OctaviaCon un esfuerzo que parecía consumir toda mi energía, finalmente abrí los ojos. La luz brillante del sol o de alguna lámpara artificial me cegó momentáneamente. Parpadeé varias veces, intentando acostumbrar mis ojos a la claridad y enfocar mi visión.La habitación en la que me encontraba era blanca y estéril, con el sonido característico de los equipos médicos. Estaba en una clínica o un hospital. Giré la cabeza ligeramente y vi a Orión sentado a mi lado, su rostro marcado por el cansancio y la preocupación.—Orión, —susurré, mi voz apenas un hilo de sonido. Al oír mi voz, su cabeza se levantó de golpe, y sus ojos, llenos de una mezcla de esperanza y miedo, se encontraron con los míos.—Octavia, estás despierta, —dijo él, su voz cargada de alivio y amor. —Has estado inconsciente durante mucho tiempo. Nos tenías muy preocupados.Intenté hablar, hacerle más preguntas, pero mi garganta estaba seca y cada palabra era un esfuerzo. Orión entendió y me ofreció un vaso de agua, ayudán
OctaviaDesperté a los sonidos de una conversación en la habitación, la voz de Orión dominando el espacio.—Estamos preparando todo para volver a su territorio, Alfa, —decía una voz profunda que no reconocí.—Nuestro territorio ahora, Robert, —corrigió Orión. La mención de un nombre desconocido me hizo fruncir el ceño en confusión.La risa de una niña sonó, seguida de la voz familiar de Jake diciéndole algo en un tono juguetón. Me incorporé en la cama, mirando a mi alrededor, tratando de poner rostro a las nuevas voces.Mi mirada se detuvo en dos personas que no reconocía: un hombre robusto de expresión seria y una niña de aspecto frágil, pero con una luz de determinación en sus ojos. Estaba claro que eran nuevos miembros de nuestra manada.—¿Dónde está Lucien? —pregunté, mi voz revelando una mezcla de preocupación y curiosidad. Recordaba la preocupación que Lucien había mostrado por mí, y su ausencia me desconcertaba.—Está esperando afuera, —respondió Orión, su tono tenso y sus pala
Lucien—No me gusta hablar de la situación de la manada con personas que no son miembros de ella, —estaba diciendo Orión, claramente aún enfadado por mi comportamiento anterior con Octavia. Sabía que mi presencia le molestaba, y probablemente lo haría por un buen tiempo, pero eso no me detendría. La seguridad de Octavia era mi prioridad, y estaría allí, sin importar lo que Orión pensara.—Él es leal a mí, con eso es suficiente, —me defendió Octavia, y sus palabras calentaron mi corazón. Había estado tan preocupado durante todo el tiempo que ella estuvo inconsciente; la idea de un mundo sin ella era aterradora. No quería ni imaginarme cómo se sentiría Orión; después de todo, él compartía algo más que emociones con ella.—Mi amor... —comenzó a decir Orión, y yo no pude evitar bufar.—Ella fue clara, Alfa, —interrumpí, intentando contener mi deseo de provocarlo. —No voy a traicionarla a ella, y esto nos afecta a todos. Así que habla de una vez.Orión me miró con una mezcla de frustración
LucienDesperté al día siguiente sintiéndome inquieto y tenso. Decidí dirigirme al baño para darme un baño de agua caliente, esperando que eso ayudara a relajar los músculos tensos y a calmar mi mente agitada.El agua caliente cayó sobre mi piel, trayendo un alivio inmediato. Cerré los ojos, dejando que el calor se filtrara en cada parte de mi cuerpo, suavizando la tensión que se había acumulado en mí. Permanecí bajo la ducha durante varios minutos, sumergido en mis pensamientos, hasta que el agua comenzó a salir fría.Salí de la ducha y me envolví en una toalla, secándome rápidamente antes de vestirme. Mi estómago gruñía, recordándome que no había comido desde la noche anterior. Revisé mi mochila en busca de algo para comer y encontré una barra energética. Con una sonrisa en mis labios, me la comí, saboreando cada bocado.Después de comer, me sentí más centrado y listo para enfrentar el día. Salí del hotel dos horas más tarde, dirigiéndome de nuevo al hospital.Mientras caminaba haci
OriónSalimos del hospital y caminamos en silencio hasta la casa de la manada. Mi mente estaba atormentada con pensamientos sobre Lucien y Octavia, sintiendo una mezcla de furia y temor. Quería saber qué había pasado entre ellos durante estos días, pero al mismo tiempo, temía conocer la verdad. Mi confianza en Octavia era firme, pero no podía decir lo mismo de él.La casa de la manada, una estructura modesta con tres alas que se alzaba ante nosotros. Pedí específicamente que nos asignaran el ala más deshabitada, buscando algo de privacidad y espacio para procesar mis emociones.Una vez dentro de nuestro dormitorio, me di cuenta de que había cometido un error con mi comentario en el hospital. Octavia dejó sus cosas en la cama, y sin decir una palabra, la abracé por detrás, buscando su perdón.—Lo siento mucho, amor, —murmuré. —Perdí los estribos allí atrás.Ella se giró para enfrentarme, su expresión era una mezcla de tristeza y frustración.—Esperaba que cualquier otra persona me cues
OriónMe desperté sobresaltado en medio de la noche, un grito ahogado aún resonaba en la habitación. Me senté bruscamente en la cama, mis manos temblorosas subieron a mi rostro, intentando borrar las imágenes que me perseguían incluso en sueños. Mi respiración era rápida y desordenada, y podía sentir el palpitar acelerado de mi corazón.—¿Qué ocurre, mi amor? —preguntó Octavia, su voz adormecida llenando el silencio de la habitación. Sentí su mano deslizarse por mi espalda en un movimiento reconfortante, un bálsamo para mi agitación interna.Me giré para mirarla, sus ojos llenos de preocupación y amor. La abracé con fuerza, buscando refugio en su presencia.—Una pesadilla, mi amor, nada más, —susurré contra su pelo, intentando ocultar mi vulnerabilidad.—Orión, necesito saber qué está ocurriendo, —insistió, su voz teñida de preocupación.Tomé una respiración profunda y comencé a contarle todo.—Las pesadillas han sido constantes desde que escapé, —comencé a explicar, aun abrazándola c
OctaviaDesperté en los brazos de Orión, su calor y cercanía envolviéndome en una sensación de seguridad y protección. A pesar del confort de ese momento, mi mente no podía evitar recordar el sufrimiento que él había enfrentado durante su cautiverio a manos de su hermano y Adriana. Una ira fría y calculadora comenzó a hervir dentro de mí al pensar en Adriana. La idea de hacerla pagar por cada momento de dolor que le causó a Orión se anidó en mi mente.La luz del sol se colaba a través de la ventana, bañando la habitación con un brillo suave y cálido. Con cuidado, me deslicé fuera de sus brazos, intentando no despertarlo. Necesitaba un momento a solas para procesar mis pensamientos y emociones.Me paré junto a la ventana, observando cómo los primeros rayos del sol iluminaban el terreno de esta manada. La paz de la mañana contrastaba fuertemente con la tormenta de emociones que bullía en mi interior. Sentía una mezcla de amor inquebrantable por Orión y un deseo de justicia, incluso de v
OctaviaEstaba recostada en la cama, las sábanas suaves bajo mi piel, con Orión a un lado. La luz del atardecer se filtraba perezosamente a través de las cortinas, bañándonos en un resplandor dorado. Aun no podía creer lo afortunada que era por tenerlo conmigo, su presencia era un bálsamo para mi alma agitada.—Eres hermosa, mi amor —murmuró él, su voz un susurro tierno que acariciaba mi oído. Dejó un beso delicado en mi hombro, enviando un estremecimiento por mi cuerpo. —Te he extrañado mucho.Sentí una oleada de emociones al escuchar sus palabras: amor, anhelo, y una pizca de dolor. Aun no habíamos tenido esa charla, la cual estaba por pasar, así que me permití disfrutar del momento mientras pudiera, intentando grabar cada detalle en mi memoria.—Te amo, Orión, y siempre lo haré... —confesé, mi voz temblaba ligeramente. Sabía que había sufrido de celos hacia Lucien el día que nos encontró, celos injustificados porque yo solo lo amaba a él. Y ahora, enfrentando la necesidad de tomar