Chantal.Ya en su pequeña y cálida habitación, entre los brazos de Dixon, aún las palabras de él retumbaban en su cabeza junto con la deliberada acción de ella. Sí, intentó camuflar la pequeña decepción dentro de su pecho con sexo duro, intentó sobreponer el placer carnal donde supuestamente debería haber algo más, y eso la confundía de la peor manera. Sin embargo, si lo había logrado, por qué la simple acción de estar tumbados en la misma cama, la llenaba más que lo anterior. La aliviaba de otra manera muy diferente. Sentía la tibieza de su cuerpo mezclarse con la de él. Su pasiva respiración sobre sus rizos. La forma en la que la sostenía, como si no la quisiera dejar ir nunca. Todo eso, se sentía perfectamente bien, y era todo de ella, por el momento. Por una vez no se sentía sola, y se decidió disfrutarlo, sin pensar en nada más.Al día siguiente, se escurrió de la cama con la mayor sutileza. Se sentó en su escritorio y abrió el portátil. Tenía un artículo en el cual trabajar, y
Chantal.Extasiada, así se sentía. Era una sensación de ligereza que la hacía tocar la felicidad como si dicho estado de ánimo fuera palpable. No podía evitar sonreír o morderse el labio inferior cada vez que los placenteros recuerdos recorrían su mente. Llegaban abruptos y demandantes, junto con un par de ojos azul oscuro que le estremecían hasta la última célula de la piel, que la inundaban en sus adentros con una calidez desbordante.Era por él, por lo que le provocaba, por lo bien que le hacía su simple compañía, por como la prendían sus besos, sus caricias, el contacto de pieles cada vez que tenían intimidad. Era por Dixon Derricks, por su capacidad de saciar su hambre cuando él mismo la provocaba. Todo iba más allá, todo se estaba intensificando, todo se le estaba volviendo peligroso y adictivo, pero más que asustarla, le daban ganas de gritar lo bien que se sentía a los cuatro vientos.—Y esa, señoras y señores, es la cara de una mujer complacida sexualmente en todos los ámbit
Chantal.Miró a los ojos a la castaña, la forma en la que sus orbes verdes se teñían de angustia. La forma afligida en la que se tocaba el pecho, intentando valer su punto de vista ante el de su hermana."Tal vez no todos tengan la misma forma de amar" Sin dudas, eso que desprendía Amber no era más que el miedo de perder a quien amaba. Quiso comentar algo al respecto, pero qué podría agregar ella, no sabía que podía aconsejar en esos casos.Vio como Anne se marchó de la sala con el ceño fruncido y la castaña la seguía incómoda con la mirada, y con las disculpas en la misma punta de la lengua. Intentó calmar la situación, pero en ese preciso instante tocaron la puerta. Amber se levantó sin ánimos a abrirla. A la vez que Chantal rebuscaba en su cerebro que decir a todo lo ocurrido, pero el chillido de emoción de su amiga la sacó de todo sus divagues. Esta se aferraba al cuerpo del fornido a la vez que se lo comía a besos. James le correspondía candentemente. La rizada intentó apartar
Chantal.Justo cuando pensó refutarle las puertas del elevador se abrieron. Salió disparada de la jaula de metal como alma que lleva el diablo. Había sentido las palabras de aquel chico como si de un veneno lento mortal se tratasen, de esos que iba directo al cerebro y se instalaba en este para esparcir las toxinas por todo el cuerpo provocando una muerte inevitable. Ese Sam, que había a sus espaldas, no era el que ella suponía conocer.—Buenas tardes —la chocante voz de Debby hizo que detuviera su intento de huida—, a los dos —espetó con molestia mirando por encima del hombro de la rizada al hombre que se encaminaba hacia ellas.—Buenas tardes, Debby —saludó con un tono firme. Sam, por su parte se limitó a asentir.—Es bueno verlos a los dos —su mirada avellanada les recorrió juiciosamente—. Tienen mucho trabajo que hacer como para darse el lujo de andar fraternizando tanto.—Nos encontramos de casualidad, Debby —espetó el barbudo rodando los ojos—. Además lo que hagamos en nuestro t
Dixon....Sus carnosos labios le besaban con premura. Las finas manos le esculpían el pecho a la vez que lo arrinconaba en una esquina de la enorme cocina de la mansión Derricks. El corazón le latía rápido, más por lo que aquella mujer le provocaba que por la excitación misma. Harper gemía con cada contacto de piel, era un poco ruidosa, y eso a él le encantaba. Adoraba la idea de ser sorprendidos por cualquiera en una situación tan comprometedora. Le daba vida a ese juego que ambos se atrevían a practicar en cada ocasión oportuna. No había mujer como esa, al menos no una que él hubiese probado. Ella era amante del peligro, de lo prohibido, una diosa en la cama que eras capaz de subirlo al cielo y bajarlo hasta el infierno en cuestiones de segundos. Harper no era la manzana, era la misma serpiente del paraíso, cargada de todo lo pecaminosamente delicioso que pudiera existir en el mundoLa tomó del cuello y la giró bruscamente, haciendo que su cuerpo chocase con la pared. Le tomó los la
Dixon.Aquellas palabras se le clavaron en el pecho como un puñal cargado de recuerdos tan hirientes como gratificantes. Era verdad, ella había sido el principio, en lo que se había convertido, en un hombre que va de cama en cama robando orgasmos femeninos. Tal y como Harper lo había adiestrado. Ella lo había usado para darle el placer que su padre no le proporcionaba. Por su mente pasó todo en cuestión de segundos, la diversión fortuita, los gemidos ocultos, la excitación profanada, los celos inexpresables. Las tantas veces que ella se había escurrido en su habitación en la madrugada. Los "te amo" de ambas partes, y la decepción sentida al arriesgar todo por ella para nada.Desde ese último momento había sentido que el vacío lo consumía, nunca volvió a ver a una mujer con respeto, todas le parecían iguales. Máquinas de placer, nada más. Tiñó su vida con la arrogancia y cerró su corazón. En cierto punto la mujer frente a él tenía razón, él había sido en lo que ella lo había convertid
Dixon.—Me alegra que lo pienses así —le habló en tono reconfortante—. Es eso o quedar arruinados por Harper. Sí, porque sabemos que nos va a sacar hasta el último centavo por su silencio.—Lo intenté todo, Derek —confesó angustiado—. Quise alejarla de todo, quise mantener la mentira, quise olvidar el abismo en el que nos lancé.—Intentaste todo menos la verdad, Dixon —suspiró con pesadez—, y tal vez esa sea la mejor solución.—¿La mejor? —le dijo incrédulo—. Si le hubiera dicho el porqué irrumpimos en su vida no nos miraría la cara, Derek.—Lo sé, pero tampoco estaba en el plan que tuvieras una relación con ella.—No me arrepiento por mí ¿Cómo podría? Si ella es lo mejor que me ha pasado —cerró los ojos con amargura—. Lo siento por ella, porque siento que la estoy arrastrando a una verdad que no es mía, a una que sé que ella no quería conocer.—De nada vale lamentarse —le habló fuerte—. Sabíamos que esto iba a pasar. Te apoyé en todo y lo seguiré haciendo. Como quiera que sea, ambos
Chantal.La inseguridad le devoraba el alma, como una jauría salvaje que solo trae susurros desesperanzados a lo que había sido un corazón lleno de aliento. Yacía sobre su cama, sintiendo que el mullido lecho que tantas veces fue su refugio ahora la incomodaba de la peor manera. Todo se le hacía demasiado chico, todo ameritaba una queja, una razón para salir de allí e ir a buscarle. Eran pasadas las once de la noche y él no había llegado. Intentó mantener la calma, pero le era imposible, apenas había comido bien. Quiso ocupar su mente estudiando, pero la misma duda le seguía revoloteando los nublados sentidos ¿Quién era esa mujer?. Esa hermosa mujer, Harper. Como creyó escuchar que él la había nombrado. Seis letras que revolucionaron todo a su alrededor de una forma abrupta e injustificada.Cada vez que cerraba los ojos recordaba sus celestes orbes mirándola con superioridad, arrogancia, con un aire triunfal. Como si la conociera de algún lado. Como si supiera algo que ella ignoraba.