Al ver la expresión en el rostro de Madison, Alexander soltó una risotada.— ¿Acaso tienes miedo de lo que pueda suceder entre nosotros? —susurró en su oído.Madison se aclaró la garganta y elevó su mentón.—Claro que no —mintió y retrocedió un paso para tomar distancia de él.Al llegar a la planta alta, Alexander abrió la puerta de una de las habitaciones y le cedió el paso.Madison caminó hacia la sala que tenía y desde ahí recorrió con su mirada el interior, sintiéndose sorprendida al darse cuenta que había tomado uno de los diseños en los que ella había trabajado.Su mirada se iluminó al apreciar el color uva en la parte de la cabecera, y blanco en el resto que ella había elegido.— ¿Te gusta? —cuestionó.—Es perfecta —se aclaró la garganta y se dirigió hacia la mullida cama, en donde sus dedos rozaron el cubrecama en tono gris, con mezcla de varias almohadas.—Bien, estaré en la habitación de enfrente —indicó, sin poder evitar volver a reírse—. Voy a descansar.Madison resopló al
Los ojos verdes de Alexander se encontraron con los de marrón de Madison, y su respiración se agitó.—Estoy bien —pronunció un poco aturdido.—Estás pálido —refirió sin soltarlo.—Se me debió haber bajado la presión —mencionó.—Vamos a que te sientes —dijo ella y de inmediato caminó hacia uno de los sillones, ayudándole—. Bebe un poco de agua. —Tomó una jarra de agua y le sirvió un vaso.Alexander dio un par de sorbos y se recargó en el respaldo del sillón, cerrando sus ojos unos segundos.—Voy a llamar a un médico —indicó Madison.— ¡No! —Alexander la tomó de la mano—, ya me siento mejor.—Sigues muy pálido. —Lo miró con precaución.— ¡Dije que estoy mejor! —se puso de pie, será mejor bajar con mis papás.Madison movió su cabeza, no muy convencida.—Se hará como usted dice, señor Walton.Alexander la miró a los ojos y presionó su puño con fuerza.—No me llames así —resopló.—Vamos con tus papás… Mi amor —Madison expresó con sarcasmo.***A la mañana siguiente.Alexander finalizó de a
— ¿Cómo se te ocurre querer limpiar el cubículo de mi asistente? —preguntó con molestia al encerrarse en su oficina. — ¡¿Acaso quieres ser el hazme reír de toda la constructora?!Madison frunció el ceño y lo miró sin comprender su molestia.—A mí nunca me ha importado lo que piensen los demás, no vivo de ellos —respondió—, me importa más que esa chica esté bien, que lo que murmure tu enamorada y la directora, que seguramente también anda tras de ti —Elevó ambas cejas. — ¿Acaso cree que no me doy cuenta cómo lo miran ambas? El hombre presionó sus puños.—A mí, sí me importa lo que puedan decir, no quiero que hablen de la esposa del amo y señor de esta empresa y de muchas otras cosas más —refutó—, no puedes estar haciendo algo como lo que hiciste hace un momento. Eres mi mujer. —La tomó entre sus brazos y fijó su verdosa mirada en ella—. Tienes que entenderlo.—Nunca dejaré de ser quien soy, por un engreído, además de orgulloso y egoísta hombre como tú —puntualizó—. Si alguien necesita
Madison abrió los ojos, cuando aún estaba todo oscuro, quiso mover sus brazos y se sintió atrapada, entonces giró su rostro y se encontró con el de Alexander muy cerca de ella, en ese momento, se dio cuenta que estaba dentro de las cobijas en la cama de él.— ¿Cómo es que terminé así? —se cuestionó bajito, entonces comenzó a intentar salir de los brazos de él; sin embargo, cada lo intentaba, Alexander se acercaba más, hasta que enredó sus piernas en las de ella. Una fuerte sacudida la estremeció, además que aquella calidez que había entre ambos, le agradó.Vio hacia el reloj de la mesa de noche y distinguió que eran las 5:00 am, entonces dio un largo bostezo, estaba tan cansada que acomodó su rostro en el pecho de él y el sueño la volvió a vencer.Momentos más tarde, el despertador se escuchó en punto de las 6:30 am, ambos abrieron los ojos de golpe, y se miraron fijamente durante unos segundos, sin poder decir nada, hasta que Alexander la dejó de abrazar y Madison se puso de pie con
Alexander se encontraba en un restaurante en compañía de sus pequeños. Miró su reloj y frunció el ceño al ver que Madison no llegaba. En ese momento su chofer ingresó y le entregó el móvil que había olvidado en la oficina. De inmediato le llamó; sin embargo, de nada le sirvió ya que ella no le respondió. — ¿En dónde estarás? —cuestionó con algo de preocupación. — ¿Listos para ordenar? —el mesero preguntó. Frunció los labios con molestia. —Sí, queremos la número 3 —indicó y se acercó para acomodar a los gemelos en las sillas periqueras. En cuanto le fue llevada la cena, Alexander les sirvió una porción pequeña y los 3 comenzaron a comerla. — ¿Les gustó la pizza? —cuestionó mirando a ambos. —Sí —respondió Liam y Noah estiró sus manos para que lo sacara de la silla —Allá —el pequeño indicó. — ¿Quieren jugar en los juegos? —cuestionó él. —Sí —respondieron ambos. Alexander pasó un rato con los niños y volvió a mirar su móvil, sin tener señal alguna de Madison. «¿En dónde estás?»
La respiración de Madison se agitó al escuchar aquel reclamo.—No lo sé —expresó deseando que no se tratase de James—, estoy tan sorprendida como tú ¡Suéltame! —ordenó.Alexander retiró sus manos y se dirigió hacia aquel arreglo floral, buscando alguna tarjeta.—Veremos quién es el atrevido que te está enviando flores —gruñó y tomó el pequeño sobre.— ¿Acaso está celoso, señor Walton? —cuestionó Madison y le arrebató de los dedos la nota—. No le han dicho que es de mala educación tomar lo que no es suyo —susurró y tomó distancia.Alexander frunció el ceño y se quedó pensativo, reconoció para sus adentros que sentía un gran deseo por saber quién le había regalado aquellas flores.—No, no estoy celoso. —Se aclaró la garganta—, todo el mundo sabe que estamos casados, no creo que alguien que trabaje aquí, en su sano juicio se atreviera a hacerlo.—Tengo que seguir trabajando. —Caminó hacia su escritorio—, gracias por la comida.Alexander la miró fijamente a los ojos.—No fue nada —manifes
Minutos después, Alexander abrió los ojos. —Ya me siento mejor —expresó y se puso de pie despacio. Caminó un par de pasos y Madison no le quitaba la vista de encima, al observar que se tambaleó un poco, se acercó a él y lo abrazó. —Aún no estás bien, espera un poco —solicitó mirándolo a los ojos. —Ya está pasando —mencionó él sintiendo como sus dedos se aferraron a la cintura de Madison. —Que bien. —Sonrió y se acercaron a la cama donde los gemelos los miraban atentos. —Voy a cambiarme de ropa —mencionó Madison. —No tardes mucho, te estamos esperando para cenar —refirió intentando seguir el consejo de su amigo. La joven frunció el ceño. —No tardo nada —contestó—, yo bajaré a los pequeños —indicó y se retiró con rapidez. En cuanto Madison salió de la habitación, sacó una píldora de su bolsillo y la llevó a la boca. —No me puede estar enamorando de ti, precisamente ahora que… —no se atrevió a decir más. *** Luciendo prendas más sencillas, Madison descendió caminando despaci
Días después. Madison esperaba en un importante restaurante, en el cual tenía una cita con uno de los socios de la compañía con la que estaban negociando la compra del complejo en el que ella participaba. Miró su reloj y frunció el ceño con extrañeza al darse cuenta que no llegaba aquel empresario. — ¿Va a ordenar algo? —el mesero cuestionó. —Traeme una limonada, por favor —solicitó. Minutos después de que el mesero le llevó lo que pidió, un hombre ingresó y caminó a ella a grandes zancadas, plantándose frente a ella.. —Señorita Davis —pronunció y de inmediato la recorrió con su mirada, sintiendo como se le secaba la boca al ver lo bien que lucía con una blusa de seda en tono marfil, luciendo un discreto escote.. Al escuchar aquella voz, Madison abrió los ojos de par en par y se estremeció. — ¿Qué estás haciendo aquí señor James? ¿En dónde se encuentra el doctor Smith? —indagó en tono duro. James ladeó los labios y sonrió. — ¿Acaso crees que iba a permitir que alguien más acu