Vanessa guardó silencio por unos segundos, no era normal que Dorian dijera algo así, en sus años de colegio jamás se le llegó a escuchar algún tipo de halago, aún más, la joven no lo recordaba ser tan amable. «Las personas cambian» pensó recordando todo lo que ella y Danna habían tenido que atravesar en mucho meso de un año, además del enorme cambió que habían tenido.
—Gracias, creo que en las últimas semanas lo escuché muy seguido— respondió sonriendo de manera educada.
—Veo que aún eres la misma chica que en el colegio— sonrió. —Me agrada, ¿te apetecería salir a beber conmigo antes de que te vayas? — se acercó a la menor, la cual de manera inconsciente estaba ya en una posición defensiva.
—Eh, yo... yo no bebo. Gracias— masculló not&aac
—¡No, no lo haría! ¡No es necesario! — exclamó con desespero, sus piernas temblaban exageradamente y en su frente se podían apreciar gotas de sudor. Marcelo hacía una mueca de satisfacción al recordar que este pequeño susto lo tenía más que merecido. —Si me dejan ir— añadió al percatarse de que ellos no lucían en nada convencidos — quedaré en deuda con ustedes y haré lo que sea para recompensar su gran amabilidad. Pero por favor, ¡No permitan que esa señora sepa más de mí, ni que tampoco regrese a amargarme la vida! — suplicó con desespero.—¿Dices que harás lo que sea? — preguntó Vanessa a espaldas del prisionero —¿Lo dices en serio? — la chica saltó de la roca en la que se encontraba; esa cueva había sido uno de los testigos de las travesu
—Marcelo, temo que te dejarán viudo de hermano— se quejó Vanessa —el lado bueno es que por fin lo veo hacer ejercicio— sonrió y ladeó la cabeza.Los tres llegaron a casa unos minutos después que Paolo, el cual se había encerrado en una de las habitaciones. —No parece que vaya a salir hoy— susurró Danna con una sonrisa —es un alivio que no sea yo la que esté corriendo ahora, ¡Gracias Pao! — le gritó al ganso lanzando un beso.—No preguntar&eac
—¡¿Estás de broma?! — exclamó el mayor notoriamente ofendido mientras llevaba su mano a la frente. Vanessa no pudo contener su risa, pero en definitiva le dejaría ese nombre. —Marce, ya tengo un Ganso llamado Paolo, ahora un ternerito llamado Marcelo, ahora dime: ¿Cuál es el lío en el que nombre a mis hijos? — sonrió ladina —¿Acaso no son nombres? — se acercó al mayor, cambió su mirada a una de falsa confusión. Amaba molestar a los gemelos cada que podía y ahora, tenía la oportunidad perfecta, una que no dejaría pasar por alto. —Lo son, pero ¿Por qué ponerle mi nombre? — hizo un pequeño berrinche, dejó caer sus brazos a los lados y los sacudió un poco frustrado. —Sé que mi nombre es muy lindo y te gusta decirlo a cada hora, pero, ¿por qué a un ternerito? — se señaló sacudiendo de un lado a otro la cabeza. —Porque estoy esperando conseguir un papagayo y ponerle por nombre Kennedy— sonrió mostrando con amplitud sus dientes. —¡Oye! Soy mayor que tú, por
—¡No! ¡No lo hagas! — gritó el menor de los gemelos dando un brinco —¡Eres una de las personas más malvadas que conozco! — se quejó.—¡Qué grosero! ¡Conoces a la bruja de tu madre! ¡No me compares con ella! Prefiero ser comparada a un cerdo— gritó enojada —¡Ahora ni Marcelo te salva! — exclamó la joven molesta, tomó entre sus brazos a su amada mascota y fue en dirección del trío de trabajadores, o por lo menos, el intento de trabajadores.—Lo siento hermano, estás muerto— murmuró Marcelo a oídos del menor, el cual tragando grueso comenzó a alejarse de dónde estaba Vanessa, no despegaba la mirada de la chica y se alejaba de espadas. Sentía que, si llegaba a parpadear, al abrir sus ojos vería la figura de su tocayo sobre él.—Ven aquí
—No es eso a lo que me refería, Eleonor— susurró Vanessa mientras cerraba con fuerza sus ojos y se despeinaba un poco. —Sé que las posibilidades nunca son cero; sin embargo, es un precio que estoy dispuesta a correr— anunció con seguridad. Dentro de sí, la joven estaba bastante nerviosa, no podía negarlo; pero, el deseo de darle a la malvada Bianca un merecido hacía que aquel riesgo valiera la pena.—Hermanita, estás yendo demasiado lejos con este asunto— masculló Danna y se acercó para apoyar la cabeza en el hombro de la mayor. —¿No has considerado detenerte en algún punto? — indagó con una diminuta y nerviosa sonrisa, no sabía qué era lo que Vanessa estaba pensando, ni el límite que tendría.—¿Lo estoy haciendo? — preguntó la peli teñida, observando a Marcelo, intent&oac
Por otro lado, un par de revoltosos chicos se habían puesto de acuerdo para lograr saber lo que sucedería con Heather y Vanessa. De hecho, Kennedy se había encargado de camuflar un micrófono en la ropa de Vanessa, con el fin de estar al tanto de lo que podría pasar con aquellas peligrosas mujeres e «intervenir si fuera necesario».—Por favor, hagan silencio— ordenó Kennedy con ganas de escuchar lo que Heather y Vanessa decían. Todos asintieron y se inclinaron con la intención de oírlas.—Esperen, ¿esa es la voz de mi papá? — preguntó Eleonor revelando de su rostro la sorpresa que inundaba su ser ¿Qué hacía su padre en compañía de Vanessa?—¿Y la voz de la madre de mi hermano? — cuestionó Marcelo observando incrédulo a Paolo. Y sí, él aún se rehusaba a ser r
Vanessa abrió su boca para añadir algo más; sin embargo, un oficial entró a la habitación interrumpiendo el momento. —Señor Vitale, es hora de que me acompañe— anunció con calma. Según las indicaciones de Heather y al Alejandro haberse entregado voluntariamente, el trato que se le daría no debía ser con brusquedad, al fin y al cabo, el hombre no mostraba ningún tipo de resistencia.—Dile que la amo, y la amaré hasta el fin de mis días— pidió a la vez que extendía sus manos para ser esposado, Vanessa asintió con un poco de tristeza.—Lo haré— sonrió con melancolía. —Créame que lo haré. Le agradezco por toda su ayuda y le prometo que cuidaré de Eleonor a como dé lugar— susurró secando sus lágrimas y observando a Alejando, el cual salió de
—¡Para ya Heather! ¡Soy tu esposo, no un ladrón o algo semejante! — exclamó ya agotado aquel ministro con lindos hoyuelos. Se notaba algo agitado después de correr tanto para alcanzar a aquellas mujeres de las que ya no sabía qué debería de esperar; ellas habían demostrado una y mil veces que trabajando juntas eran un peligroso desastre, podrían compararse a una pequeña bola de nieve rodando por una nevada colina, la cual está notablemente empinada y tiene numerosos cactus encendidos, sí, así de peligrosas eran ellas al estar juntas.—Cómo siempre mi querido marido quitándole la diversión a las cosas— se quejó la mayor regresando a la normalidad —¿Qué haces aquí? ¿Nos estás siguiendo? — Interrogó Heather dando unos seguros pasos en dirección del ministro.—E