Capítulo 98. Verdades amargas.

Amelia se quedó paralizada en la puerta, observando la escena frente a ella. La habitación era un caos, con objetos esparcidos por el suelo y la cama revuelta. Pero lo que más la impactó fue la mirada de Sergio, una mezcla de sorpresa, dolor y algo más que no pudo descifrar.

Por un momento, ninguno de los dos habló. El silencio era pesado, cargado de emociones no dichas y tensión palpable.

Finalmente, Amelia dio un paso adelante, cerrando la puerta suavemente detrás de ella.

—Sergio... —comenzó, su voz suave pero firme. —¿Qué está pasando?

Sergio la miró, sus ojos brillando con una mezcla de emociones que Amelia no pudo descifrar completamente. Había dolor, rabia, y algo más... ¿Vergüenza?

—¿Qué haces aquí, Amelia? —preguntó Sergio, su voz ronca y cansada. —¿Vienes a regodearte de mí miseria y a lanzarme en la cara tu buena fortuna y felicidad?

Amelia negó con la cabeza, dando otro paso hacia él.

—Sabes que no es así. Vine porque me preocupo por ti, Sergio. Quería saber cómo estabas
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