanna, quien llegó de improviso, sacó una maleta de su closet y empacó ropa de su amiga, para después subirla con los pequeños a su auto.—Es una sorpresa —refirió la joven de forma misteriosa y continuó su trayecto. Luego de cuarenta minutos ingresó a un hangar privado en donde se encontraba un lujoso jet.Madison miró con intriga a Hanna quien descendió corriendo para abrir el maletero, y sacar el equipaje de su amiga y luego una maleta mucho más grande que la anterior.—Lleve esto al avión —ordenó al joven que se acercó.— ¿Vamos a volar en eso? —lo señaló.Hanna carcajeó al ver su cara apanicada.—No, tú volarás en eso —expresó con emoción, le dio un beso en la mejilla y corrió hasta el auto, encendiéndolo de inmediato.Madison giró su rostro para ver cómo agitaba su mano para despedirse llevándose a sus pequeños.—Bienvenida señora Walton —mencionó la sobrecargo—, acompáñeme por favor.Las piernas de la chica tembl
Después de haber descansado un par de horas en la suite presidencial, ambos se ducharon y comenzaron a arreglarse para salir a cenar. Al leer los mensajes que le dejó Hanna en su móvil, se dirigió a la maleta que ella había colocado de manera intencional.Al abrirla sus ojos se sorprendieron al encontrar un hermoso vestido largo en color rojo, —Vaya que hiciste tu tarea muy bien. —Sus dedos recorrieron la exquisita tela aquella delicada prenda, observó un neceser dentro y lo tomó sabiendo que debía haber gran cantidad de cosas para maquillarse.***Alexander esperaba en la sala de la suite presidencial en la que se hospedaban, recargó su cabeza en el respaldo y de pronto comenzó a cabecear, debido al tiempo transcurrido.—Estoy lista —Madison expresó con una cálida sonrisa.Alexander sacudió su rostro al escucharla, sus ojos se abrieron de par en par al observarla de abajo hacia arriba, luciendo un sensual vestido estilo Jessica Rabbit, con una gran abertura de lado mostrando su atre
—Para mí fue más que eso —respondió—, trabajaba en el servició de limpiezas de lujosos apartamentos. Casi acababa de salir de la casa de asistencia donde pasé muchos años. Creí que James me amaba —pausó un momento—; no tenía la menor idea de que estaba casado, hasta que… —Su mirada se cristalizó—, su esposa me sorprendió mientras trabajaba, me humilló tanto, hasta que desquitó su frustración en mí. Nunca me había sentido tan insignificante, tan poca cosa, como en ese momento, además que saber que era la amante de ese hombre, me dolió mucho. La verdosa mirada de él se ensombreció al escucharla, su respiración se agitó.—Siento mucho que hayas pasado por algo así —refirió con sinceridad. — ¿Por qué te ha vuelto a buscar?, ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó sin dejar de verla.—Es uno de los socios de la empresa del señor Smith Hilton —respondió a su pregunta—, he intentado evitarlo, pero se las ha arreglado para conseguir mi número y enviar aquellas flores, pero no le di pie a nada,
Madison tomó su móvil, llena de rabia.—Maldito infeliz —bramó—, no voy a permitir que te acerques a lo que más amo en el mundo —indicó—, antes de que intentes cualquier cosa, voy a acabar contigo —gritó mientras sus dedos temblaban al buscar el número al que le había llamado días atrás.Elevó su cristalina mirada al sentir como los dedos de Alexander le retiraron el teléfono.—No tienes porque rebajarte al llamarlo, todo lo haremos a través de los abogados de la familia —indicó—, ya no estás sola, Madi. Me tienes a mí para pelear a tu lado por nuestros hijos.La chica parpadeó dejando liberar las lágrimas que contenía.—No permitas que los separen de mí, te lo ruego, son todo lo que tengo en la vida.—Te doy mi palabra que no lo hará. —Retiró las pocas lágrimas que escurrieron con la yema de sus dedos. —Voy a llamar para solicitar que tengan listo lo antes posible el avión para regresar cuanto antes.—Me parece bien. —Se dirigió al armario para comenzar a guardar las pertenencias de
— ¿Qué pasa Madi? —preguntó mirándola a los ojos. — ¿Por qué razón tendríamos que salir del país? —Porque… —sus manos temblaron—, estoy enterada del secreto que llevas guardando desde hace tiempo y… El doctor Seville, me dijo que en la ciudad de Toronto hay un nuevo tratamiento —explicó—, es experimental, pero al parecer está dando resultados a los pacientes como tú.Alexander retrocedió un par de pasos al escucharla hablar, su corazón retumbó hasta llegar a sus oídos.— ¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó.—Creo que fue el día que quedamos de reunirnos en aquel restaurante y no llegué. —Presionó sus labios con fuerza.—¿Estás fingiendo que te importo? —cuestionó. — ¿Lo estás haciendo por qué me tienes lástima? —inquirió.Madison acortó la distancia entre ambos y se reflejó en su mirada.—Jamás haría algo así. —Colocó su mano sobre su pecho—. Confía en mí —suplicó—, nunca haría algo que te lastime, porque sé lo mucho que duele un engaño. —Poco a poco acercó su mano a la mejilla de él y
Toronto, Canada. Alexander ingresó tomado de la mano de Madison al hospital, su corazón palpitaba con fuerza al ser dirigido a una de las habitaciones. Inhaló profundo al sentir un escalofrío recorrelo al saber que estaba por enfrentarse a la última esperanza que la vida le estaba dando. — ¿En qué piensas? —Madison indagó. —Nunca he podido con la incertidumbre, me mata —explicó él—, me gustaría tener una bola mágica y averiguar si este nuevo tratamiento podrá funcionar. —Te comprendo. —Madison expresó y acercó su mano a él—. Hay que tener una actitud positiva, eso ayuda mucho. Ladeó sus labios y él esbozó una pequeña sonrisa. —Tienes que practicar más —Madison dijo—, necesitaré usar más seguido el vestido de la señora Rabbit —murmuró cerca de su oído. Sin poder evitarlo, Alexander soltó una risotada al recordar lo impresionante, y sexy que se veía. —La deberíamos contratar como mi enfermera personal. —Presionó sus labios para evitar volver a reír. Madison carcajeó al escuchar
Toronto, Canadá.Dos días después.A las pocas horas en las que le fue suministrado su primer tratamiento a través de un catéter, un fuerte escalofrío comenzó a recorrer a Alexander, temblaba sin poder evitarlo, además que una fina capa de sudor perlaba su frente.—Tranquilo —Madison susurró cerca de su oído y de inmediato cambió la compresa de su frente.Alexander abrió sus ojos al escuchar la voz de Madison.—Lo intento —respondió sintiendo como su barbilla tiritaba.Momentos después ingresaron un par de médicos para examinarlos.—La fiebre no ha cedido —explicó uno de ellos.— ¡Está ardiendo! —gritó—. Preparen el piso de abajo —indicó el doctor Williams al tomar una vez más la temperatura de Alexander—, tenemos que evitar que pase de los 40° —indicó.El corazón de Madison se agitó con fuerza al escuchar al médico hablar, se llevó las manos a sus labios al ver cómo tomaban la camilla y comenzaban a salir.Con dificultad, Alexander elevó su rostro antes de que le colocaran una masc