Capítulo 41. La caja.

Al día siguiente, Samantha se levantó a media mañana por culpa de la insistente alarma de su móvil. Le costó abrir los ojos por el cansancio, pero lo hizo porque el aroma a comida le invadió las fosas nasales.

Morrigan le había dejado una bandeja con aperitivos calientes que le hicieron agua la boca.

Enseguida se puso de pie y fue al baño para asearse. Al regresar, abrió de par en par las ventanas para que la brisa marina entraran a la habitación y atacó la bandeja.

No dejó nada. El desayuno le quitó el sueño, así que fue a dar una caminata para terminar de desperezarse.

Cuando salió al pasillo, notó que había movimiento en la primera planta. El personal limpiaba las muchas habitaciones que tenía esa mansión, todas vacías.

En vez de salir al patio andó por ese piso para saludar al personal. No había intentado conocerlos desde que estaba allí, solo a Morrigan y a la cocinera. Quería comenzar a grabar sus rostros y saber sus nombres, no sabía cuándo pudiera necesitar de aliados.

Algunos
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