Chantal.Lo envió a la página y esperó un instante antes de partir.Se apresuró pues no quería llegar tarde, entró en aquel ascensor casi que corriendo, en último minuto antes de que este se cerrara en su cara. Respiró profundo con alivio, cerrando sus ojos por unos segundos. -¡Buenas tardes, bella Chantal!-dio un brinco al darse cuenta de que no estaba sola. De hecho aquel elevador estaba demasiado concurrido a sus espaldas.Se giró y casi desfallece a ver quienes se encontraban ahí, o mejor dicho ¿Quién no se encontraba ahí? Parecía que hoy todos en "Luxury Voices" estaban contra el reloj.-Hola a todos -dijo dientes y se obligó a sonreír. Se dirigió a Derek que con tan buenas ganas le había saludado-. ¿Qué casualidad coincidir todos aquí? -pasó su vista sobre los presentes. Cada cual se veía inmerso en su mundo.Debby en la esquina izquierda sostenía unos papeles, intentó saludarla con un gesto forzado, pero en este se le notaba el desagrado que sentía por ella. En la esquina dere
Chantal.Dixon estaba recostado al borde del escritorio marrón, con las piernas cruzadas. Sostenía su móvil en la mano y asentía con una mueca de aceptación en los labios, mientras observaba la pantalla. Chantal estaba paralizada ante su imponente figura, el aura que emanaba se sentía tan sombría y disgustada que los pelos de la rizada se le pusieron de punta.-Es de mala educación entrar a un lugar sin que lo inviten -sacó el valor para hablar. Él posó sus azules ojos en ella tranquilamente-. Más estando así -le señaló completo, a lo que él la observó de arriba a abajo deteniéndose en el borde de su vestido-, pareces un puto fantasma -titubeaba ¿Cómo no hacerlo? Si los ojos azules de aquel hombre, con ese brillo de depredador en ellos, la ponían más nerviosa de lo que estaba.-Siento si te asusté. Necesitaba hablar contigo, pero no quería interrumpir tu momento íntimo con Sam -alzó una ceja a lo que Chantal rodó los ojos. -No era ningún momento íntimo -caminó hacia él y dejo su bols
Chantal. Esta vez no le había contado a nadie lo sucedido con Dixon hace unos días. Después de meditarlo mucho, mantenía la mente fría y ocupada al respecto. Iría a la fiesta, claro que lo haría, solo que las cosas no iban a ser como ese idiota quería. Se había cansado de que él hiciera esas cosas así con ella. Ese Derricks se estaba aprovechando de ser todo un Casanova, jugaba con sus hormonas reprimidas porque sabía que él le gustaba. Sí, ya lo había admitido: Dixon Derricks le gustaba, como nunca nadie le había gustado antes. El hecho era que él se daba cuenta de su inexperiencia y disfrutaba torturarla cada vez que se le daba la oportunidad, quería tenerla a sus pies, pero Chantal ya había leído los suficientes libros y mensajes en su sección sobre hombres que utilizan el plan sexual para controlar mujeres y ella no podía ser una de esas víctimas tontas que después no hallaba como zafarse del amarre. Lo que fuese lo que él pensaba hacerle, ella se la tenía que hacer mucho peor y
Chantal.Se encontraba tan ensimismada en sus pensamientos que no se dio cuenta de que ya estaban frente a aquel edificio que Dixon le había señalado hace un tiempo. Bajaron del auto, y desde ahí se escuchaba el retumbar de la música. Luces de varios colores se movían a un ritmo calculado en el tercer piso. Chantal alzó su vista y observó el panorama. Ya estaba allí, a punto de subir y poner en marcha un plan que ni siquiera tenía, pero tenía que llenarse de valor y actuar en el momento, no podía dejar que ese "idiota" se saliera otra vez con la suya.Llegaron al lugar, la puerta estaba abierta. Entre los pies se colaba el humo que expedía una máquina, parecía neblina. El apartamento era enorme y se encontraba lleno de personas, todas con sus disímiles disfraces, bebían, conversaban y bailaban entre aquella decoración tétrica que ofrecía el lugar. Había fantasmas y telarañas colgados del techo, calabazas con rostros espantosos y las bebidas y licores eran de un rojo sangre o verde fo
ChantalAnne había desaparecido, como de costumbre, y Amber decidió tomar un respiro.—Vamos a la terraza trasera —sugirió el fornido a la rizada tomando a su novia de la mano—, la vista es espectacular.Chantal los seguía, por un momento se cuestionó como era que sabía eso. Pero luego recordó que era primo de los Derricks. Según avanzaban la decoración se hacía más sombría e íntima. Al frente ya se observaba la amplitud de la terraza, pero lo que captó su atención fue una habitación donde se oía un pequeño bullicio antes de llegar al final. Chantal se detuvo frente a la puerta, estaba abierta, parecía una sala más privada, adornada con velas y una decoración a tonos lúgubres. Estaba llena de personas, todos con sus disfraces oscuros y tétricos, excepto por alguien que ella conocía bien. Portaba un traje blanco e impecable, que se le ajustaba completamente a su atlética figura, con la excepción de que usaba una corbata de satín rojo, que hacía juego con el antifaz del mismo color, ha
Chantal.Pasó el seguro. Sentía como su corazón latía rápidamente. El estómago le daba brincos delatando el nerviosismo creciente dentro de su ser. Estaba sola con él y encerrados en la que parecía ser su habitación. Había accedido a seguirle y someterse a lo que él quisiera hacerle, solo que los hechos no iban a ocurrir como él los esperaba.Chantal tomó un respiro profundo cerrando sus ojos en aras de enmascarar su nerviosismo. Caminó a paso lento y calculado hasta posicionarse enfrente de Dixon. Él aún estaba sentado en el sofá, se había sacado el saco, quedado en la camisa blanca que se ajustaba perfectamente a su tersa piel. Con una mano se zafaba la roja corbata a tirones fuertes y con otra se desabotonaba la camisa, mirando a la rizada frente a él que, ensimismada, presenciaba todo el proceso. Clavaba sus ojos azul oscuro en los de ella con un brillo provocativo que la hacía permanecer estática a la espera de él, como si ese fuera el mandato que le ordenaban sus hipnóticos orbe
Chantal.Él aún mantenía los dedos empapados sobre su intimidad. Observó el semblante extasiado de Chantal y la satisfacción le hizo sonreír. Esta le correspondió, viendo aquel brillo de suficiencia en sus ojos azules. Sintió un gran bochorno y con un movimiento rápido se corrió hacia un lado, quedando sentada al otro extremo del sofá. Detalló a Dixon, desde su agitada respiración, los dedos relucientes con sus fluidos, hasta el enorme bulto que permanecía erguido entre sus piernas. "¿Y ahora que se supone que debo hacer?"Aún sentía el desmoronador éxtasis relajando su cuerpo. Observaba a Dixon dudosa, él lo notó.—No tienes que decir nada, Chantal —se acercó más ella—. Tengo la prueba de que te encantó entre mis dedos —jugaba con el espesor regalándole una sonrisa traviesa—. ¿Ya vas a admitir que te gusto? ¿Qué me deseas? —la arrogancia se sumía en sus palabras.—¡No seas tan creído, Dixon! —objetó, a lo que él frunció el ceño—. A cualquiera... —la manera con la que él la miraba l
Dixon.Despertó entre las sábanas grises, con el torso desnudo, aún usando los pantalones blancos. Parpadeó varias veces, intentando acostumbrarse a la molesta luz que se colaba a través las cortinas. Pasó sus manos por el rostro, se sentía cansado. No había dormido prácticamente nada. Su cabeza era lío, y todo se lo debía a "Chantal Robinson", menuda niña con genes malditos que tenía la habilidad de volverlo loco ¡Y de qué manera! Podía jurar que todavía la fragancia semidulce que usaba, rondaba como fantasma por su habitación. Recordándole que la tuvo ahí, que fue de él por un instante, que la llevó al cielo como nunca había hecho con otra, o al menos, no así. Cada caricia, cada roce, cada beso, seguían vívidos en su mente, latentes, perceptibles, como si le fuera imposible borrarlo. Cincelando fuertemente sus sienes, era una tortura. Ella le sabía a eso, a tortura, a capricho, a deseo interminable que no era capaz de concretar de una vez.En sus manos estuvo tomar lo que deseaba l