Lucien—No me gusta hablar de la situación de la manada con personas que no son miembros de ella, —estaba diciendo Orión, claramente aún enfadado por mi comportamiento anterior con Octavia. Sabía que mi presencia le molestaba, y probablemente lo haría por un buen tiempo, pero eso no me detendría. La seguridad de Octavia era mi prioridad, y estaría allí, sin importar lo que Orión pensara.—Él es leal a mí, con eso es suficiente, —me defendió Octavia, y sus palabras calentaron mi corazón. Había estado tan preocupado durante todo el tiempo que ella estuvo inconsciente; la idea de un mundo sin ella era aterradora. No quería ni imaginarme cómo se sentiría Orión; después de todo, él compartía algo más que emociones con ella.—Mi amor... —comenzó a decir Orión, y yo no pude evitar bufar.—Ella fue clara, Alfa, —interrumpí, intentando contener mi deseo de provocarlo. —No voy a traicionarla a ella, y esto nos afecta a todos. Así que habla de una vez.Orión me miró con una mezcla de frustración
LucienDesperté al día siguiente sintiéndome inquieto y tenso. Decidí dirigirme al baño para darme un baño de agua caliente, esperando que eso ayudara a relajar los músculos tensos y a calmar mi mente agitada.El agua caliente cayó sobre mi piel, trayendo un alivio inmediato. Cerré los ojos, dejando que el calor se filtrara en cada parte de mi cuerpo, suavizando la tensión que se había acumulado en mí. Permanecí bajo la ducha durante varios minutos, sumergido en mis pensamientos, hasta que el agua comenzó a salir fría.Salí de la ducha y me envolví en una toalla, secándome rápidamente antes de vestirme. Mi estómago gruñía, recordándome que no había comido desde la noche anterior. Revisé mi mochila en busca de algo para comer y encontré una barra energética. Con una sonrisa en mis labios, me la comí, saboreando cada bocado.Después de comer, me sentí más centrado y listo para enfrentar el día. Salí del hotel dos horas más tarde, dirigiéndome de nuevo al hospital.Mientras caminaba haci
OriónSalimos del hospital y caminamos en silencio hasta la casa de la manada. Mi mente estaba atormentada con pensamientos sobre Lucien y Octavia, sintiendo una mezcla de furia y temor. Quería saber qué había pasado entre ellos durante estos días, pero al mismo tiempo, temía conocer la verdad. Mi confianza en Octavia era firme, pero no podía decir lo mismo de él.La casa de la manada, una estructura modesta con tres alas que se alzaba ante nosotros. Pedí específicamente que nos asignaran el ala más deshabitada, buscando algo de privacidad y espacio para procesar mis emociones.Una vez dentro de nuestro dormitorio, me di cuenta de que había cometido un error con mi comentario en el hospital. Octavia dejó sus cosas en la cama, y sin decir una palabra, la abracé por detrás, buscando su perdón.—Lo siento mucho, amor, —murmuré. —Perdí los estribos allí atrás.Ella se giró para enfrentarme, su expresión era una mezcla de tristeza y frustración.—Esperaba que cualquier otra persona me cues
OriónMe desperté sobresaltado en medio de la noche, un grito ahogado aún resonaba en la habitación. Me senté bruscamente en la cama, mis manos temblorosas subieron a mi rostro, intentando borrar las imágenes que me perseguían incluso en sueños. Mi respiración era rápida y desordenada, y podía sentir el palpitar acelerado de mi corazón.—¿Qué ocurre, mi amor? —preguntó Octavia, su voz adormecida llenando el silencio de la habitación. Sentí su mano deslizarse por mi espalda en un movimiento reconfortante, un bálsamo para mi agitación interna.Me giré para mirarla, sus ojos llenos de preocupación y amor. La abracé con fuerza, buscando refugio en su presencia.—Una pesadilla, mi amor, nada más, —susurré contra su pelo, intentando ocultar mi vulnerabilidad.—Orión, necesito saber qué está ocurriendo, —insistió, su voz teñida de preocupación.Tomé una respiración profunda y comencé a contarle todo.—Las pesadillas han sido constantes desde que escapé, —comencé a explicar, aun abrazándola c
OctaviaDesperté en los brazos de Orión, su calor y cercanía envolviéndome en una sensación de seguridad y protección. A pesar del confort de ese momento, mi mente no podía evitar recordar el sufrimiento que él había enfrentado durante su cautiverio a manos de su hermano y Adriana. Una ira fría y calculadora comenzó a hervir dentro de mí al pensar en Adriana. La idea de hacerla pagar por cada momento de dolor que le causó a Orión se anidó en mi mente.La luz del sol se colaba a través de la ventana, bañando la habitación con un brillo suave y cálido. Con cuidado, me deslicé fuera de sus brazos, intentando no despertarlo. Necesitaba un momento a solas para procesar mis pensamientos y emociones.Me paré junto a la ventana, observando cómo los primeros rayos del sol iluminaban el terreno de esta manada. La paz de la mañana contrastaba fuertemente con la tormenta de emociones que bullía en mi interior. Sentía una mezcla de amor inquebrantable por Orión y un deseo de justicia, incluso de v
OctaviaEstaba recostada en la cama, las sábanas suaves bajo mi piel, con Orión a un lado. La luz del atardecer se filtraba perezosamente a través de las cortinas, bañándonos en un resplandor dorado. Aun no podía creer lo afortunada que era por tenerlo conmigo, su presencia era un bálsamo para mi alma agitada.—Eres hermosa, mi amor —murmuró él, su voz un susurro tierno que acariciaba mi oído. Dejó un beso delicado en mi hombro, enviando un estremecimiento por mi cuerpo. —Te he extrañado mucho.Sentí una oleada de emociones al escuchar sus palabras: amor, anhelo, y una pizca de dolor. Aun no habíamos tenido esa charla, la cual estaba por pasar, así que me permití disfrutar del momento mientras pudiera, intentando grabar cada detalle en mi memoria.—Te amo, Orión, y siempre lo haré... —confesé, mi voz temblaba ligeramente. Sabía que había sufrido de celos hacia Lucien el día que nos encontró, celos injustificados porque yo solo lo amaba a él. Y ahora, enfrentando la necesidad de tomar
LucienCaminé de un lado a otro en mi habitación de hotel, impaciente y ansioso. No había visto a Octavia en todo el día, y la incertidumbre de su decisión me consumía. Por un lado, temía que eligiera no seguir el viaje conmigo, que optara por regresar a los brazos de Orión. Aunque respetaría su decisión, no podía negar que me dolería profundamente.Con una mezcla de esperanza y resignación, recogí mis pertenencias y dejé el hotel media hora antes de la hora que habíamos acordado. Al llegar al lugar, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, expectante con cada figura que se acercaba, pero ninguna era Octavia.Mientras los minutos pasaban y la noche caía, la realidad de su ausencia se volvió más palpable. Con un nudo en la garganta y un dolor que me oprimía el pecho, comprendí que mi viaje a las Tierras Sagradas sería en solitario. Octavia había tomado su decisión, y aunque respetaba su elección, no podía evitar sentir una profunda decepción y una sensación de pérdida.Retomé mi camino
LucienNo pude evitar romper el silencio con la pregunta que me quemaba por dentro.—¿Orión está de acuerdo con tu decisión? —pregunté, mi voz llena de incertidumbre y preocupación.—Lo estará, —respondió Octavia, su tono evasivo, pero sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y tristeza. Evitaba el tema, tal vez no quería enfrentar la realidad de su decisión o tal vez no quería preocuparme.Sentí un nudo en el estómago, culpable por cualquier conflicto que mi presencia pudiera haber causado.—Octavia, lamento haberte causado algún problema, yo... —comencé, luchando por encontrar las palabras adecuadas. No sabía cómo expresar mi arrepentimiento y mi gratitud por su presencia.Ella me miró, sus ojos brillando con una intensidad que reflejaba la fuerza de su espíritu.—Lucien, tú no has hecho nada, —dijo con firmeza. —Vamos al mismo lugar, con misiones diferentes. Aunque tú no estuvieras aquí, mi destino es ir a las Tierras Sagradas y descubrir una forma de detener toda esta locur