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En otro lugar, una señora con un horrible temperamento se paseaba en el sótano. En sus manos llevaba una bandeja con comida que, como era costumbre, dejaba sobre la mesa y se sentaba hasta asegurarse de que su joven víctima comiera.
—¿No piensas dirigirme la palabra o agradecer por los beneficios que tienes aquí? — Cuestionó la señora mientras observaba con detenimiento aquella silueta humana que se movía en una de las esquinas.
—Privarme de la libertad, volver la empresa de mi padre en un medio para lavar su inmundo dinero, arrastrar a mi hermano a ello ¿Debería agradecerle por eso? ¡No es más que un ser vil y despreciable! — gritó Marcelo con gran c&o
—No soy uno. Más, puedo decirte que tengo mis contactos— respondió con serenidad mientras con su índice bajaba la elevada ceja de Vanessa.—¡¿Contactos?!— preguntó la chica algo sorprendida, su gesto repentinamente se mudó a uno lleno de preocupación —¿No serás uno de esos que trabaja en cosas ilegales? ¿O sí? — cuestionó mientras dejaba pasar un grueso trago de saliva por su garganta.—No— respondió después de estallar en carcajadas. —No hago nada ilegal, puedes estar tranquila— despeinó un poco a la menor e ingresaron a casa del pelinegro.La casa era bastante grande y tenía jardines muy bonitos, los cuales cautivaron la atención de Vanessa. El dulce aroma de las flores inundaba el lugar. Kennedy caminaba a su par con pasos lentos y observaba con una pequeña sonrisa a la infant
—Sí, sí nos vimos… Soy Vanessa Rinaldi, un gusto conocerte de manera oficial— sonrió fingiendo alegría.—Me disculpo por no haberlo hablado contigo antes, pero lo nuestro no tenía futuro— Intervino Paolo posando su mirada sobre Vanessa. Su mirada se sentía extremadamente fría, como si la persona que ella tenía al frente no fuese en lo absoluto, el Paolo que ella conoció.—No tiene de qué disculparse, después de todo solo soy su asistente— aclaró con tranquilidad mientras le regalaba a la pareja una enorme sonrisa. —¡Felicidades por la noticia! Espero que tengan un matrimonio duradero y bendecido— a pesar de las palabras que salían de su boca, su corazón temblaba al tener que decirlas. —No tienes que hacerte la fuerte, querida Vanessa— dijo la señora con una sonrisa de lado. —Todo esto h
—Señorita Vanessa, oficialmente le doy la bienvenida a la casa de mis padres— anunció Kennedy con un tono demasiado formal y una enorme sonrisa intentando animar a Vanessa. Ella asintió con tranquilidad entre tanto recorría con la mirada cada rincón de la casa. Era un espacio bastante amplio y bien iluminado, había una frescura inexplicable y el personal los recibía con una bella sonrisa.—La idea de conocer a tu padre me pone un poco nerviosa… es, extraño. Demasiado extraño— soltó una risita —¿Será que le agradaré o me sacará a patadas de la casa? — observó a los ojos del mayor quien la despeinó al reír.—Le agradarás, es una buena persona así que no te sacará a patadas solo podría lanzarte al lago de cocodrilos, pero no más de ahí— bromeó, más a
—¿Me llamaste? — Le preguntó la chica a Kennedy, después de que él negara ella añadió —escuché que alguien dijo mi nombre, que extraño— hizo silencio por unos segundos y volvió a escucharlo —otra vez ¿No eres tú? — lo miró confundida como si Kennedy estuviera bromeando.—No, no he sido yo y no he oído nada— respondió dando unos pasos cerca de la menor y tocó su frente —quizá estés enferma— susurró mientras comparaba su temperatura con la de él. —No, al parecer estás solamente enloqueciendo.—¡Oye! Eres demasiado grosero conmigo se quejó la menor sacando la mano de Kennedy de su frente —pero, podría jurar que escuché que
—Se me olvidaba, no tengo otro celular— susurró Vanessa golpeando su frente, lanzando un suspiro observó al mayor —lo mejor que se me ocurre ahora es dejarte el mío. Sí, lo dejaré y te escribiré desde el de Kennedy— sus labios se abrieron un poco más de lo acostumbrado —¡Cierto! ¡Olvidé al papagayo en tu casa! — soltó una carcajada —como sea, la vieja loca te castigó sin comida y en ese caso, seré tu cocinera— dijo animada mientras extendía su celular. —No tengo el cargador aquí, entonces te lo traeré mañana. Creo que es hora de que me vaya— susurró mientras un infantil puchero se formaba en sus labios. —Sé que has estado solo por mucho tiempo, pero me siento mal al dejarte así ¿Seguro segurito que no quieres que rompa la cadena? — preguntó por última vez
Vanessa:Eso no es de su incumbencia,¿Desea dejarle algún mensaje a la Banana?Paolo:¿Banana? ¿Así es como usted llama a Vanessa?Vanessa:Si no tiene ningún mensaje que darle,me despido, que pase una buena tarde.Los mensajes entre ambos se detuvieron y Paolo dejó caer su celular sobre la mesa un poco frustrado. No podía ser Kennedy ¿O sí? Ya se habían visto el día anterior, además de eso, demostraron el tipo de relación que él y Vanessa mantenían así que no habría necesidad de ocultar su identid
—¡No se diga más! ¡Libertad! — exclamó el mayor un poco nervioso por la actitud que había tomado Vanessa. Él decidió salir por las buenas.Ambos salieron de la casa de Marcelo, la menor sentía como si un enorme peso le fuese quitado de encima. No podía despegar la mirada de Marcelo en el trayecto antes de llegar al auto, Marcelo era consciente de ello, más, no planeaba decir nada, su mano sostenía con fuerza la de la pelinegra, no parecía que quisieran soltarse, él se sentía una vez más, con vida. Durante el viaje de regreso, las bromas no se detuvieron y la rada de mayor estaba fija sobre la conductora. Al llegar a casa, Vanessa se percató de que alguien estaba escondido en las tinieblas. La figura de aquella sombra cerca de la entrada la hizo poner en modo alerta, dejó a Marcel
El día había aclarado, los pasos de Kennedy se aproximaban a la puerta del hogar de Vanessa, con suavidad tocó la puerta esperando que la animada mirada de su menor se asomara a través de la ventana como ella solía hacer. Sin embargo, los minutos transcurrían y su impaciencia se estaba aumentando, Vanessa no abría la puerta ni ofrecía ninguna señal de vida. Kennedy luego de lanzar un preocupado suspiro posó su oído derecho en la puerta para lograr escuchar algo, hacer eso no le sirvió de nada. El silencio absoluto reinaba al interior de la casa —¿Se habrá quedado dormida? — se preguntó en casi un susurro, no había manera de que él pudiese entrar a confirmarlo. Él no se rindió a pesar de que todo estuviese cerrado, en algún lugar tendría que haber un agujero o lugar que le permitiera divisar en e