OctaviaEstaba recostada en la cama, las sábanas suaves bajo mi piel, con Orión a un lado. La luz del atardecer se filtraba perezosamente a través de las cortinas, bañándonos en un resplandor dorado. Aun no podía creer lo afortunada que era por tenerlo conmigo, su presencia era un bálsamo para mi alma agitada.—Eres hermosa, mi amor —murmuró él, su voz un susurro tierno que acariciaba mi oído. Dejó un beso delicado en mi hombro, enviando un estremecimiento por mi cuerpo. —Te he extrañado mucho.Sentí una oleada de emociones al escuchar sus palabras: amor, anhelo, y una pizca de dolor. Aun no habíamos tenido esa charla, la cual estaba por pasar, así que me permití disfrutar del momento mientras pudiera, intentando grabar cada detalle en mi memoria.—Te amo, Orión, y siempre lo haré... —confesé, mi voz temblaba ligeramente. Sabía que había sufrido de celos hacia Lucien el día que nos encontró, celos injustificados porque yo solo lo amaba a él. Y ahora, enfrentando la necesidad de tomar
LucienCaminé de un lado a otro en mi habitación de hotel, impaciente y ansioso. No había visto a Octavia en todo el día, y la incertidumbre de su decisión me consumía. Por un lado, temía que eligiera no seguir el viaje conmigo, que optara por regresar a los brazos de Orión. Aunque respetaría su decisión, no podía negar que me dolería profundamente.Con una mezcla de esperanza y resignación, recogí mis pertenencias y dejé el hotel media hora antes de la hora que habíamos acordado. Al llegar al lugar, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, expectante con cada figura que se acercaba, pero ninguna era Octavia.Mientras los minutos pasaban y la noche caía, la realidad de su ausencia se volvió más palpable. Con un nudo en la garganta y un dolor que me oprimía el pecho, comprendí que mi viaje a las Tierras Sagradas sería en solitario. Octavia había tomado su decisión, y aunque respetaba su elección, no podía evitar sentir una profunda decepción y una sensación de pérdida.Retomé mi camino
LucienNo pude evitar romper el silencio con la pregunta que me quemaba por dentro.—¿Orión está de acuerdo con tu decisión? —pregunté, mi voz llena de incertidumbre y preocupación.—Lo estará, —respondió Octavia, su tono evasivo, pero sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y tristeza. Evitaba el tema, tal vez no quería enfrentar la realidad de su decisión o tal vez no quería preocuparme.Sentí un nudo en el estómago, culpable por cualquier conflicto que mi presencia pudiera haber causado.—Octavia, lamento haberte causado algún problema, yo... —comencé, luchando por encontrar las palabras adecuadas. No sabía cómo expresar mi arrepentimiento y mi gratitud por su presencia.Ella me miró, sus ojos brillando con una intensidad que reflejaba la fuerza de su espíritu.—Lucien, tú no has hecho nada, —dijo con firmeza. —Vamos al mismo lugar, con misiones diferentes. Aunque tú no estuvieras aquí, mi destino es ir a las Tierras Sagradas y descubrir una forma de detener toda esta locur
LucasEl alivio que sentí al escuchar la voz de Ciro en mi mente era indescriptible. Sus palabras resonaron con una claridad y un mandato que, en cualquier otra circunstancia, me hubieran irritado, pero en ese momento, eran la música más dulce para mis oídos."Lucas, estamos bien, estamos en un pueblo a las afueras de la ciudad principal del territorio de Alfa Seth, al suroeste. Ven en cuanto puedas", dijo Ciro con su tono autoritario habitual."En camino, llegaremos en unas ocho horas más o menos", le respondí a través del enlace mental, sintiendo una oleada de emoción y ansiedad. La posibilidad de reunirnos finalmente con ellos era lo único en lo que podía pensar.Rápidamente, informé a los demás Alfas sobre el cambio de planes. Estábamos en una estación de servicio, tomando un breve descanso y reabasteciéndonos. El aire estaba impregnado del olor a gasolina y comida rápida, un contraste marcado con el fresco aroma del bosque que habíamos dejado atrás.Mis emociones eran un torbelli
LucasAl entrar en el comedor la mañana siguiente, encontré a los demás Alfas ya reunidos, desayunando en un ambiente que mezclaba seriedad con una tensión palpable. Orión estaba de pie, hablando con una voz firme, pero con un matiz de urgencia que captó mi atención de inmediato.—Samuel ha estado movilizando fuerzas en contra nuestra, y la situación es más grave de lo que habíamos anticipado, —comenzó Orión, su mirada recorriendo la mesa donde cada Alfa escuchaba atentamente. —Luna Octavia ha retomado su viaje a las Tierras Sagradas. La Diosa prometió que encontraría allí una solución para impedir esta guerra.La mención de Octavia retomando su viaje solo aumentó la tensión en la habitación. Pude ver en los rostros de los Alfas una mezcla de respeto y preocupación. La determinación en los ojos de Orión revelaba su fe en la misión de Octavia, aunque su voz temblaba ligeramente al mencionar su nombre.—Necesitamos unir fuerzas y reforzar nuestras fronteras aún más, —continuó. —Y creo q
SamuelHabía recorrido las calles de la ciudad con un único objetivo en mente: encontrar a mi hermano y hacerle pagar por su traición. Con cada paso, sentía cómo la ira se entrelazaba con recuerdos amargos, avivando un fuego de venganza que había estado latente durante años. Eran llamas que consumían cualquier atisbo de remordimiento o compasión que alguna vez había tenidoEn la sala de reuniones, Adriana y Ría esperaban mis instrucciones. Adriana estaba impaciente, su energía vampírica apenas contenida, mientras que Ría, siempre la más calculadora, observaba con un semblante imperturbable.—Las sombras recomiendan movernos ahora, Alfa, —decía Ría, su voz tranquila, pero con un tono que exigía acción inmediata.—¿Cuánto tiempo para llegar a la ciudad de mi hermano? —pregunté a Adriana, cuya arrogancia era palpable en cada gesto.—Los recién convertidos y yo podríamos llegar en una hora, —respondió con confianza.—Bien. Parten en diez minutos, —dije con firmeza, despidiéndola con un ge
Orión El rugido suave del motor y el zumbido de los neumáticos contra el asfalto eran los únicos sonidos en la noche, aparte de la respiración tranquila de mis compañeros en el auto. La luna, apenas visible detrás de las nubes amenazantes, lanzaba un brillo pálido sobre nuestro camino. Sentí una mezcla de alerta y calma mientras conducía; cada kilómetro que nos acercaba a nuestro destino incrementaba mi determinación. Observé a Heider a través del espejo retrovisor. La niña descansaba plácidamente, su cabeza apoyada en el hombro de Jake, quien también había sucumbido al sueño. A su lado, Robert mantenía una vigilancia constante, sus ojos escaneando el oscuro panorama que nos rodeaba. Lucas, sentado a mi lado, rompió el silencio con su voz tranquila. —Ellie está creciendo rápido, Orión, —comenzó, una sonrisa orgullosa iluminando su rostro al hablar de su futura hija. —Sam está radiante, se está cuidando mucho. Todos en la manada están emocionados. Sus palabras trajeron una calidez
Orión —¿Todos bien? —pregunté, volviendo a mi forma humana. —Estamos bien, —respondió Lucas, revisando sus brazos y piernas en busca de heridas. Robert asintió, aunque su expresión era sombría. —Pero esto no ha terminado. Ellos volverán, y la próxima vez podrían ser más cuidadosos con su velocidad. Mis músculos aún vibraban por la adrenalina de la pelea mientras me acercaba al auto destrozado, el aire frío de la noche rozando mi piel húmeda por el esfuerzo reciente. Las luces del auto parpadeaban débilmente, la carrocería retorcida era un testimonio silencioso del impacto brutal que habíamos sufrido. —Busquemos algo de ropa, —dije con voz ronca, aun intentando recuperar el aliento y calmar mi corazón acelerado. Revolví el maletero y encontré algunas prendas dispersas entre nuestras cosas. El tacto de la tela contra mi piel me devolvió un sentido de normalidad después del caos. "Jake, pueden volver," anuncié a través del vínculo, sintiendo un alivio momentáneo al saber que pro