El día había aclarado, los pasos de Kennedy se aproximaban a la puerta del hogar de Vanessa, con suavidad tocó la puerta esperando que la animada mirada de su menor se asomara a través de la ventana como ella solía hacer. Sin embargo, los minutos transcurrían y su impaciencia se estaba aumentando, Vanessa no abría la puerta ni ofrecía ninguna señal de vida. Kennedy luego de lanzar un preocupado suspiro posó su oído derecho en la puerta para lograr escuchar algo, hacer eso no le sirvió de nada. El silencio absoluto reinaba al interior de la casa —¿Se habrá quedado dormida? — se preguntó en casi un susurro, no había manera de que él pudiese entrar a confirmarlo. Él no se rindió a pesar de que todo estuviese cerrado, en algún lugar tendría que haber un agujero o lugar que le permitiera divisar en e
Una joven Vanessa corría de un lado a otro intentando esconderse de Danna, la cual quería ver películas románticas y espiar a los jóvenes jugadores de baloncesto. Vanessa no quería ser descubierta, otra vez; ni ser arrastrada a las locuras de su nueva amiga, la cual, por más que intentaba espantar, tanto más se acercaba a ella. Parecía ser que su último escondite disponible había sido descubierto por la menor, la cual como una pequeña garrapata deseaba aferrarse a Vanessa sin darle chance de escapar.—¡Vanessa! ¡Vamos no seas mala! — gritaba Danna ya sin aire.—¡No es no, comprende! — exclamaba a manera de respuesta, la cual entraba por un oído de la menor, más por el otro salía —no hay na
—¿Estás bien? — cuestionó Kennedy mientras la tomaba entre sus brazos, claro estaba que Vanessa no podría apoyar su pie con normalidad. Él la acercó a una de las sillas que Alessia le había acercado y se inclinó para tener una mejor visión del tobillo de la menor.—¿Estaba cómodo el suelo? — preguntó Bianca parándose frente a Vanessa. —Ese es el lugar en el que las personas como tú deberían estar— esbozó una sonrisa malvada.Para entonces Paolo estaba al lado de su madre, no podía hacer nada. Si lo intentaba podría poner en un riesgo mayor a Vanessa. Su cuerpo se estremeció al escuchar los gritos de dolor de Vanessa, al parecer era un poco más que una simple torsión de tobillo. &Ea
La mañana había clareado, los pasos seguros de Vanessa se encaminaron al parque. Estaba decidida a destruir a Bianca, quizá hacer algo sin consultarle a la madre de Kennedy no sería tan buena idea como ella llegó a pensar. El señor Carlo no aparecía en el lugar, aunque pasaron un par de minutos e incluso una hora él no se contemplaba en el parque. —¿Dónde se supone que él ha de estar? — se preguntaba Vanessa sin intenciones de desistir. —será que ¿Alessia se habrá equivocado? — se cuestionó sentándose en una de las bancas. Si no era en ese momento, sería al siguiente día o al siguiente, no se rendiría. Hasta ese punto, había olvidado lo que el sentido común significaba, incluso, en los próximos días olvidaría enteramente la existencia de esa frase. Ella debía vengar la desaparición de su hermana, debía encontrarla y acabar con Bianca —Sí, vendré mañana— susurró mientras se colocaba de pie. La cabeza de Vanessa estaba trabajando para conseguir las pruebas que hacían falta. Bi
—¡¿Qué harás qué?! ¡¿Estás loca?!— preguntó el mayor incrédulo y casi atragantándose con su té.—Eres la única persona que puede entrar y salir de la oficina. Si renuncias ahora, tendríamos que despedirnos de atrapar a Bianca— expuso Marcelo soltando una bocanada de aire. Sacudió un poco su cabello y se inclinó en dirección de Vanessa para tener una mejor visión de la pelinegra —¿Qué es lo que sucedió para que hayas tomado esa decisión? Deberías reconsiderarlo— masculló regresando a su posición inicial.—Lo siento, he tomado una decisión— desvió la mirada —si continúo ahí lo más probable es que tu herman
—¡¿Renuncia?! — cuestionó Paolo casi atragantándose con su saliva. Para él, la idea de que aquella chica renunciara había estado demasiado lejos para ser concebida, más ahora, era una realidad. —¿Está segura de ello? — preguntó una vez más.—No pienso trabajar con un mentiroso— sentenció luego posando su mirada sobre Bianca— ni mucho menos con el hijo de una asesina— sentenció con desprecio.—¡No lo acepto! ¡Hicimos un trato! — intervino molesto. Bianca sonreía de lado al contemplar en silencio esta escena.—Le dije que me iría cuando terminara lo que debía hacer. A pesar de haberlo dicho, no podría confiar en usted, no m&a
El silencio inundó el lugar por un par de segundos, las miradas confundidas viajaban del uno al otro; ninguno había pensado en que tal posibilidad existía, y su primer pensamiento fue culpar a la señora Bianca de esto.—¡¿Qué ella qué?!— exclamó Kennedy observando a los oficiales, Vanessa mantenía el silencio.—Esto tiene que ser un plan de Bianca, ¡Esa vieja bruja nunca sabe cuándo detenerse! — bufó Marcelo bastante frustrado. Una pequeña risita se escapó por los labios de Vanessa al escuchar a su «amigo» referirse a su madre de esa manera. Sin embargo, esta sonrisita se esfumó al encontrarse con la confundida mirada de su hermana, la cual no soltaba su mano, estaba firmemente aferrada y no tenía planeado solt
La joven estaba llegando a la estación de policía, las miradas de los transeúntes estaban sobre Vanessa, no parecían tener intención de detener aquellos rumores que se estaban formando. Algunos no dejaban de tomar fotografías como si aquel escándalo se tratase de alguna celebridad o político; no tenían absolutamente ninguna necesidad de entrometerse en situaciones ajenas a ellos, claro, a excepción de los vecinos chismosos que nunca hacen falta. Al entrar en la estación, el oficial a cargo se apresuró a quitar las esposas de las manos de Vanessa, quien lo observaba paciente para conocer cuál era la siguiente parte del plan que Heather había ideado. —Nos disculpamos si fuimos algo violentos— se excusó el mayor posando sus ojos en su compañero, quien asintió repetidas veces dándole la razón a su mayor. —No, no se preocupe— sonrió con algo de nerviosismo. La joven no sabía a qué debía atenerse, pues la madre de Kennedy se había encargado de mantener oculto de ella algun
En casa de Kennedy, el ambiente estaba por sorpresa, calmado. Y era que cada uno de ellos estaba centrado en una actividad diferente: el amargado Papagayo estaba preocupado por Vanessa mientras cocinaba; el mayor de los gemelos estaba regando las plantas que tanto le gustaban y la última con la mirada en la ventana sin desviarla ni un instante. Danna había sido una chica bastante parlanchina, más después de su regreso y la separación con Vanessa parecía que sus palabras tenían un límite y solo contestaba lo necesario con dificultad.—Me siento un poco mal por Danna— susurró Marcelo llegando a la cocina, haciendo sobresaltar al mayor. Se había desparramado sobre la encimera mientras un sonoro suspiro salía de entre sus labios, —no lo digo nada más porque sea la hermana menor de mi amiga, sino, porque ha pas