—Señorita Vanessa, oficialmente le doy la bienvenida a la casa de mis padres— anunció Kennedy con un tono demasiado formal y una enorme sonrisa intentando animar a Vanessa. Ella asintió con tranquilidad entre tanto recorría con la mirada cada rincón de la casa. Era un espacio bastante amplio y bien iluminado, había una frescura inexplicable y el personal los recibía con una bella sonrisa.
—La idea de conocer a tu padre me pone un poco nerviosa… es, extraño. Demasiado extraño— soltó una risita —¿Será que le agradaré o me sacará a patadas de la casa? — observó a los ojos del mayor quien la despeinó al reír.—Le agradarás, es una buena persona así que no te sacará a patadas solo podría lanzarte al lago de cocodrilos, pero no más de ahí— bromeó, más a—¿Me llamaste? — Le preguntó la chica a Kennedy, después de que él negara ella añadió —escuché que alguien dijo mi nombre, que extraño— hizo silencio por unos segundos y volvió a escucharlo —otra vez ¿No eres tú? — lo miró confundida como si Kennedy estuviera bromeando.—No, no he sido yo y no he oído nada— respondió dando unos pasos cerca de la menor y tocó su frente —quizá estés enferma— susurró mientras comparaba su temperatura con la de él. —No, al parecer estás solamente enloqueciendo.—¡Oye! Eres demasiado grosero conmigo se quejó la menor sacando la mano de Kennedy de su frente —pero, podría jurar que escuché que
—Se me olvidaba, no tengo otro celular— susurró Vanessa golpeando su frente, lanzando un suspiro observó al mayor —lo mejor que se me ocurre ahora es dejarte el mío. Sí, lo dejaré y te escribiré desde el de Kennedy— sus labios se abrieron un poco más de lo acostumbrado —¡Cierto! ¡Olvidé al papagayo en tu casa! — soltó una carcajada —como sea, la vieja loca te castigó sin comida y en ese caso, seré tu cocinera— dijo animada mientras extendía su celular. —No tengo el cargador aquí, entonces te lo traeré mañana. Creo que es hora de que me vaya— susurró mientras un infantil puchero se formaba en sus labios. —Sé que has estado solo por mucho tiempo, pero me siento mal al dejarte así ¿Seguro segurito que no quieres que rompa la cadena? — preguntó por última vez
Vanessa:Eso no es de su incumbencia,¿Desea dejarle algún mensaje a la Banana?Paolo:¿Banana? ¿Así es como usted llama a Vanessa?Vanessa:Si no tiene ningún mensaje que darle,me despido, que pase una buena tarde.Los mensajes entre ambos se detuvieron y Paolo dejó caer su celular sobre la mesa un poco frustrado. No podía ser Kennedy ¿O sí? Ya se habían visto el día anterior, además de eso, demostraron el tipo de relación que él y Vanessa mantenían así que no habría necesidad de ocultar su identid
—¡No se diga más! ¡Libertad! — exclamó el mayor un poco nervioso por la actitud que había tomado Vanessa. Él decidió salir por las buenas.Ambos salieron de la casa de Marcelo, la menor sentía como si un enorme peso le fuese quitado de encima. No podía despegar la mirada de Marcelo en el trayecto antes de llegar al auto, Marcelo era consciente de ello, más, no planeaba decir nada, su mano sostenía con fuerza la de la pelinegra, no parecía que quisieran soltarse, él se sentía una vez más, con vida. Durante el viaje de regreso, las bromas no se detuvieron y la rada de mayor estaba fija sobre la conductora. Al llegar a casa, Vanessa se percató de que alguien estaba escondido en las tinieblas. La figura de aquella sombra cerca de la entrada la hizo poner en modo alerta, dejó a Marcel
El día había aclarado, los pasos de Kennedy se aproximaban a la puerta del hogar de Vanessa, con suavidad tocó la puerta esperando que la animada mirada de su menor se asomara a través de la ventana como ella solía hacer. Sin embargo, los minutos transcurrían y su impaciencia se estaba aumentando, Vanessa no abría la puerta ni ofrecía ninguna señal de vida. Kennedy luego de lanzar un preocupado suspiro posó su oído derecho en la puerta para lograr escuchar algo, hacer eso no le sirvió de nada. El silencio absoluto reinaba al interior de la casa —¿Se habrá quedado dormida? — se preguntó en casi un susurro, no había manera de que él pudiese entrar a confirmarlo. Él no se rindió a pesar de que todo estuviese cerrado, en algún lugar tendría que haber un agujero o lugar que le permitiera divisar en e
Una joven Vanessa corría de un lado a otro intentando esconderse de Danna, la cual quería ver películas románticas y espiar a los jóvenes jugadores de baloncesto. Vanessa no quería ser descubierta, otra vez; ni ser arrastrada a las locuras de su nueva amiga, la cual, por más que intentaba espantar, tanto más se acercaba a ella. Parecía ser que su último escondite disponible había sido descubierto por la menor, la cual como una pequeña garrapata deseaba aferrarse a Vanessa sin darle chance de escapar.—¡Vanessa! ¡Vamos no seas mala! — gritaba Danna ya sin aire.—¡No es no, comprende! — exclamaba a manera de respuesta, la cual entraba por un oído de la menor, más por el otro salía —no hay na
—¿Estás bien? — cuestionó Kennedy mientras la tomaba entre sus brazos, claro estaba que Vanessa no podría apoyar su pie con normalidad. Él la acercó a una de las sillas que Alessia le había acercado y se inclinó para tener una mejor visión del tobillo de la menor.—¿Estaba cómodo el suelo? — preguntó Bianca parándose frente a Vanessa. —Ese es el lugar en el que las personas como tú deberían estar— esbozó una sonrisa malvada.Para entonces Paolo estaba al lado de su madre, no podía hacer nada. Si lo intentaba podría poner en un riesgo mayor a Vanessa. Su cuerpo se estremeció al escuchar los gritos de dolor de Vanessa, al parecer era un poco más que una simple torsión de tobillo. &Ea
La mañana había clareado, los pasos seguros de Vanessa se encaminaron al parque. Estaba decidida a destruir a Bianca, quizá hacer algo sin consultarle a la madre de Kennedy no sería tan buena idea como ella llegó a pensar. El señor Carlo no aparecía en el lugar, aunque pasaron un par de minutos e incluso una hora él no se contemplaba en el parque. —¿Dónde se supone que él ha de estar? — se preguntaba Vanessa sin intenciones de desistir. —será que ¿Alessia se habrá equivocado? — se cuestionó sentándose en una de las bancas. Si no era en ese momento, sería al siguiente día o al siguiente, no se rendiría. Hasta ese punto, había olvidado lo que el sentido común significaba, incluso, en los próximos días olvidaría enteramente la existencia de esa frase. Ella debía vengar la desaparición de su hermana, debía encontrarla y acabar con Bianca —Sí, vendré mañana— susurró mientras se colocaba de pie. La cabeza de Vanessa estaba trabajando para conseguir las pruebas que hacían falta. Bi