Madison tomó su móvil, llena de rabia.—Maldito infeliz —bramó—, no voy a permitir que te acerques a lo que más amo en el mundo —indicó—, antes de que intentes cualquier cosa, voy a acabar contigo —gritó mientras sus dedos temblaban al buscar el número al que le había llamado días atrás.Elevó su cristalina mirada al sentir como los dedos de Alexander le retiraron el teléfono.—No tienes porque rebajarte al llamarlo, todo lo haremos a través de los abogados de la familia —indicó—, ya no estás sola, Madi. Me tienes a mí para pelear a tu lado por nuestros hijos.La chica parpadeó dejando liberar las lágrimas que contenía.—No permitas que los separen de mí, te lo ruego, son todo lo que tengo en la vida.—Te doy mi palabra que no lo hará. —Retiró las pocas lágrimas que escurrieron con la yema de sus dedos. —Voy a llamar para solicitar que tengan listo lo antes posible el avión para regresar cuanto antes.—Me parece bien. —Se dirigió al armario para comenzar a guardar las pertenencias de
— ¿Qué pasa Madi? —preguntó mirándola a los ojos. — ¿Por qué razón tendríamos que salir del país? —Porque… —sus manos temblaron—, estoy enterada del secreto que llevas guardando desde hace tiempo y… El doctor Seville, me dijo que en la ciudad de Toronto hay un nuevo tratamiento —explicó—, es experimental, pero al parecer está dando resultados a los pacientes como tú.Alexander retrocedió un par de pasos al escucharla hablar, su corazón retumbó hasta llegar a sus oídos.— ¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó.—Creo que fue el día que quedamos de reunirnos en aquel restaurante y no llegué. —Presionó sus labios con fuerza.—¿Estás fingiendo que te importo? —cuestionó. — ¿Lo estás haciendo por qué me tienes lástima? —inquirió.Madison acortó la distancia entre ambos y se reflejó en su mirada.—Jamás haría algo así. —Colocó su mano sobre su pecho—. Confía en mí —suplicó—, nunca haría algo que te lastime, porque sé lo mucho que duele un engaño. —Poco a poco acercó su mano a la mejilla de él y
Toronto, Canada. Alexander ingresó tomado de la mano de Madison al hospital, su corazón palpitaba con fuerza al ser dirigido a una de las habitaciones. Inhaló profundo al sentir un escalofrío recorrelo al saber que estaba por enfrentarse a la última esperanza que la vida le estaba dando. — ¿En qué piensas? —Madison indagó. —Nunca he podido con la incertidumbre, me mata —explicó él—, me gustaría tener una bola mágica y averiguar si este nuevo tratamiento podrá funcionar. —Te comprendo. —Madison expresó y acercó su mano a él—. Hay que tener una actitud positiva, eso ayuda mucho. Ladeó sus labios y él esbozó una pequeña sonrisa. —Tienes que practicar más —Madison dijo—, necesitaré usar más seguido el vestido de la señora Rabbit —murmuró cerca de su oído. Sin poder evitarlo, Alexander soltó una risotada al recordar lo impresionante, y sexy que se veía. —La deberíamos contratar como mi enfermera personal. —Presionó sus labios para evitar volver a reír. Madison carcajeó al escuchar
Toronto, Canadá.Dos días después.A las pocas horas en las que le fue suministrado su primer tratamiento a través de un catéter, un fuerte escalofrío comenzó a recorrer a Alexander, temblaba sin poder evitarlo, además que una fina capa de sudor perlaba su frente.—Tranquilo —Madison susurró cerca de su oído y de inmediato cambió la compresa de su frente.Alexander abrió sus ojos al escuchar la voz de Madison.—Lo intento —respondió sintiendo como su barbilla tiritaba.Momentos después ingresaron un par de médicos para examinarlos.—La fiebre no ha cedido —explicó uno de ellos.— ¡Está ardiendo! —gritó—. Preparen el piso de abajo —indicó el doctor Williams al tomar una vez más la temperatura de Alexander—, tenemos que evitar que pase de los 40° —indicó.El corazón de Madison se agitó con fuerza al escuchar al médico hablar, se llevó las manos a sus labios al ver cómo tomaban la camilla y comenzaban a salir.Con dificultad, Alexander elevó su rostro antes de que le colocaran una masc
Toronto Canadá.Madison sintió los rayos del sol sobre su rostro, abrió los ojos con pesadez, percibiendo la calidez de su pecho. Con cuidado tomó asiento y colocó sus dedos sobre su frente.—No tienes fiebre —resopló con alivio.—Buenos tardes —saludó el doctor William, bajito. — ¿Qué tal ha dormido? —cuestionó.—Bien, se quejó, pero hasta ahí —expresó mirándolo con ternura.—Me alegra escucharlo, tuvimos que bajarle la fiebre ingresándolo a una tina con agua helada.Su mirada se cristalizó.—Ayúdelo por favor —suplicó—, me duele mucho que tenga que pasar por esto, pero si usted nos asegura que tiene esperanza, nos aferraremos a ella, hasta el último momento —su voz se fragmentó.El médico colocó su mano sobre su hombro.—La hay, no pierdas la esperanza, el apoyo de la familia es vital. Lo vamos a monitorear y si no hay fiebre, podrás llevarlo a casa por la mañana. En una semana volverá a internarse, para la siguiente fase, será necesario que descanse y se alimente bien. —Seguiré su
—Salga de aquí —Madison ordenó y presionó el botón para solicitar ayuda.—La prensa está deseosa de saber su estado de salud —refirió el hombre.— ¡Váyase! —exclamó—, mi esposo decidirá si lo hace o no. —Empujó al hombre y cerró la puerta.— ¿Qué rayos fue esto? —cuestionó Alexander.—La noticia llegó a los medios de comunicación. —Presionó sus labios—, lo lamento, debió ser James.Alexander resopló.—Tarde o temprano se tenía que saber, me preocupa mi familia, no debió ser nada sencillo para ellos.—Eso lo podemos solucionar en este preciso momento. —Le entregó su móvil—, puedes hablarles y eso los tranquilizará.Momentos después la doctora Miller ingresó a la habitación.—Vine a ver como se encuentra el señor Walton después de este incidente —indicó.—Estoy bien, doctora —respondió Alexander en tono seco.—Es necesario que me informe si presenta náuseas, mareos, vómito, o algún otro síntoma.—Nada de eso —expresó.La doctora monitoreó signos vitales y lo revisó con rapidez.—Estando
Semanas después.En cuanto Alexander fue dado de alta, volvieron a su residencia, tal y como prometió a Madison, desde que se encontraban en Canadá comenzó a tomar terapia, y a enfocarse en el aquí y el ahora, empezando a limpiar aquella heridas que permearon en su ser y no lo dejaban vivir con plenitud.Aprovechando que Madison y los pequeños no se encontraban, se dispuso a hacer algo diferente para agradecerles sus cuidados.Eran cerca de las 7:00 pm cuando la chica regresó con sus hijos de hacer algunas compras, y comerse un helado.—Alexander ya llegamos —Madison anunció.—Llegamos —repitió uno de los gemelos.—¡Papá! —exclamó otro de los niños.En ese momento Madison recibió un mensaje de su móvil.—Estoy en el jardín, esperándolos —comunicó.Madison frunció el ceño con extrañeza, tomó de las manos a sus pequeños y salieron, se sorprendió al observar un camino de velas cubiertos con bombillas.—Wow —los gemelos expresaron con sorpresa.El corazón de Madison se sacudió, caminaron
—No caigas en sus provocaciones —Luke intervino—, es lo que está buscando —indicó con seguridad.Alexander presionó con fuerza sus puños, estando a punto de golpearlo.—No vales la pena —expresó intentando controlarse.—Justo como lo pensé —murmuró—, no eres un rival para mí. —Elevó su mentón con altivez. —¿Cuándo estarán los resultados listos? —En una semana —indicó el abogado.—Nos veremos la cara pronto —manifestó con resentimiento—. Me comunicaré con Madi para preguntarle de qué color desea la habitación de nuestros hijos.Luke se interpuso entre ambos.—Mantenga a su cliente lejos del mío, o nos veremos en los tribunales —refirió—, no tiene porque estar aquí —mencionó.—Será mejor que nos vayamos —refirió el abogado—, evitemos complicaciones. — Lo tomó por el brazo y se encaminó hacia otra sala.— ¡Madi! —refunfuñó Alexander con molestia—,odio que la nombren con diminutivos —gruñó.Luke ladeó los labios y sonrió.—Voy a tomarte una foto para enviarsela a Madison —bromeó.—No vas