Alejandro mantuvo la mirada fija en Amelia, su mente trabajando a toda velocidad para encontrar una explicación convincente. No esperaba que lo descubriera tan pronto, y ahora enfrentaba la incómoda tarea de responder sus preguntas sin revelarle nada.Amelia por su parte, sintió que su corazón se aceleraba. La preocupación se transformó en un torrente de pensamientos confusos. “¿De qué estaba hablando? Alejandro ¿Qué estaba ocultando?” Esa pregunta resonó en su mente mientras intentaba discernir el tono de la conversación de Alejandro. La mirada de Amelia se endureció; su mente corría desbocada.—¿De qué no quieres que yo me entere? —insistió, su voz temblorosa, pero firme. No podía evitarlo, necesitaba respuestas.Alejandro se dio la vuelta, su expresión se tornó de sorpresa a una leve tensión.—Amelia, mi amor, no es lo que piensas —y por primera vez lo vio nervioso. —Entonces explícame, porque la forma en que hablas suena como si estuvieras ocultando algo importante —dijo ella, c
Naomi tomó un respiro profundo, tratando de mantener la calma. Sabía que debía manejar la situación con cautela, pues cualquier respuesta podía empeorar las cosas. Además, temía que al verlo se diera cuenta de que ese niño a quien se refería, era su hijo.Sergio la miró con una mezcla de determinación y desconfianza, como si estuviera esperando que ella dijera algo que confirmara sus sospechas.—No puedo hacer eso, Sergio —respondió, con suavidad pero con firmeza—. No es tan sencillo como simplemente traer a mi hijo y a mi madre aquí. Ellos necesitan estabilidad, y no quiero sacarlos de su entorno.Sergio frunció el ceño, claramente frustrado con su respuesta. No estaba acostumbrado a que alguien se negara a cumplir sus deseos. Se quedó en silencio, observándola como si tratara de entender sus verdaderas motivaciones.—¿Por qué no lo haces? —preguntó, su tono más frío—. Necesito una persona a tiempo completo. ¿Por qué te niegas? ¿Acaso tienes algo que esconder?Naomi sintió un nudo en
La suite estaba decorada de una manera que Amelia jamás había imaginado. Pétalos de rosas rojas cubrían el suelo, formando un camino que comenzaba desde la entrada y se extendía hasta el centro de la habitación, donde una alfombra de pétalos delineaba una trayectoria clara. A ambos lados del camino, estaban ubicados unos candelabros de cristal que emitían una luz suave, creando un ambiente cálido e íntimo. El aroma floral llenaba el aire, y una música suave se escuchaba de fondo, envolviéndola en una atmósfera de ensueño. Amelia dio unos pasos hacia adelante, sin poder evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas de emoción. Su corazón latió con fuerza, sintiendo una mezcla de asombro y felicidad cuando vio a Alejandro aparecer.Allí estaba él, vestido de manera impecable con un elegante traje negro. Su mirada reflejando una mezcla de nerviosismo y amor, y antes de que Amelia pudiera procesar lo que estaba pasando, Alejandro se arrodilló frente a ella, sosteniendo una pequeña caja de
Las manos de Alejandro recorrieron el cuerpo de Amelia con reverencia, como si estuviera adorando a una diosa. Ella se estremeció bajo su toque, dejando escapar un suave gemido que encendió aún más la pasión entre ambos. Sus labios se encontraron en un beso ardiente, transmitiendo todo el amor y el deseo que habían contenido durante tanto tiempo.Amelia se perdió en las sensaciones que Alejandro despertaba en ella. Cada caricia, cada beso, la hacía sentir más viva que nunca. Sus manos se enredaron en el cabello de él, atrayéndolo más cerca, ansiosa por sentir su piel contra la suya.—Te amo, Amelia —susurró Alejandro contra su cuello, su voz ronca por la emoción—. Eres todo para mí.Esas palabras tocaron lo más profundo del corazón de Amelia. Ella se permitió ser completamente vulnerable, entregándose por completo a Alejandro y al amor que sentía por él.Sus labios se encontraron en un beso ardiente, transmitiendo todo el amor y el deseo que sentían uno por el otro. El mundo fuera de
La mañana siguiente, Amelia y Alejandro regresaron a la casa con la felicidad y el amor aún reflejados en sus rostros. Al entrar, fueron recibidos por Esmeralda, quien los miró con una sonrisa divertida y una chispa de picardía en los ojos.—¡Vaya, vaya! Pensé que matarías a mi pobre hijo cuando creíste que te estaba engañando —comentó Esmeralda riendo mientras cruzaba los brazos—, ¿te gustó la sorpresa?Amelia sonrió, sintiéndose ruborizar. Aún estaba llena de los recuerdos de la noche anterior, y la emoción era evidente en su expresión.—Claro que sí, Esmeralda. Fue absolutamente maravilloso —dijo, con el rostro iluminado—. Y pensar que yo, en mi inseguridad, llegué a creer lo peor de Alejandro... Pensé que me estaba engañando, cuando todo el tiempo me estaba preparando una velada tan espectacular. Tuve que pellizcarme varias veces para asegurarme de que no era un sueño. Y veo que tú eras la cómplice principal.Esmeralda soltó una carcajada suave, complacida.—Por supuesto que lo er
Naomi sintió que el pánico comenzó a apoderarse de ella. La insistencia de Sergio en acompañarla amenazaba con arruinar todos sus planes. Sabía que si él veía a Alexandre, podría reconocerlo o al menos sospechar de su parecido y más si llegaban a la casa de Alejandro. Tenía que encontrar una manera de evitar que Sergio los acompañara."Piensa rápido, Naomi", se dijo a sí misma mientras trataba de mantener una expresión neutral.—Sergio, aprecio tu interés, pero de verdad no es necesario que vengas —intentó una vez más, manteniendo su voz tranquila—. Mi hijo es muy tímido con los extraños y no quiero incomodarloSergio arqueó una ceja, su mirada penetrante fija en Naomi. —¿Extraños? Nosotros no somos unos extraños, Naomi te recuerdo que soy tu jefe —dijo con un tono suave, pero cargado de intención—. Además, si vamos a tener una relación laboral indefinida, y vas a vivir aquí, lo más natural es que conozca a tu hijo, ¿no crees?Naomi sintió que el suelo se movió bajo sus pies. La dete
Naomi miró al chofer con una expresión de pánico que intentó esconder tras una sonrisa forzada. Sabía que tenía que reaccionar rápido para controlar la situación. Subió al niño al auto, mientras enfrentaba al chofer.—Oh, no, ¡nada de eso! —dijo, tratando de sonar despreocupada mientras una oleada de nerviosismo le recorría el cuerpo—. Es solo una coincidencia. A veces las personas rubias tienden a parecerse, ya sabes... Pero te aseguro que no tiene relación con la familia del jefe.El chofer pareció confundido por un momento. Frunció el ceño, y luego, tras unos segundos de duda, asintió lentamente.—Supongo que puede ser una coincidencia —murmuró, aunque su tono no mostraba total convicción.Naomi sonrió, intentando mantener una actitud relajada mientras subía ella también en el coche. Miró al chofer directamente, sosteniendo su mirada.—Si es eso, una coincidencia. Gracias por su paciencia, ¡de verdad! Ahora, tenemos que irnos. No quiero llegar muy tarde y que el señor se moleste—di
Alexandre, al escuchar la petición de Sergio, se quedó quieto un momento, al pendiente de lo que le dijera su madre. Naomi le acarició la cabeza, intentando transmitirle calma, pero estaba claro que no quería que Alexandre se acercara más.Pero de pronto Alexandre salió huyendo, corriendo ante la sorpresa de los dos adultos.—¡Epa niño, espera! —exclamó Sergio, sintiendo que el pánico se apoderaba de ella. ¡No te vayas! —, intentando llamar la atención de Alexandre. Pero el pequeño no se detuvo; en lugar de eso, gritó mientras corría.Los pequeños pies resonaron en el suelo mientras huía y Sergio lo miraba con una mezcla de sorpresa y fascinación.—Lo siento, señor ¡No puedo hablar con usted! ¡Mi mami me dijo que cuando lo viera corriera muy lejos de usted, porque es un ogro y un gruñón!Naomi sintió que el color se le iba del rostro. Miró a Sergio, cuya expresión había cambiado por completo. Sus ojos se habían abierto de par en par, y ahora su mirada estaba fija en ella.—¿Es en ser