Toronto, Canada. Alexander ingresó tomado de la mano de Madison al hospital, su corazón palpitaba con fuerza al ser dirigido a una de las habitaciones. Inhaló profundo al sentir un escalofrío recorrelo al saber que estaba por enfrentarse a la última esperanza que la vida le estaba dando. — ¿En qué piensas? —Madison indagó. —Nunca he podido con la incertidumbre, me mata —explicó él—, me gustaría tener una bola mágica y averiguar si este nuevo tratamiento podrá funcionar. —Te comprendo. —Madison expresó y acercó su mano a él—. Hay que tener una actitud positiva, eso ayuda mucho. Ladeó sus labios y él esbozó una pequeña sonrisa. —Tienes que practicar más —Madison dijo—, necesitaré usar más seguido el vestido de la señora Rabbit —murmuró cerca de su oído. Sin poder evitarlo, Alexander soltó una risotada al recordar lo impresionante, y sexy que se veía. —La deberíamos contratar como mi enfermera personal. —Presionó sus labios para evitar volver a reír. Madison carcajeó al escuchar
Toronto, Canadá.Dos días después.A las pocas horas en las que le fue suministrado su primer tratamiento a través de un catéter, un fuerte escalofrío comenzó a recorrer a Alexander, temblaba sin poder evitarlo, además que una fina capa de sudor perlaba su frente.—Tranquilo —Madison susurró cerca de su oído y de inmediato cambió la compresa de su frente.Alexander abrió sus ojos al escuchar la voz de Madison.—Lo intento —respondió sintiendo como su barbilla tiritaba.Momentos después ingresaron un par de médicos para examinarlos.—La fiebre no ha cedido —explicó uno de ellos.— ¡Está ardiendo! —gritó—. Preparen el piso de abajo —indicó el doctor Williams al tomar una vez más la temperatura de Alexander—, tenemos que evitar que pase de los 40° —indicó.El corazón de Madison se agitó con fuerza al escuchar al médico hablar, se llevó las manos a sus labios al ver cómo tomaban la camilla y comenzaban a salir.Con dificultad, Alexander elevó su rostro antes de que le colocaran una masc
Toronto Canadá.Madison sintió los rayos del sol sobre su rostro, abrió los ojos con pesadez, percibiendo la calidez de su pecho. Con cuidado tomó asiento y colocó sus dedos sobre su frente.—No tienes fiebre —resopló con alivio.—Buenos tardes —saludó el doctor William, bajito. — ¿Qué tal ha dormido? —cuestionó.—Bien, se quejó, pero hasta ahí —expresó mirándolo con ternura.—Me alegra escucharlo, tuvimos que bajarle la fiebre ingresándolo a una tina con agua helada.Su mirada se cristalizó.—Ayúdelo por favor —suplicó—, me duele mucho que tenga que pasar por esto, pero si usted nos asegura que tiene esperanza, nos aferraremos a ella, hasta el último momento —su voz se fragmentó.El médico colocó su mano sobre su hombro.—La hay, no pierdas la esperanza, el apoyo de la familia es vital. Lo vamos a monitorear y si no hay fiebre, podrás llevarlo a casa por la mañana. En una semana volverá a internarse, para la siguiente fase, será necesario que descanse y se alimente bien. —Seguiré su
—Salga de aquí —Madison ordenó y presionó el botón para solicitar ayuda.—La prensa está deseosa de saber su estado de salud —refirió el hombre.— ¡Váyase! —exclamó—, mi esposo decidirá si lo hace o no. —Empujó al hombre y cerró la puerta.— ¿Qué rayos fue esto? —cuestionó Alexander.—La noticia llegó a los medios de comunicación. —Presionó sus labios—, lo lamento, debió ser James.Alexander resopló.—Tarde o temprano se tenía que saber, me preocupa mi familia, no debió ser nada sencillo para ellos.—Eso lo podemos solucionar en este preciso momento. —Le entregó su móvil—, puedes hablarles y eso los tranquilizará.Momentos después la doctora Miller ingresó a la habitación.—Vine a ver como se encuentra el señor Walton después de este incidente —indicó.—Estoy bien, doctora —respondió Alexander en tono seco.—Es necesario que me informe si presenta náuseas, mareos, vómito, o algún otro síntoma.—Nada de eso —expresó.La doctora monitoreó signos vitales y lo revisó con rapidez.—Estando
Semanas después.En cuanto Alexander fue dado de alta, volvieron a su residencia, tal y como prometió a Madison, desde que se encontraban en Canadá comenzó a tomar terapia, y a enfocarse en el aquí y el ahora, empezando a limpiar aquella heridas que permearon en su ser y no lo dejaban vivir con plenitud.Aprovechando que Madison y los pequeños no se encontraban, se dispuso a hacer algo diferente para agradecerles sus cuidados.Eran cerca de las 7:00 pm cuando la chica regresó con sus hijos de hacer algunas compras, y comerse un helado.—Alexander ya llegamos —Madison anunció.—Llegamos —repitió uno de los gemelos.—¡Papá! —exclamó otro de los niños.En ese momento Madison recibió un mensaje de su móvil.—Estoy en el jardín, esperándolos —comunicó.Madison frunció el ceño con extrañeza, tomó de las manos a sus pequeños y salieron, se sorprendió al observar un camino de velas cubiertos con bombillas.—Wow —los gemelos expresaron con sorpresa.El corazón de Madison se sacudió, caminaron
—No caigas en sus provocaciones —Luke intervino—, es lo que está buscando —indicó con seguridad.Alexander presionó con fuerza sus puños, estando a punto de golpearlo.—No vales la pena —expresó intentando controlarse.—Justo como lo pensé —murmuró—, no eres un rival para mí. —Elevó su mentón con altivez. —¿Cuándo estarán los resultados listos? —En una semana —indicó el abogado.—Nos veremos la cara pronto —manifestó con resentimiento—. Me comunicaré con Madi para preguntarle de qué color desea la habitación de nuestros hijos.Luke se interpuso entre ambos.—Mantenga a su cliente lejos del mío, o nos veremos en los tribunales —refirió—, no tiene porque estar aquí —mencionó.—Será mejor que nos vayamos —refirió el abogado—, evitemos complicaciones. — Lo tomó por el brazo y se encaminó hacia otra sala.— ¡Madi! —refunfuñó Alexander con molestia—,odio que la nombren con diminutivos —gruñó.Luke ladeó los labios y sonrió.—Voy a tomarte una foto para enviarsela a Madison —bromeó.—No vas
Madison abrió los ojos de par en par, su respiración se agitó.—Eso no puede ser cierto. —Se llevó las manos a su pecho—, Alexander realizó esas pruebas, ese hombre no tiene derecho a acercarse a nuestros hijos —la voz de Madison decreció.—No lo permitiremos. —Alexander la abrazó.—Ese hombre utilizó sus peores cartas, nos toca jugar las nuestras —Luke retomó la conversación. —Ladeó los labios.—Confío en ti —Alexander mencionó.—No caigan en sus provocaciones, porque eso nos meterá en más líos.—No permitas que se acerque a los gemelos, por favor. —Trabajaré con mi equipo en el caso, haremos lo que sea necesario para evitarlo. —Presionó sus labios, y salió.***En cuanto Luke llegó al ascensor, Alexander lo alcanzó.—¿Qué vamos a hacer? —cuestionó agitado.Luke resopló.—Es más que evidente que alguien les está ayudando, necesitamos averiguar a cuanta gente ha sobornado —refirió.—No escatimes en gastos, por demostrar la verdad y tener a mis hijos, estoy dispuesto a hacer lo que se
— ¿En donde colocamos las repisas, señor? —cuestionó el hombre que llevaba los muebles para las habitaciones de los gemelos.—Las quiero arriba de la cómoda —ordenó.—¿En dónde colocamos estos juguetes? —indagó la joven de la limpieza.James la recorrió con su mirada y sin poder evitarlo recordó cuando Madison acudió a su apartamento para hacer la limpieza, para su buena suerte se encontraba de vacaciones, mientras Alison estaba en recuperación, después de haberse puesto implantes en los senos.Ladeó los labios y sonrió de forma perversa al encontrar a la candidata idónea para cumplir una de sus mayores fantasías en la vida. Tuvo una aventura con una empleada doméstica, por lo que comenzó a planear cómo seducir a aquella humilde muchacha.—Vaya que es mi día de suerte —murmuró, mientras la joven sacaba el jabón para lavar los trastes, el hombre la recorría con lentitud, sintiendo como se le secaba la boca, al ver sus firmes chamorros y luego se perdió en sus voluminosos glúteos—. Te v