Capítulo 97. Renuncia y desesperación.

El pequeño Alexandre estaba más almado después de la visita de Marina, y como estaba más tranquilo, preguntó por Anaís.

—¿Por qué no vino Anaís a visitarme? ¿Está bien? —interrogó sin dejar de mirar de Alejandro a Amelia, cuando se recordó.

—Si está muy bien, lo que le pasó en su pie fue solo un esguince que lo atendieron allí mismo en la casa, y debe guardar reposo por unos días, pero te mando saludo y desea que te mejores pronto para que regreses a casa.

El pequeño Alexandre sonrió al escuchar que Anaís estaba bien, aunque una sombra de preocupación cruzó su rostro.

—Me alegro de que esté bien, —dijo suavemente. —Fue mi culpa que se lastimara. No debí haber huido así, pero es que creí que no me querían.

Alejandro le acarició el cabello con ternura.

—No te culpes, pequeño. Lo importante es que ambos están a salvo ahora. Y nunca se te olvide que en la casa te amamos muchísimo.

—¿Cuándo podré verla? —preguntó Alexandre con anhelo en su voz.

—Cuando te den de alta la ves —manifestó Alej
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