Moya Ledi:

Licia:

El lugar es idílico.

Pareciera un paraíso terrenal.

La casa y la playa cerca podrían hacerme olvidar la jodida situación en la que estoy si ese par de engendros del demonio no me atormentara día y noche con sus gritos y chillidos.

Nikola no hace ningún esfuerzo por frenarlos, por el contrario, los contempla con orgullo y les apaña todas las travesuras.

Sé que Alexis no está muerto y mucho menos esa perra, porque la maldita llama a cada hora.

El sonido del tono del celular de Nikola tampoco me deja dormir por las noches.

Es como si todos conspiraran en mi contra.

Cuando alguno de los mocosos de Anya no llora, lo hace uno de los dos chiquillos infernales.

El único que no llora es el niño japonés.

Él y su tía entrenan lazándose sablazos todas las mañanas y yo…cada día entiendo menos.

***

Un mes y medio antes:

Despacho en la mansión Ivanov:

—¿Me mandaste llamar, Alexis?- pregunté, entrando al despacho.

—Así es, Licia. Siéntate por favor.

Tomé asiento, mirando de reojo a Mijaíl Oche
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