Franco—Quizás deba irme, mañana tienes muchas cosas que hacer.Melli se viste en frente de mí, abrocha los botones de su vestido.—Si, lo había olvidado. La boda, la boda.—Mañana deberás empezar el papel de esposo, algo me dice que si cambiarán las cosas entre nosotros.—Melli, no digas eso.Me levanto de la cama aun desnudo, camino hasta donde ella y evito que se abroche por completo el vestido.—Todo será igual, no tienes que preocuparte.—No me preocupo.—Niega eso en mi cara, mírame. Mírame a los ojos.Desbroché los botones que ya había abrochado, hasta que su vestido volviera a caer en el piso.—Todo esto siempre me va a pertenecer, ¿verdad? —susurré con deseo apretando sus caderas.—No creí que llegara este día, ser una invitada en tu boda. Mañana será tu matrimonio, es imposible de asimilar.—No hablemos de eso, ven aquí.Tomé su mandíbula y la forcé a que levantara su rostro, me mirara y siguiera hablando todas las babosadas que dice. Melli disfruta tanto como yo, siento su
Camila—Los vecinos enviaron un ramo de flores para felicitarte por tu boda —dice mamá apareciendo con un enorme ramo de flores.—¡Es precioso! —dice el estilista.El hombre ha sido muy paciente, intenta animarme con sus temas de conversación, pero solo pienso en lo mismo una y otra vez.—Sí, es muy lindo.—Que lástima no poder invitar a los vecinos a tu boda, pero ya les expliqué a los Marques que es una celebración intima.—Bueno, llegó la hora de ponernos el vestido. ¡Jenni! Cariño, ven aquí. Ayúdame con el vestido de nuestra princesa. No queremos arruinarlo.La chica que le ayudaba a mi madre llega a toda prisa a mi habitación para vestirme junto al hombre.—Es el vestido más hermoso que he visto en toda mi vida, parece costoso.—No parece, lo es.Me desnudé en frente de los que estaban en la habitación, solo tenía mi panti de encaje porque los senos debían quedar al aire libre, hacía parte de la moda del traje.—Pero miren eso, ¡Es maravilloso! Te queda tan hermoso.—Hija, tenías
FrancoComprendí a lo que Melli se refería, entendí en este preciso instante lo que ella me decía sobre no creer que podría verme en un altar. Lo interpreté cuando miré a los invitados desde donde estoy y la vi, no era la imagen que tenía para un día como hoy. El matrimonio no era una opción, pero estoy claro en que la única vez que pensé en casarme, la persona que creí estaría en frente de mi era ella, era esa misma mujer que ahora veo a lo lejos y no sujetando mi mano en altar.Puse en duda todo lo que había planeado hasta ahora, me costaba dar el sí en frente de ella. En mi cabeza estaba el impulso de responder, pero no podía abrir mi boca.Lamento lo que hago, me pido disculpa a mi por no hacer lo que mi corazón quiere, por no dejar el odio y el resentimiento a un lado y poder avanzar. Me pido disculpas por no permitirme fluir en la paz y tranquilidad; también, pido disculpas a Melli, porque no debería estar aquí viendo esto. Pido disculpa a Camila, porque sin querer también la he
CamilaMi padre me ha enseñado a pensar en todo, siempre hay que tener un plan B, un plan C y todos los necesarios para asegurar un buen resultado. Fue algo que le escuché en muchas ocasiones, que nunca apliqué, pero que a mis 26 años veo en un claro ejemplo como lo hace.—Esto no estaba en el acuerdo, señor Phillip. Parece que su palabra a perdido valor.—No, claro que no, fue algo que discutí con su abogado hace como media hora, no es mi culpa que no se lo haya comunicado.—Debía decirme antes de la boda, ¡Eso no es lo que acordamos!Franco parecía molesto, estaba muy enojado por lo que mi padre había hecho, no es que me haga sentir orgullosa.—¿Cree que iba a dejar que mi hija se casara con usted y luego la dejara como si se tratara de cualquier cosa? Señor Franco, estos cabellos blancos me lo han dado la experiencia, no son por cualquier cosa. Sabe que así debe funcionar todo, me sorprende que tome esa actitud.Franco me mira y veo repudio en él.No me gusta la posición en la que
FrancoNo me lo esperaba, creí que tenía todo bajo mi control. Pero ese maldito siempre tiene un pie por delante por de mí, parece que nada cambia, el tiempo fortalece a las personas; ya verás, también sé jugar, solo debo mover mis fichas.—Señor, ¿desea algo para comer?—No, estoy bien. Pero prepare algo para la nueva huésped.Salí de casa y pedí que preparen el auto.—Por cierto, Daila, que mis padres no la vean cuando lleguen a casa. Que no salga de su habitación, suban lo que ella necesite.—¿Cómo?—Así como escuchó.—Si señor.El jefe de seguridad abrió la puerta de mi carro.—Josué, esta noche no volveré. Encárguese de enviar a mis padres a casa a salvo.—Si, señor Collins.Cerré la puerta del auto y le pedí al conductor que se pusiera en marcha.—¿A dónde lo llevo?—Al hotel de siempre.Mientras el conductor de alejaba de la casa, le escribí a Melli para vernos, fue lo que hablamos y le prometí vernos.—Hola, tenemos que vernos en el lugar de siempre, ya voy en camino.Le di la
CamilaMe mantuve sola en mi noche de bodas, estuve como una prisionera aun usando ese pesado vestido que ya me causaba piquiña.—Señorita, ¿segura que no quiere comer? Mire que está por anochecer.No quise resistirme más, ya fue suficiente. Desde que estoy encerrada escuché muchas cosas, a los padres de Franco, a sus empleados, todo tipo de movimiento. Me negué a abrir la puerta, pero no pude hacerme más la digna, el hambre no me dejaba.—Si, ya le abro la puerta.Levanté mi vestido y los sostuve entre mis manos, me costó un poco de trabajo; pero pude abrir la puerta.—Señorita, por fin abre la puerta. Me empezaba a preocupar.—Gracias.La señora me mira con rareza, lo sé, también yo lo estoy. Sabia que sería terrible, pero no tanto.—¿Desea algo más?—No, estoy bien, es muy amable.Recibí la bandeja y no me di la vuelta hasta que la señora no se retirara.—Oh, espere. ¿puedo hacerle una pregunta? —le digo a la mujer.—Claro que sí, dígame.—¿Sabe si el señor Franco demora?—Creo que
CamilaEra de imaginarse, esos patanes están cortados con la misma tijera. Su pasatiempo de seguro es visitar a esas bandidas en la calle, que sinvergüenza.—Señorita, aquí está su ropa. Si desea puedo acomodarla de inmediato, mientras usted baja a almorzar. El señor Franco está aquí.—Muchas gracias, Lola.—Oh, también dejaré en su closet un vestido que trajo para usted.Salí de la habitación y bajé las escaleras, tenía afán por verlo y decirle lo de mis padres.—Señor Franco, estaba esperándolo.—También necesito hablar con usted, Camila Edwards.—Quiero decirle, que necesito que deja a alguien a mi disposición para cuando necesite algo, porque hoy necesitaba que alguien fuera a casa de mis padres y…—No di la orden, aquí se hace solo lo que yo autorizo.—Pero usted me dijo que yo lo resolviera y…—Le dije que solo yo soy las ordenes, me refería a que usted sola por sus medios lo resolviera; de paso le digo que tiene prohibido gritarle a mi personal, menos encargarles otras activida
CamilaFranco intenta sobrepasarse, me sostuvo con tanta fuerza que maltrataba mi piel. Mis labios se irritaron por la forma brusca de besarme.—¿Qué hace?Lo aparté con fuerza de mí, no toleraba sentirlo cerca.—Camila, no sea una patética. Si no recuerda, usted y yo nos casamos —responde sosteniendo mi mandíbula.—No quiero que vuelva a tocarme.Halé mi brazo con fuerza para apartarlo de mí, quise dejarlo e irme a la barra por un trago, pero él insiste en retenerme.—¿Qué cree que está haciendo? Le dije que sus berrinches de niña pequeña se habían acabado, conmigo no, haga lo que quiera con su padre; pero conmigo no.Franco me tomó de la mano y me volvió a pegar a su cuerpo.—Aquí está mi esposa. Mira cariño, ella es Camila Edwards.—¡Oh! Eres una mujer encantadora, vi tus fotografías de la boda y de inmediato quise saber más sobre la novia más hermosa que he visto.—Es muy linda en decir eso, ahora si me permite, iré a la barra por una bebida.Aproveché el momento para alejarme, Fr