Chantal.La inseguridad le devoraba el alma, como una jauría salvaje que solo trae susurros desesperanzados a lo que había sido un corazón lleno de aliento. Yacía sobre su cama, sintiendo que el mullido lecho que tantas veces fue su refugio ahora la incomodaba de la peor manera. Todo se le hacía demasiado chico, todo ameritaba una queja, una razón para salir de allí e ir a buscarle. Eran pasadas las once de la noche y él no había llegado. Intentó mantener la calma, pero le era imposible, apenas había comido bien. Quiso ocupar su mente estudiando, pero la misma duda le seguía revoloteando los nublados sentidos ¿Quién era esa mujer?. Esa hermosa mujer, Harper. Como creyó escuchar que él la había nombrado. Seis letras que revolucionaron todo a su alrededor de una forma abrupta e injustificada.Cada vez que cerraba los ojos recordaba sus celestes orbes mirándola con superioridad, arrogancia, con un aire triunfal. Como si la conociera de algún lado. Como si supiera algo que ella ignoraba.
Chantal.Esperó unos minutos antes de salir de la habitación. Corrió hasta su cuarto y cerró la puerta con sigilo. Se acostó en su cama haciéndose un ovillo, usando su colcha como si de una fortaleza impenetrable se tratara. Entonces, escuchó el errático latir de su corazón producto del susto pasado. Intentó buscar sentido en todo, en la tardanza de Dixon, en las insinuantes palabras de James, en la reciente invasión de su mejor amiga al revelar algo tan íntimo sobre ella. Todo le daba vueltas en la cabeza y la hacían sentir al borde del colapso. Percibía las situaciones distantes, y a la vez entrelazadas de una forma inexplicable. No pudo de esa manera dejar de pensar en su madre, en la falta que le hacía. En el dolor que le ameritaba el simple recuerdo de lo que era. En lo mucho que temía terminar igual a ella.Quedó dormida sin saber a qué hora, el tiempo en esos momentos parecía transcurrir demasiado lento. A pesar de estar en un letargo a ojos cerrados, logró sentir como la puer
Chantal.Había sido una declaración que dejaba mucho que pensar del hombre frente a ella, que lo llegaba a caracterizar de la peor manera, de una que ella nunca imaginó. Era demasiado fuerte eso que corría por sus venas a la vez que los segundos pasaban entre ellos sin decir una palabra. No podía dejar de pensar en aquella hermosa mujer, en todo lo que él había manifestado sobre ella, en lo que había hecho por ella, en el candente amor que había sentido o aún sentía. Una punzada se clavó en su pecho. Recordó como los celestes ojos de Harper la habían mirado, restregando su victoria contra los negros de ella. Esa mujer era consciente de la fuerte historia que ambos compartían y de que Dixon, no sería capaz de resistírsele.—Si te digo, que no sucedió nada entre nosotros —continuó él—, ¿me creerías, Chantal? —los ojos de la rizada se cristalizaron—. Confiarías en mí, en mi palabra.... —¡No sucedió nada, Clarisse! —Robert evitaba a su madre que no dejaba de gritar y arrojar cosas en su
Chantal.El insomnio le manchaba el rostro como fantasma errante que le recordaba todo lo ocurrido en días anteriores. Sus ojos eran fieles exponentes de la tristeza que amenazaba con hacerse parte perpetua de ellos. Suspiros cargados de cansancio, decepción y dolor salían de sus labios. Se mezclaban con el vapor humeante del café que danzaba lento, delante de sus fosas nasales. Miraba a través de la gran ventana de cristal de aquella cafetería, veía a las personas pasar. Cada quien concentrados en sus propios problemas. Tan diferentes y tan iguales. Tan libres en apariencia y tan prisioneros de sus propios sentimientos. Así los percibía ella, así se sentía, culpable de cometer un delito por el que había jurado una y mil veces no sucumbir.En ese preciso momento extrañaba lo que había sido meses atrás. Extrañaba su burbuja, su propio espacio con las personas necesarias, con sus convicciones de acero, en apariencia, impenetrables ¿Es que estaba escrito en la vida de todos caer por una
Chantal.Por esa masa de emociones que es capaz de tomar el color que amerite la situación y colarse en cualquier lado. Sin dudas era una plaga, una incontrolable y que acababa todo a su paso. No sabía qué decir a Anne, respecto a Amber o a ella misma. En esos momentos prefería mantenerse al margen de todo, no pensar en nada, no pensar en él. Tal vez era la decisión más cobarde, pero la que mantendría el tiempo congelado en la ignorancia de todo aquello que anhelaba olvidar.Terminó su café con dos sorbos seguidos, le sonrió a su amiga intentando disimular la pena en su mirada. Cambió el tema, dio la vuelta a todo y la rubia le siguió el juego porque ya había expresado todo lo que venía a decir. Chantal intentó apartar todo atisbo de tristeza de ella misma. Se le escaparon varias sonrisas genuinas, y eso en el fondo, la llenó de la esperanza de que todo iba a mejorar.Era bastante tarde cuando aventuró al elevador temerosa de lo que podría encontrar cuando sus puertas de metal se abr
Chantal.Se sentó en su escritorio y escribió ese artículo que creía imposible argumentar a base de su ignorancia en el amor. Dio respuesta a todo lo que se retorcía en su alma. Lo hizo con un par de ojos azul oscuro persiguiendo su subconsciente, latiendo dentro de ella como el más mortal de los males.Cuando terminó tomó el papel escrito en tinta azul. Se debatió entre entregarlo al otro día o dejárselo a alguien. No quería tentar a su suerte, regresar y encontrarlo de casualidad. Sabía que no podría con tanto. Por lo que tomó el manuscrito y se dirigió a la oficina de Derek, intentó entrar, pero estaba cerrada. Se agachó para deslizar el papel debajo de la puerta cuando unos sigilosos, pero audibles pasos, la hicieron girarse.—No piensas regresar más, ¿verdad? —se posicionó frente a ella que lo miraba sorprendida.—No por estos días —se encogió de hombros—. Ten —le extendió la hoja de papel—. Lamento mucho la demora, soy una irresponsable, no debí tardar tan...No terminó de habla
Dixon...."Nunca he creído en fantasmas, ni posesiones de cuerpo y alma. Pero cuando hablamos de amor, qué otra cosa nos ha de venir a la mente si no es ese sentimiento errante que por siglos ha sido tema de libros, canciones, y musa de poetas. Siempre revelando lo maravilloso que es sentirse enamorado. La vida que da al ser humano el simple hecho de amar. Yo, particularmente, "no creo en eso del amor", esa era mi frase a la hora de cortar ese tema del que tanto adoran comentar.¿Pero qué sucede cuando de un momento a otro llega alguien para acabar con cada una de tus convicciones? Por mucho que te resistas una vez admitas la atracción, serás víctima del deseo. Vendrán las noches apasionadas, las madrugadas llenas de charlas, se conocerán mutuamente y ya no habrá vuelta atrás. Amar no es lindo, no es maravilloso, por más que te haga sentir lo contrario, amar duele, limita los sentidos y te hunde en la falsedad de que a pesar de los defectos esa persona es perfecta.Amar es sacrifici
Dixon.Había llegado a la enorme mansión que cuando niño, creyó era su hogar. Se veía igual que siempre, meticulosa y organizada, con demasiado mármol y objetos dorados a modo de decoración. Los Derricks siempre habían mantenido sus gustos refinados, aunque a Dixon le parecía una reverenda mierda, su padre sí era un digno exponente de su apellido.Caminó por el solitario vestíbulo, ni siquiera la servidumbre del lugar se encontraba para recibirlo. Era lo mismo que recordaba, lo mismo por lo que no soportaba volver a su casa, por la soledad, ese vacío que le calaba los huesos entre lujosas paredes. Los sonoros pasos de unos tacones se acercaban a él. Dixon dirigió su mirada al pasillo, la silueta de una mujer de estatura media con vestido color crema a la altura rodillas, se hizo presente. —No pensaba que llegarías tan pronto —le regaló una cálida sonrisa—, dios, eres idéntico a tu padre —se acercó a él con intenciones de abrazarlo, pero Dixon retrocedió con recelo.—¿Y usted es...?