Esa noche, al contemplar la hermosa vista de la ciudad de Ottawa, desde el apartamento de Austin, me distraigo pensando en la charla sobre sexo que hemos tenido con Benjamín y Emma. «Es demasiado obvio que Austin y yo no nos hemos acostado, si así actuaremos después del matrimonio, seguramente todos se darán cuenta de que esto es una farsa.» De pronto siento como Austin está detrás de mí. Pone ambas manos en la barandilla del balcón, atrapándome. —¿En qué piensas? —Me pregunta y su voz y el tacto cuerpo a cuerpo, me pone nerviosa. Así que lucho, por formar una oración que pueda vociferar, pues no puedo pensar con claridad al sentir la calidez de su cuerpo. —E-es-estaba… ehhh… estaba… pensando… sii… e-en… en… —¿En qué? —Dice cerca a mi oreja, y sus palabras retumban en mi cuello, haciéndome sentir una especie de electricidad. Trago saliva, de solo imaginar esos labios recorriendo mi cuello. —¿Ava?, ¿Ava? —Me llama varias veces. —¡Eh!… si, te decía, pensaba, en… en…
Estoy en el avión, en el asiento de primera clase, junto a Austin, camino a Toronto, completamente nerviosa. «¡Ufff!, finalmente ha llegado el día, ¡me voy a casar!» Muevo la rodilla, desesperada, y empiezo a dar golpecitos involuntarios en la mesa, recordando, por qué estoy haciendo esto. «¿Y si, alguien se da cuenta de la farsa?, ¡no me puedo casar así como así!. No, no debo pensar en desistir. Firmé un contrato, y mi palabra está en juego. Al final Austin y yo no seremos marido y mujer de verdad. Solo nos casaremos en papel, y en dos años cada uno tomará su camino.» Siento como de pronto la mano de Austin, cubre la mía, deteniendo mis golpes sobre la mesa, y mirándome de forma tranquilizadora. —¿Nerviosa? —¿Se me nota mucho? —¡Sí! —Supongo que, entonces, me vendría bien una copa. Austin asiente, y llama de inmediato a la azafata. Azafata: —¿Qué se le ofrece, señor? —¿Qué te gustaría beber, amor? —Me pregunta Austin, de forma cariñosa. «Sé que estamos e
Me aclaro la garganta, y miro a Austin a los ojos, mientras lo único qué deseo hacer, es hablarle desde el corazón. —Austin, desde el momento en que te conocí, sentí una conexión especial contigo. Fuiste como un ángel, que llegó a mi vida en el momento justo e indicado. A veces, pienso que Dios te puso en mi camino por alguna razón. Durante toda mi vida, todo me fue impuesto, desde que ropa usar, qué lugares visitar, que deportes practicar, e incluso qué amistades podía tener, pero a ti, a pesar de las circunstancias, te elegí, fuiste mi decisión, y sé que eres la mejor elección que he tomado. Prometo ser lo que tú has sido para mí; mi sostén, mi luz en la oscuridad; seré tu mayor fan, aquella que no te dejará desfallecer. —Quisiera agregar la palabra “jamás”, pero sé, que esto es un contrato con fecha de caducidad, no estaría siendo sincera si lo hago. Sonrió, sin decir nada más, mientras que Austin no deja de mirarme, incluso cuando el oficiante, continúa con la ceremonia…
Al revisar el armario, me doy cuenta de que Austin, tenía razón, mi maleta, se encuentra allí, y al abrirla, también encuentro una pequeña nota de Emma. *Me tomé el atrevimiento, de comprar algunas cosas que creo necesitarás para pasar unos días maravillosos en tu luna de miel. Disfrútalos. Un abrazo. Emma. Reviso, y encuentro, protector solar, varios bañadores, toallas, bronceador, sombreros, e incluso, ropa de playa para Austin. —¡Vaya!, Emma piensa en todo. —Austin se acerca a mí. —Ni que lo digas. Los dos son buenas personas. —Dice refiriéndose también a Benjamín. —Se tomaron tantas molestias por nosotros. Aún no puedo creer que viajaran con nosotros, al Puerto de Quebec, solo por hacernos este maravilloso regalo. —Sigo revisando mi maleta, y veo una prenda finamente doblada, casi al fondo, que seguramente también fue comprada por Emma. —Sí, ellos son así. Son geniales. —Dice Austin, y yo me centro en sacar la prenda de color rojo, curiosa de lo que pueda ser. Sa
Parpadeo un par de veces, al escuchar a Austin, sin comprender muy bien lo que acaba de decir. —¿Ava, has oído lo que te he dicho? —Sí, pero aún lo estoy asimilando. Austin suspira, se sienta erguido con la espalda en el cabezal de la cama, y luego gira su cabeza para mirarme fijamente a los ojos. —No tendremos sexo, pero quiero que todo lo demás sobre este matrimonio sea real. —¿Y nuestras reglas? —No las romperemos. Solamente nos comportaremos como lo hacen los esposos, sin enamorarnos y sin nada de sexo, y en dos años nos divorciaremos. Solo, déjame cuidarte como lo hace un esposo. Permíteme tratarte bien. Levanto una ceja, mirándolo con sospecha. —¿Puedo saber por qué quieres hacer esto? —Para ser sincero, tengo muchas razones. —Pues dímelas. Soy todo oídos. —Bueno, en primer lugar. Será más fácil convencer a mi abuela y a todos los que desearán que lo nuestro fracase, apenas se enteren de que nos hemos casado; y en segundo, afianzaremos nuestro vín
Austin timonea el barco, y empieza a darle la vuelta, mientras las estrellas iluminan la noche. Me acerco a él, dispuesta a disculparme por lo que dije hace un momento. —Austin, con respecto a hace un rato… lamento mucho haber dicho lo que dije. —¡No te preocupes!, fue mi error. Yo sabía de tu trasplante y tu cicatriz, y te hice sentir incómoda al quedarme viéndola. No fue cortes de mi parte. —Me mira por primera vez, desde que está hablando. —Pero, si quiero que tengas claro algo, Ava. Yo siento por ti muchas cosas, menos lástima. Entiendo que no quieres que vea tu cicatriz, y lo respeto. En un arrebato, por alejar los tontos miedos que me invaden, me quito la blusa y quedo solo con el sostén, dejando ver una gran parte, de la línea cicatrizada, que está en el centro de mi pecho. —Ava, ¿qué haces? —Dejando de ser una tonta… Austin, intenta ver hacia otro lado. —Tranquilo, no tengo miedo de que la veas. —No es eso… es que… no quiero verte… —¿Eh? —Me confunde
—Esa es la idea abuela. —Dice Austin muy tranquilo. —Apenas supe que necesitabas hablar conmigo, cancelamos nuestra luna de miel. Que se suponía sería todo el fin de semana, con unos días adicionales, empezando desde el jueves… —Termina de decir Austin muy feliz, pero a su abuela no parece importarle su explicación. Ella sigue mirándome fijamente, como si quisiera encontrar algún defecto en mí. —Pues bien, no hay más que decir. Vengan, vamos a cenar. Tenemos mucho de que hablar. —Nos indica Savanah, quien nos guía al comedor. Me siento en la enorme mesa del comedor al lado de Austin, sonriendo y tratando de ocultar el hecho de que estoy muy nerviosa. «Quiero que Savanah me acepte. No me gustaría sentirme rechazada.» Varias empleadas empiezan a poner la mesa, y el ama de llaves, sirve en los platos, Caviar y pasta carbonara para la cena. Savanah, me mira con curiosidad. —¿Ava, gustas iniciar?, porque no empiezas probando el caviar —Me pregunta mi abuela política, ofrecié
Me quedo completamente congelada, incapaz de creer lo que Savanah acaba de decirme. Sin poder emitir una sola palabra, intento procesar la situación. «¿Qué debo hacer o decir en este caso? Austin se levanta de la silla, mirando firmemente a su abuela.» —Te adoro abuela, eres muy importante para mí, pero no permitiré que trates así a mi esposa. —Ustedes fueron quienes me insultaron primero al casarse sin mi permiso. —Responde Savanah, mientras se cruza de brazos. —No necesito tu permiso, abuela. Por si no te has dado cuenta, soy mayor, y puedo tomar mis propias decisiones. Mi vida solo la manejo yo. «¡Ay por Dios, esto es un desastre!» —Mis manos empiezan a temblar ante la zozobra y el nerviosismo. —«Se supone que Austin se casó conmigo, para cumplir la petición de su abuela, pero todo está saliendo terriblemente mal. La verdad es que jamás conté con que Savanah me odiaría tanto, sin darse la oportunidad de conocerme. Ni siquiera le importa, lo elegante, inteligente o