—Cásate conmigo — dijo él con naturalidad y una enorme sonrisa pintada en su rostro.
Me quedé perpleja, realmente no sabía si reír o solo retirarme haciendo caso omiso a su comentario. Tenía que admitir que era un jóven bastante apuesto, su cabello rubio me hacía pensar que era extranjero (eso y su extraño acento) sus ojos color ámbar realmente eran bastantes seductores, sobretodo por esos toques verdosos que se encontraban en los bordes, vestía una camisa de color blanco, un pantalón caqui y el cabello un poco despeinado, sí, seguramente era un turista, hay muchos como él por aquí, todos parecen empacar exactamente el mismo atuendo antes de venir.—Aquí está su desayuno, espero que lo disfrute — contesté omitiendo su comentario, pensé que sería lo mejor.Mi trabajo acá en “El Corazón Contento” es solo ese: llevar los pedidos a las personas. Y aunque me había topado con muchas personas raras, él era por mucho el más extraño de todos.—¿Aceptas mi propuesta? — cuestionó confundido antes de que yo me retirara.—Uno no anda por la vida pidiéndole a cualquier persona que se case con uno — respondí contagiada por su amplia sonrisa.Había algo en él que lo hacía ver tan vivo, tan feliz, tan pleno. Quizás porque probablemente estaba aquí de vacaciones, pero ese brillo que lo rodeaba me tenía encantada, así deben verse todas las personas que no tienen que pensar en que necesitan trabajar turnos extras para poder comer al día siguiente.—Tú no eres cualquier persona — contestó él con confianza.—No lo sabes, ni siquiera me conoces — respondí como si fuese algo obvio, riéndome de la situación en la que inesperadamente me estaba viendo involucrada — además necesito continuar con mi trabajo, me van a regañar — agregué.—Por favor, Stella, ya sé tu nombre, también sé que trabajas en el corazón contento y sé que quiero casarme contigo — lo decía de manera casi irónica pero al mismo tiempo con una seriedad tan increíble que no pude evitar reírme — te pagaré todo lo que quieras, autos, casas, solo acepta mi propuesta, si quieres no lo veas como un acto de amor, sino como un contrato.Él estaba loco, definitivamente lo estaba. ¿Qué clase de persona realmente cuerda diría algo cómo eso? tal vez era una broma pero incluso como broma era absurdo.—El matrimonio no es más que eso, un tonto contrato — respondí de inmediato inclinándome un poco para poder mirarlo a los ojos — además te equivocaste de chica, a las que le pagas a cambio de estar contigo las consigues en la noche en el Boulevard de la calle 7 — añadí con confianza volviendo a enderezar mi espalda.—Al menos escucha mis intenciones, mi propuesta, te prometo que si lo haces no vas a arrepentirte — él seguía insistiendo y en este punto ya se veía tan serio que decidí darle el beneficio de la duda y poner a prueba su paciencia.—Salgo de aquí a las diez de la noche, son las nueve de la mañana, búscame al final del día o espérame si así deseas, entonces hablaré contigo pero no te prometo nada más — dije con total seguridad limpiando la mesa para no causar la molestia de mi jefa.—Es todo lo que necesito — contestó mordiendo su sandwich de atún.Volví a la cocina y una vez allí comencé a reírme como si no hubiese un mañana, no podía creer lo que acababa de pasar, realmente jamás pensé que me encontraría con alguien como él, aunque, quizás lo que le había dicho era una broma un poco cruel. Bueno, de todas maneras no importa, no es como si alguien realmente pudiese tomarse enserio algo así.—¿Qué te sucede? — preguntó Alicia acercándose a mí, la dueña del restaurante y, por supuesto, mi jefa.—El chico que está en la mesa que acabo de atender me pidió que me casara con él — dije tratando de calmar mi risa.—¿El rubio? — cuestionó Alexandra acercándose hacia nosotras.—Si, ese mismo — contesté de inmediato — camisa blanca, pantalón caqui y cabello despeinado.—Suena a turista — dijo la señora Alicia riéndose un poco.—Estoy casi segura de que lo es — respondí.—Entonces dile que sí — intervino Alexandra entusiasmada.—No creo que lo haya dicho enserio pero le dije que me recogiera cuando terminara de trabajar si realmente quería que lo escuchara — expuse en voz baja.—Necesito verlo — comentó Alicia dirigiéndose a la puerta para tan solo asomarse un poco — ¿cuál es? No lo encuentro.—El rubio que se encuentra en la última mesa — se acercó Alexandra de inmediato entre risas cómplices para asomarse junto a Alicia — es muy lindo — añadió.Fui hasta donde ellas se encontraban para también mirarlo mejor y al asomarme él estaba tomando de su jugo mientras veía algo en su celular, repentinamente levantó la mirada de su teléfono y miró en dirección a nosotras para saludar con la mano y una sonrisa.Nos quitamos de allí tan rápido como pudimos, Alexandra se quedó devolviendo el gesto pero la tomé de la mano y la dirigí hacia nosotras para no seguir quedando en vergüenza.—Cásate — dijo Alexandra con total naturalidad, como si fuese la decisión más fácil de tomar en el mundo.—No puedes pedirme que me case con un desconocido solo porque sí — contesté entre risas, sintiendo que todo el mundo estaba enloqueciendo el día de hoy.—Cuando yo era jóven… — comenzó a relatar Alicia a un lado de nosotras.—Por allá en los años en que se construyeron las pirámides — le continuó Alexandra en tono de broma.—No estoy tan vieja como crees — se quejó Alicia de inmediato — si me interrumpes otra vez te arranco la peluca.—No, por favor, no te alcanzaría la vida para pagarla, es cabello cien por ciento humano — replicó Alexandra abrazando su cabello.—A ti tampoco te alcanza por eso trabajas aquí — intervine entre risas.—Muy cierto — respondió la señora Alicia señalandome momentáneamente con su dedo —Pero bueno, mi punto es… — añadió comenzando a retomar lo que iba a decir antes — cuando era jóven, hombres de muchos países del exterior venían hasta acá solo para buscar esposa, les encantaban las chicas Latinoaméricanas; eran millonarios, empresarios, personas de mundo.—Y ninguno te quiso llevar a ti — interrumpió Alexandra nuevamente.—No, él se quedó aquí por mí — respondió Alicia con una sonrisa un poco triste — y murió aquí conmigo, aún lo sigo viendo en los hombres que llegan de tierras lejanas, con sus sonrisas amplias y sus ojos brillantes.—Lo lamento — se apresuró Alexandra a decir abrazando a Alicia, de igual manera hice lo mismo, después de todo yo sí conocía la historia del restaurante.Alicia era la mejor jefa que uno podía tener, nos trataba como si fuesemos sus amigas, era comprensiva y siempre estaba allí para nosotras.Al llegar el medio día él seguía allí sentado en la mesa del fondo mirando su teléfono, tomando fotos al paisaje a través de la ventana, de a momentos sacaba sus audífonos y se ponía a escuchar música, al menos yo creía que hacía eso y cada cierto tiempo pedía algo ligero para comer.Me acerqué a él para llevar su nuevo pedido, unas papas fritas y un jugo de naranja.—Debes estar cansado — comenté mirándolo a los ojos — tan cansado que pediste una comida terrible, por favor, el jugo de naranja y las papas fritas no pegan ni porque los unas con chicle — agregué riéndome de mi propio mal chiste.—Valdrá la pena — contestó él con gran seguridad, al mismo tiempo que le daba un sorbo a su jugo — y las papas fritas con jugo de naranja están muy sobrevaloradas — añadió para luego llevarse una papa a la boca.—Podrías salir y mirar las maravillas de este país, te juro que no vas a arrepentirte, también hay muchas comidas extrañas allá afuera, justo como te gustan — expuse con una sonrisa, había pasado de ser una mesera a ser una guía turística.—Ya las ví todas, la que más me impresionó la tengo en frente de mí — respondió con una mirada tonta.—Está bien, haz lo que quieras — repliqué con una sonrisa antes de retirarme, dándome por vencida a la vista de que él no parecía querer dar su brazo a torcer.A pesar de todo no creía que sus intenciones fuesen malas, había algo en él que me hacía sentir segura, no es lo más recomendable confiar en un extraño que se queda en tu trabajo esperándote todo el día a que salgas, pero quizás yo me estaba pasando de confiada o de alguna manera sentía que ya lo conocía, no quiero decir que realmente lo había visto, ni siquiera insinúo que hablé con él con anterioridad, es está sensación que te invade cuando apenas comienzas a conocer a alguien pero sientes que ha estado presente toda tu vida.—¿Sigue allí? — cuestionó Alexandra cuando ya estaba comenzando a anochecer.—Sí, no se ha movido de su lugar más que para ir al baño un par de veces — contestó Alicia por mí.—Deja de hacer sufrir al pobre — se dirigió Alexandra hacia mí casi como una súplica.—No es mi intención hacerlo sufrir, solo estoy cumpliendo con mi trabajo, tengo un horario y reglas que seguir, no puedo solo abandonar mi puesto porque un extraño me está esperando — expuse tratando de sonar gentil.—¿Quieres ir con él? — preguntó Alicia detrás de mí mientras acomodaba algunos vasos.—No lo sé — contesté con sinceridad — tengo miedo, también estoy un poco avergonzada, no creí que se quedaría allí tanto tiempo esperando por mí, le dije que me esperara o que me buscara como una broma, después de todo eran trece horas, ya han pasado diez y él sigue allí.—Esa sonrisa en tu rostro te delata, vé con él, mi amor, pero mándame tu dirección en tiempo real, no quiero que te pase nada malo — contestó Alicia mirándome con cierta complicidad.—¡Muchas gracias! — respondí dándole un fuerte abrazo — ¿estás segura de que no vas a necesitarme? — pregunté un poco apenada.—No te preocupes, Alexandra es mejor trabajadora que tú, ella podrá con todo — contestó Alicia recostando su mano sobre la mesa.—Déjamelo a mí — intervino Alexandra engrosando su voz, no había escuchado esa voz desde que hizo su cambio definitivo de Alexander a Alexandra.Dejé mi delantal en su lugar, acomodé todo lo que debía acomodar y me dirigí a la mesa en donde él seguía esperándome.—Ya salí — dije con una sonrisa un tanto nerviosa.—Aún no son las diez, no quiero que tengas problemas por mi culpa — contestó él un tanto avergonzado, tanto como yo lo estaba.—No te preocupes, Alexandra va a cubrirme — añadí mirando en dirección a Alexandra que nos estaba mirando desde la puerta y se apresuró a saludarnos de manera efusiva.—Entonces supongo que está bien — contestó él levantándose de su asiento — ¿Nos vamos?—Si.Salimos del restaurante y continuamos caminando sin una dirección fija, yo solo seguía sus pasos y sentía que él estaba siguiendo los míos.—¿Crees que me apresuré? — cuestionó él riéndose un poco.—Creo que te saltaste las citas, el noviazgo, las peleas, los regalos, las decepciones y un montón de otras cosas más — respondí enumerando con mis dedos.—Tienes razón, quizás, solo quizás... lo hice — contestó él de manera irónica — Lo lamento, nunca había visto a alguien como tú.—¿Nunca habías visto a una mesera? — repliqué inmediatamente riéndome de mí misma.—No a una como tú — respondió él riéndose — he pasado toda mi vida en medio de personas que creen que son maravillosas, personas importantes, personas ricas, personas que creen que lo son todo pero que yo siento que no son nada, y entonces vengo hasta acá, y te juro que jamás pensé que aquí, en Monte Video, realmente conseguiría todo, todo en lo que el resto consideraría nada.—¿Estás hablando de mí? — pregunté de manera ingenua,
Al siguiente día salí temprano a trabajar, sentía que mi cuerpo temblaba y no sabía precisamente si era por el frío que hacía o por miedo, dejar a mamá sola en casa con Sofía no me brindaba mucha tranquilidad pero si mamá no podía encargarse de algo entonces yo debía hacerlo, así que me tocaba salir a buscar una manera de resolver nuestra solución.—Buenos días, señorita Stella — esa voz me sacó de mis pensamientos turbulentos.Al mirar en su dirección el mismo jóven del día de ayer estaba levantándose de la misma banca en que nos habíamos acomodado la noche anterior. Me reí un poco involuntariamente, pues, estaba tan sumergida en mis pensamientos que ni siquiera me había percatado de su presencia.—Buenos días, jóven desconocido — contesté para darme cuenta de que ni siquiera sabía cuál era su nombre — por favor dime que no dormiste allí — añadí riéndome.—¿Y si te digo que sí? — cuestionó él con una sonrisa un tanto maliciosa, este hombre y sus dobles intenciones.—Entonces voy a cr
—Stella… — dijo la señora Alicia llamándome desde el otro lado de la cocina.En su tono serio había algo que me preocupaba, ella no solía molestarse pero cuando lo hacía definitivamente era mejor no obstaculizar su camino, mucho menos ser la razón por la que se molestaba.—Voy para allá — contesté al mismo tiempo que secaba mis manos para seguirla hasta su oficina.Me quedé de pie en la entrada, mirándola fijamente mientras ella recorría la oficina, buscando algo en sus gavetas.—Quiero que te vayas a casa en este mismo instante… — dijo con cierta dificultad mientras sacaba una de las gavetas de la parte inferior de su escritorio.—¿Me está despidiendo? — pregunté un tanto alterada, llevaba tanto tiempo en este trabajo que la sola idea de abandonarlo me parecía un gran choque, sobretodo porque gracias a este trabajo mi familia podía mantenerse medianamente estable.—¡Claro que no! — exclamó ella mientras fruncía el ceño y dirigía su mirada hacia mí — que creas eso incluso me ofende u
Me devolví a mi trabajo con el paso apresurado pero con los pensamientos lentos, él era todo lo que estaba en mi mente, él y su extraña manera de hablar, él y su manera infantil de ser insistente, él y la forma en la que me miraba, como si yo fuese magia, como si yo fuese poesía, como si fuésemos melodía y armonía.—¿Cómo te ha ido? — preguntó la señora Alicia de manera inmediata al tenerme de frente. Yo me quedé pasmada, estática, tratando de recolectar los hechos y procesarlos adecuadamente — pero, dime, te ves como si un fantasma se hubiese atravesado en tu camino, no me digas que…—Si, ha sido un asco, al llegar el señor pablo tenía agarrada a mi mamá y tuvimos que irnos de la casa, salimos de allí lo más rápido que pudimos, aunque al menos pude salir con la frente en alto, entregándole el dinero que tanto reclamaba — contesté sintiendo como mis ánimos decaen.—Esa es la actitud correcta, la que debes tener siempre, herida pero siempre justa — respondió la señora Alicia mientras
Nuestros rostros estaban tan cerca el uno del otro, yo era consciente de ello, estaba nerviosa, sentía su respiración, la tensión entre nosotros, estaba paralizada pero al mismo tiempo realmente dispuesta a permanecer así.—Lo lamento — dijo él alejándose de manera apresurada, podía notar en sus mejillas que un ligero tono rojizo se había instaurado en ellas.—¿Qué lamentas? — pregunté fingiendo no saber nada, un tanto abochornada también por la situación.Una sola duda rondaba en mi mente «¿Yo quería hacerlo?». No voy a negar que la sola idea de besarlo hacía que los vellos de mis brazos se erizaran y que mis piernas temblaran, y mi mirada, mi mirada iba inconscientemente a su rostro y me quedaba con él fascinada.—Nada, no sucedió nada — respondió él colocando las manos en sus bolsillos y mirando hacia otro lado, probablemente para que no notara lo colorado que estaba.—Lo mismo digo, no hay nada que lamentar porque nada ha sucedido.—Si, exacto, todo está bien.—Si, todo está bien.
Me adentré al baño para alistarme, miraba alrededor y cada vez me convencía más a mí misma de que esto era un sueño.Me quité la ropa suavemente, como si el momento del baño fuese un ritual, una vez desnuda me sumergí en la bañera, permitiendo al agua robarse mis penas. No pensaba en nada, por primera vez en mucho tiempo no me estaba mortificando por el día de mañana, solo estaba concentrada en el movimiento de las pequeñas ondas que se producían al caer algunas gotas sobre la superficie acuosa.Luego de un largo tiempo allí (e incluso casi dormirme) terminé de bañarme para volver a la habitación, me senté en la cama luego de haberme secado y coloqué sutilmente el vestido sobre mí, la tela era fina y suave, no esperé un momento más y me lo coloqué, me levanté dirigiéndome hasta el espejo que se encontraba posicionado en una esquina de la habitación, en él me podía ver de cuerpo completo y sinceramente me veía muy linda, aún con mi cabello mojado y desordenado, aún con los pies descalz
Aquella noche me acosté con un montón de pensamientos en mi cabeza y con los mismos pensamientos me quedé dormida.Me desperté a la mañana siguiente con los rayos de sol que entraban por mi ventana, eran tan brillantes, tan cálidos. Sentía que realmente había descansado, busqué mi reloj para darme cuenta de que ya era medio día y yo tenía que ir trabajar por la mañana «¡Carajo!» pensé mientras me levantaba de manera apresurada.Me dí un baño rápido, me coloqué mi uniforme y salí de la habitación, ya luego buscaría la forma de llamar a mamá para planificar todo lo demás.Bajé las escaleras lo más rápido que pude, mi cabello mojado y desordenado como estaba realmente me molestaba golpeando mi espalda.—Disculpa, disculpa, Mucama — se acercó un muchacha hacia mí de manera apresurada.—Lo siento, no soy una Mucama — contesté tratando de ser educada pero sin poder ocultar lo realmente apurada que me encontraba.—¿Quieres serlo? — preguntó la muchacha enarcando una ceja — como sea, te daré
POV: Stella.—¿No es eso un poco extraño? — preguntó Alexandra haciendo un raro gesto mientras me miraba fijamente — digo, no es lo más común del mundo, de hecho creo que es primera vez que escucho de una persona que está en una situación así.El día de trabajo había terminado, cerramos temprano, después de todo habíamos tenido demasiados clientes. Nos tomamos el tiempo para comer algo y compartir un rato, teníamos tiempo sin hacerlo, hablábamos mucho pero siempre mientras trabajábamos.Les estaba hablando sobre todo lo sucedido con Jayden, la cita, el contrato, la pelea con mi madre.—Las personas ricas son extrañas — sentenció la señora Adelina — una vez conocí a uno que coleccionaba dientes de leche, decía que si los comía podría mantener su juventud.—Eso es asqueroso — contesté con una expresión de desagrado — aunque es cierto, es un poco extraño.—Yo creo que está ocultando algo — intervino la señora Alicia con los ojos entrecerrados y con una expresión seria.—¿Creé que tenga m