XXIV.

“Lo había logrado sin saberlo. Me sentí muy feliz”.

Mi cabeza dolía bastante, sentía un fuerte mareo que empeoraba si parpadeaba. No sabía dónde estaba, solamente podía limitar mis acciones a sentarme sin visión y a esperar que el fuerte mareo pasara.

—¿Vi? ¡¿Vi?! —exclamó Arthur nervioso. Supuse que no era la única que sufría de una fuerte ceguera.

—Aquí estoy, Arthur —respondí adolorida—. Baja la voz que me duele la cabeza.

—¿A ti también? Genial —bufó cansado. No podía verlo, solamente pude escuchar cómo se movía encima de una cama. Estaba confundida, recordaba perfectamente haber perecido desmayada, atada de cabeza en la fuerte rama de un árbol.

«Nos han rescatado, pero; ¿quién?» Me pregunté d

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