36.- Jonás.

Jamás aceptaré que nadie te hiera deliberadamente...

¡Leila se ha vuelto loca!

Aunque no la culpo porque esta situación en realidad es un grano en el culo y hasta a mí me enloquece.

¡Bueno, a mí más que a nadie!

Aunque me encuentro mucho más tranquilo después de asimilar que los muertos no abandonan sus tumbas – aunque por un momento el pánico me lo hizo creer – y  los espíritus no disparan ni dan órdenes ¡o eso quiero creer! De igual forma, hay alguien jodiendo detrás de una máscara conocida y la voy a encontrar. Pero no leeré la carta delante de Leila y nada tiene que ver con que quiero intimidad por su alma en pena, es más bien una cuestión de seguridad. La quiero proteger, pero ¡maldita sea, ella y su carácte

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