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Leandro irrumpió en la habitación de su madre, completamente enfurecido. Su rostro estaba rojo de ira, y sus ojos brillaban con una rabia apenas contenida.

— Madre, ¿de verdad te vas a quedar de brazos cruzados y permitirás que Sung-Hoon continúe la presidencia de la compañía como si nada?

Margarita, cansada de las constantes discusiones familiares, lo miró con frustración. —Leandro, sabes perfectamente que esta fue la decisión de tu padre. El testamento es claro: Sung-Hoon está a cargo de la compañía. No podemos oponernos a eso.

—¡Pero mamá! —exclamó Leandro—. Mi padre seguramente no sabía lo que hacía. ¿Cómo puede dejar todo a un hijo que ni siquiera es de su sangre? Míriam y yo somos sus hijos verdaderos. Y tú, madre, debes estar de nuestro lado.

Margarita respiró profundamente. —Amo a todos mis hijos por igual, independientemente de las circunstancias. No voy a ponerme del lado de nadie.

La conversación tomó un giro más intenso cuando Leandro comenzó a cuestionar la relación de Su
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