El divorcio

Narra Ethan

Me resultaba difícil de creer que Ayla estuviera hablando en serio sobre nuestra separación, no tenía a dónde ir ni a dónde acudir, jamás conocí a su familia y tampoco quiso hablarme de ella.

Al llegar a casa encontré a mi hermana terminando de probarse la nueva  colección, me pregunto si estuvo aquí toda la tarde hasta horas de la noche.

—¡Ethan! Déjame decirte que la nueva colección está espectacular, estoy ansiosa porque sea el lanzamiento lo más pronto posible. —Emily hablaba con evidente emoción, tal y como hacía después de probarse todas las prendas de las nuevas colecciones.

—¿Ayla está en la habitación?—Ignorando a mi efusiva hermana, pregunté aflojando el nudo de la corbata.

Desde que entré por la puerta no he escuchado ni un solo ruido de Ayla, aunque se que está en casa porque su auto está aparcado afuera.

—Ella no está.—Respondió mi hermana tajante volviendo con su equipo de vestuario.

La miré confundido y en desconcierto total, ¿Cómo no iba a estar en casa si su auto está aquí? Pronto mi ceño se relajó al entender lo que estaba pasando, mi hermana me estaba jugando una broma, seguro quería jugar con mi poca paciencia.

No quise perder más tiempo con Emily cuando ella adoptaba un comportamiento inadecuadamente inmaduro, no estaba de humor para su niñería.  Subí las escaleras hasta la habitación.

—Ayla.—Le llamé al no verla cerca, entré al baño pero estaba vacío, no había rastros de ella por ningún lado, todo parecía intacto como lo dejé antes de irme a la empresa.—Ayla, estoy aquí, vamos a hablar.

Me saqué el traje, dejándolo en el guardarropa, dónde entré haber si estaba, esfume cualquier idea de Ayla lejos de casa al ver toda su ropa donde siempre y la maleta que se llevó para sus vacaciones de una semana que terminaron siendo días.

Volví a la habitación y algo llamó mi atención, eran las llaves del auto de Ayla junto a las tarjetas de crédito sobre la cama, ¿Que hacían aquí? Ella era tan ordenada con sus cosas, jamás dejaría esto aquí.

Abrí su gaveta donde guarda sus pertenencias importantes, para guardar sus llaves y tarjetas, entonces, mi corazón se encogió al darme cuenta de un pequeño detalle.

Sus papeles, sus documentos, las joyas que guardaba bajo siete llaves, todo había desaparecido, ¿Ella realmente se fue? ¿Mi hermana decía la verdad?

De pronto sentí una opresión y mi mal humor aumentó de solo pensar que ella se había ido de casa, lo hizo, pero, ¿A dónde? ¿Con quién? No se había llevado ni un dólar y por más que le daba vueltas al asunto, no lograba entender como es que cumplió su palabra.

Después de todo, no podía mantenerme indiferente a ella después de dos años de matrimonio.

No pude pegar un ojo en toda la noche, era la primera vez que dormía con una sensación de vacío, el silencio en la habitación me incomodaba no se escuchaba la respiración relajada de Ayla mientras duerme, el frío en la cama era mi nueva compañía.

Al día siguiente mi familia ya se había enterado de lo sucedido y maldije a mi hermana por no mantener la boca cerrada, mi madre fue la primera en venir a tempranas horas de la mañana, cuándo yo iba de salida al trotar.

—Hijo, quiero que sepas que es la decisión más sensata que has tomado en años, esa niñita solo arruina tu imagen, nadie sabe sobre su origen, pero se nota que es pobre, no esta a tú nivel, mereces algo mejor.—Tomé de mi café sin azúcar mientras escuchaba atento a mi madre, sin apartar mi vista de ella.

¿A mi madre no le agradaba Ayla?

¿Todo este tiempo ha pensando así de ella?

Me sentí inexplicablemente cabreado por el modo en el que mi madre se dirigía hacía mi esposa, ella no tenía derecho de tratarla de esa manera.

—Ella fue quién pidió el divorcio.—La sorpresa en el rostro de mi madre no se hizo esperar, quería aclarar aquel punto para que se supiera que fue ella la que tomó la decisión por un motivo de peso.—Y por favor, no hables así de ella, podrá ser de origen desconocido y que su pasado esté en blanco, pero los valores que le han inculcado habla mejor de ella que los millones que le hacen falta para agradarte.

—De seguro encontró un mejor partido, al fin y al cabo es una caza fortunas.—Soltó ignorando mi petición de no hablar mal de ella.

—Feliz día, Ellen.—Me despedí de ella para abandonar mi casa, antes de que pierda la poca paciencia que me queda.

A mí me consta que a ella lo que menos le importaba era mi dinero, las tarjetas que le di para sus gastos mensuales jamás las tocó, nunca me pidió un centavo, ella se casó conmigo por amor y eso era lo que me estaba torturando en este momento.

Fui su primer hombre y su primera decepción.

Al caer la noche, había perdido la cuenta de cuántos tragos llevaba, quería eliminar la desagradable sensación del remordimiento, más de un día sin saber de ella, si esta bien o con quién está, su celular sonaba fuera de servicio y los mensajes no los recibía, me había bloqueado, no habla manera de dar con ella.

El timbre de casa sonó y mi empleada se apresuró a abrir la puerta sin decir una sola palabra.

—Oh, pero miren, ¿Estás bebiendo por la desabrida de Ayla? ¿En qué te has convertido? Te estuve esperando en mi apartamento para terminar lo que comenzamos.—A Chloe era la última persona que quería ver, sus chantajes me tenían dónde estoy ahora.

—Ashley, ¿Por qué la dejaste entrar?—Le pregunté con voz gélida a mi empleada y se acercó con evidente pánico en su rostro, ya da igual, no voy atemorizar a mi personal por esa mujer.—Esta bien, no importa, continúe en lo suyo.

—¿Ya no quieres verme? Eso no era lo que parecía ayer mientras estaba a punto de hacerme tuya.—De solo recordar ese momento, el momento en el que llegó Ayla de sorpresa a mi oficina, cuando se supone que debería estar en Orlando.

Dios, no podía borrar la imagen de su rostro decepcionado, sus ojos inundados de lágrimas, la manera en la que me veía con asco y aunque quería darle una explicación, no había nada que justificará mi infidelidad. Esa no era la manera en la que siempre me miraba, cuando sus ojos brillaban al encontrarse con los míos. Cometí un grave error al hacerle esto a ella, lastime a quién menos lo merecía y aunque no haya llegado tan lejos, había iniciado algo que jamás debió ocurrir, que jamás debí permitir.

—Cierra la boca, Chloe, sabes muy bien porque iba a acostarme contigo y no es precisamente porque yo haya querido. —Espeté antes de tomarme mi último trago de coñac que tenía en mis manos.

—Amor, ¿Cómo vas a decir esto ahora? Después de lo bien que la hemos pasado, vale no hemos llegado al punto que quería, pero es válido, ¿Quieres otro trago?—Se acercó para quitarme la copa de criatal vacía, le miré con rabia y burla.

—Quiero que te vayas de mi casa.—Solté irritado ante su presencia.

—Pero si acabo de llegar. Vamos, no querrás que todo el mundo se entere de tu secreto o que cumpla con lo que te he prometido, sería muy triste para ti.—Apreté mi mandíbula con la ira reflejada en mis ojos, conteniendo las ganas de tomarla por el cabello y echarla de mi casa.

Pero claro no iba a seguir con su chantaje aunque se haya salido con la suya. Solo espero que mis abogados se encarguen rápido del asunto, así no tengo que vivir un tormento con los chantajes de Chloe, así todos estaríamos a salvo.

Me sirvió dos copas de coñac y aunque en un principio no quise aceptar, lo tomé por sus insistentes amenazas, estaba molesto con Chloe, pero más molesto conmigo mismo por ser tan débil y cobarde, era un hombre respetable, pero había cometido un grave error del que me estaba arrepintiendo, quería golpearme internamente por elegir la opción más fácil.

No supe en qué momento comencé a ver borroso, no acostumbraba a embriagarme tan rápido y a pesar de que ya llevaba algunos tragos encima, no habían hecho efecto hasta ahora, lo último que recuerdo es que Chloe me llevaba escaleras arriba mientras acariciaba mi torso.

Desperté con un dolor de cabeza de m****a, los recuerdos de la noche anterior me golpeaban dejándome aún más adolorido, aunque en realidad, lo único que recuerdo e sque subía a duras penas las escaleras y quedé rendido en mi cama sin saber nada más. Miré a mi lado, una desnuda Chloe dormía plácidamente como si no tuviera ni el más mínimo problema encima.

Intentaba recordar si llegó a pasar algo entre nosotros la noche anterior, pero la verdad es que no recuerdo nada más después de que llegué a la cama.

La desperté sin la mínima delicadeza y la eché de mi casa esta vez con éxito, de solo verla usando el lado de la cama de mi esposa, me hervía la sangre, ella jamás le llegaría ni a los talones a Ayla.

Bajé a desayunar con el peor humor que he tenido en años y un dolor de cabeza insoportable, pero no sé comparaba con el dolor en mi pecho por la notoria ausencia de mi esposa, Ashley me entregó la correspondencia y un sobre llamó mi atención.

Pase mis manos por la cara, sintiéndome frustrado y molesto conmigo mismo por permitirme que esto terminara de esta manera, arrepintiéndome por haber dado cancha libre a Chloe para que hiciera y deshiciera conmigo con tal de que no soltara aquel secreto que he guardado por años y no sabía cómo se las ingenió para averiguarlo y mucho menos por lo que me tenía amenazado.

Abrí el sobre y leí con el pulso acelerado cada palabra de aquel documento, esta había sido la gota que derramó la copa, con mis brazos tiré todo loq que había sobre la mesa, la vajilla fina y los vasos de cristal se hicieron trizas al impactar con el suelo y se mezclaron con la comida a la que no había dado ni una probada, el jugo de naranja se derramó sobre la mesa, terminando de unirse con el desastre del suelo. Cómo si eso no me bastara, terminé lanzando las sillas a mi paso, como si tuvieran la culpa de las consecuencias de mis malas decisiones.

Se trata del acta donde consta la disolución del vínculo matrimonial y solo faltaba mi firma.

El divorcio.

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