El día de la fiesta en el club náutico, Samantha estaba muy nerviosa. Le había comunicado a Robert su ansiedad por asistir al evento solo para tener alguna oportunidad de molestar a Fernand y a su padre, pero luego se lo pensó mejor.—Irá toda la crema y nata de la alta sociedad de la ciudad —comentó Jenny mientras leía el periódico esa mañana donde hablaban del tema y comía una barra de cereal casera.Ambas estaban sentadas en el patio de la mansión, desayunando, pero Samantha había comido poco. Tenía los nervios a flor de piel. Miraba el mar con tristeza.—Me van a dilapidar y lo peor es que arrastraré a Robert conmigo.—No seas exagerada, amiga —se quejó Jenny y tomó otra barrita—. Esa gente es medio distraída, solo está metida en sus cosas.Samantha resopló y la observó con reproche.—Todo el mundo sabe que soy la hija bastarda de Edmund Muller y que mi madre es una prostituta. Dejé de ir a los eventos con mi padre por las miradas de desprecio y asco que me dirigían. ¿Crees que es
Samantha no podía creer su mala suerte por encontrarse con su exprometido estando sola y luego de haber vivido un momento humillante.—Hola, gatita, ¿cómo has estado?—Deja de llamarme así, idiota.—¿No son los leones unos gatos? No estoy ofendiendo a nadie.Ella intentó marcharse sin su coctel, pero Fernand se lo impidió.—Espera, tengo algo que reprocharte. —Ella se alejó un paso de él, irritada por su cercanía—. Nunca logré doblegarte para que te entregaras a mí, pero a Lennox le abriste las piernas sin pensarlo dos veces.—Quería llegar virgen al matrimonio, te lo dije, y si no lo recuerdas, estuviste presente en mi boda con Robert.Él sonrió con burla.—Sí, recuerdo esa tonta excusa. En parte, me salvaste de caer en desgracia contigo. No sé qué habría hecho si te hubiese embarazado y me obligaban a casarme contigo.Ella lo observó con los ojos entrecerrados.—¿Tanto asco me tenías?—¡¿Asco?! ¡No! Es sentido común, gatita. Contigo no iba a llegar a nada, con Elaine lo tendría todo
Al llegar a la mansión, Samantha enseguida entró en la habitación. Se sentía perturbada por todas las situaciones que habían sucedido en aquella fiesta, donde le costó encajar.Cuando Robert entró se acercó a ella para evaluar su estado.—¿Estás bien?—Sí, solo un poco cansada —mintió sin darle la cara, pero el hombre era demasiado intuitivo.La tomó por un brazo para girarla hacia él escuchando su quejido.—¿Te lastimé?—Tú no —reveló ella, y se revisó el brazo.Tenía enrojecido el sitio donde Edmund la había retenido.—Maldito, miserable —se quejó el León con enfado.—Tranquilo, en dos días desaparecerá.Él la observó con alarma.—¿Ya te había lastimado antes?Ella alzó los hombros con desinterés.—Al menos, esta vez no me golpeó en público.Robert estaba a punto de sufrir una combustión espontánea.—No volverá a tocarte. Nunca —dijo tajante.Samantha se sentó en medio de un suspiro en la cama.—Me gustaría también tener la capacidad de protegerte.Él se mostró confundido.—¿A qué t
Jenny había logrado que un pianista famoso en la ciudad aceptara presentarse una noche en el bar La Orquídea. Se trataba de un joven que comenzaba a tener fama internacional y cantaba hermosas baladas.Su participación no solo atrajo a mucho público, alcanzando un lleno total en el negocio, sino también a la prensa.Samantha aprovechó la ocasión para hacer destacar todos los servicios del bar. Brindó las mejores bebidas y aperitivos a precios de oferta y cuidó de que la atención fuese de primera.Encargó a Fletcher no apartarse ni un centímetro de la barra, no solo para supervisar la caja, sino el trabajo de los bartenders. A McGraw le pidió que se enfocara en la zona de las mesas cercana a la tarima, mientras que Jenny debía atender las necesidades del artista y del equipo de sonido e iluminación.Ella se movía como víbora por las mesas, pendiente de todo, hasta que se detuvo en el área de la terraza.—No quiero que hoy atiendas mesas —le exigió a Deborah, quien estaba llenando hiele
Salieron del bar pasadas las tres de la madrugada, luego de que todo estuviese limpio, ordenado y apagado, y que el personal hubiese regresado a sus casas.—¡El día estuvo genial! —exclamó Samantha llena de emoción.Al hacer cierre de caja y ver las ganancias logradas, su alegría subió como la espuma.—Pero no puedes mantener este ritmo cada día. Sabes que no te lo permitiré mientras estés embarazada —se quejó Robert estando de camino al Aston Martin.Solo un pequeño grupo de guardaespaldas lo acompañaría en otro auto, había despachado al resto al haber tenido un día tranquilo.—Lo sé, pero hoy fue especial. Sabíamos que tendríamos un gran movimiento de clientes gracias a ese famoso pianista, aunque no pensamos que fuese tanto. ¡Tenemos reservaciones para el resto del mes!—Has hecho un gran trabajo. De verdad eres muy buena administrando un negocio.Ella sonrió con orgullo.—Este es el primer negocio en el que trabajo como administradora. No sabía que podía lograrlo. Tal vez, la dese
La llevó a la mansión y la dejó en la cama. Mientras Samantha dormía, Robert bajó a su despacho para comunicarse de nuevo con los policías amigos.Los oficiales lograron detener a los tripulantes de la camioneta que colisionó contra el auto de los guardaespaldas, quienes por suerte, ninguno resultó con heridas mayores.Ahora interrogaban a los delincuentes y él necesitaba saber sobre esa pesquisa.—¿Qué has averiguado?El León apretó el ceño cuando vio aparecer a Samantha en su oficina.—¿Qué haces levantada?—Ya me siento bien. Llevo horas durmiendo.—Deberías estar en cama por el resto del día.—No puedo, eso me pone más nerviosa —dijo aproximándose a él y enredando una de sus manos en sus cabellos.A Robert le encantó tanto esa caricia que cerró los ojos y gimió de gusto. La sostuvo por la cintura y la atrajo hacia él para sentarla en su regazo.La tomó por la barbilla y giró su cara para atrapar sus labios con un beso suave y explorador, que tardó tanto que terminó arrancándole a
Ambos debieron presentarse en la comisaría para rendir declaraciones. Sin eso era posible que los oficiales tuvieran motivos suficientes para retener a los delincuentes y así sacarles la información necesaria.—¿Qué hace Johan aquí? —preguntó Samantha al ver con el ceño fruncido al hombre que se paseaba por el lugar. Conversaba con algunos oficiales como si fuesen grandes amigos.—Estoy seguro que Edmund lo envió para enterarse lo que sucedía —respondió Robert mientras fulminaba al sujeto con su mirada tosca.Tomó a Samantha de la mano y la alejó todo lo que pudo de él, esperando a uno de los oficiales a cargo que resultó ser uno de sus aliados.—Lennox, tengo algo interesante para ti —informó un detective alto, robusto y bigotón, que salió de una de las habitaciones.—¿Hallaste información que me sirva? —quiso saber él.El sujeto asintió observándolo de manera cómplice, como si le dijera con la mirada que había obtenido datos de gran importancia de los delincuentes.—Pasemos a mi ofi
Esa noche Samantha fue al bar custodiada por un buen grupo de guardaespaldas. Robert no la acompañó por asumir las reuniones que no pudo atender en el día al ocuparse de la salud de su esposa y de las exigencias de la policía.Su amiga Jenny la abordó cuando ella entró en la oficina.—¡Amiga! ¡Qué locura se ha desatado en la prensa con Robert, sus negocios y el bar! Aunque nadie dice nada del atentado de anoche —reveló la mujer llevando consigo tres ejemplares de periódicos que le facilitó a Samantha.Ella, por dormir y estar en la policía no había podido revisar la prensa.—Robert se encargó de que la noticia no se difundiera, para no opacar lo sucedido en el bar y no beneficiar a nuestros enemigos.—En ese sentido, fue una buena idea. Quien los atacó lo que busca es evitar que tengan algún éxito. No pueden permitir que les ganen.Samantha iba a realizar un comentario, pero McGraw entró algo agitado a la oficina.—Corazón, te tengo noticias —dijo con la respiración agitada. Samantha