Amelia respiró hondo, tratando de encontrar algo de paz en medio de la tormenta que sentía en su interior. Sabía que no podía quedarse cruzada de brazos mientras su presencia en la casa era motivo de conflicto, pero también estaba decidida a proteger a Anaís y a sí misma. No podía permitir que el control del abuelo Valente sobre Alejandro, destruyera eso que estaba logrando construir por su hija, defendería su posición allí con unas y dientes, porque nunca más la separarían de su lado."Esto tiene que terminar," pensó con firmeza, mientras acariciaba suavemente el cabello de Anaís, que poco a poco dejó de sollozar. La pequeña se había quedado dormida en sus brazos, exhausta por las emociones que había recibido.Amelia decidió que, en cuanto Alejandro regresara, tendrían que hablar seriamente con él. Había aceptado ese matrimonio de conveniencia, pero de acuerdo a lo que habían hablado, era serio, duradero, y por esas razones ella no podía seguir ocultándose como un ratón de bibliotec
Esmeralda entró al despacho de su hijo y marcó su número. Después de varios tonos, finalmente contestó, era la voz de una mujer."Aló, ¿quién habla?", preguntó la voz al otro lado de la línea.Esmeralda se quedó en silencio por un momento, sorprendida al escuchar una voz femenina al otro lado de la línea ¿Quién carajos era esa? ¿Se equivocó? Se preguntó."¿Hola? ¿Hay alguien ahí?", insistió la voz.—Sí, disculpe. ¿Me estoy comunicando con la habitación 1030? —respondió Esmeralda finalmente, recuperando la compostura—. Estoy buscando a Alejandro Valente. ¿Está él ahí?Hubo una pausa antes de que la mujer respondiera."Lo siento, en este momento no está disponible ¿Quiere dejarle algún mensaje?"Esmeralda frunció el ceño, sintiendo que algo no cuadraba en toda esa situación.—Dígale que su madre llamó y que es urgente que hable conmigo —dijo, tratando de mantener la calma—. ¿Podría decirme quién es usted?La mujer dudó un momento antes de responder.“Hola Esmeralda, soy Roma… por casual
Esmeralda había llegado a la misma ciudad y al hotel donde estaba su hijo.—¿Me comunica con Alejandro Valente? Soy su madre.—Lo siento, señora, pero él no se encuentra. Salió muy temprano en la mañana y dijo que estaría unos días fuera.Esmeralda frunció el ceño, frustrada por no poder encontrar a su hijo. Sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.—Entiendo. ¿Podría decirme si la señorita Romaira Santamaría está hospedada aquí también?La recepcionista dudó por un momento antes de responder.—Lo siento, señora. No puedo dar información sobre otros huéspedes.Esmeralda suspiró, pero mantuvo la compostura.—Muy bien. Gracias por su ayuda.Terminó hospedándose en el hotel para esperar a su hijo, tenía muchas explicaciones que darle, porque no se movería de allí hasta que no obtuviera ninguna respuesta.****Entretanto, Amelia tomó la mano de Anaís y juntas salieron de la mansión. El sol de la mañana iluminaba el sendero que conducía al bosque cercano, y el aire fresco
Alejandro se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la pregunta directa de su madre. Respiró hondo antes de responder.—Mamá, ¿Por qué te escuchas molesta? Además, no es Roraima es Romaira ¿Cómo sabes que estuvo en mi habitación?"¡No te hagas el tonto conmigo, Alejandro! Me importa un pepino como se llama la mujer esa” La voz de Esmeralda sonaba furiosa. "Llamé a tu habitación y ella contestó. ¿Qué está pasando? ¿Acaso te olvidaste que estás casado con Amelia? ¿Qué clase de juego estás jugando, Alejandro? ¿Qué hacía ella allí? ¿Te estás revolcando con ella?” la voz de Esmeralda estaba cargada de decepción y enojo.Alejandro se pasó una mano por el rostro, frustrado. —Mamá, no es lo que piensas, no pasó nada entre esa mujer y yo. Según ella dejó su cartera y la tarjeta de su habitación en su auto y le permití entrar a mi suite a hacer una llamada, mientras yo me fui al baño de mi habitación. Esmeralda soltó una risa sarcástica.“¿Esperas que crea eso? Y que dices de las f
El amanecer se filtró por las ventanas de la habitación, iluminando suavemente el espacio con tonos dorados. Después de una noche inquieta, finalmente había logrado conciliar el sueño en las horas de la madrugada. Los acontecimientos recientes seguían rondando su mente, pero decidió que no podía permitirse hundirse en la incertidumbre.Se levantó lentamente, y se fue a duchar, luego se vistió con un sencillo vestido azul, y caminó al cuarto de su hija, quien ya estaba despierta y vestida.—Hola princesa —la saludó con un ágil movimiento de sus manos, para luego abrazarla.La niña la besó y luego le preguntó.—¿Nos vamos a ir de esta casa? Ya no quiero a papá —expresó gesticulando sus manos con firmeza.Amelia sintió que se le encogía el corazón al ver la tristeza y determinación en los ojos de su hija. Se arrodilló frente a ella, tomando sus pequeñas manos entre las suyas.—Mi amor, entiendo que estés molesta y confundida —respondió Amelia con suavidad en lenguaje de señas—. Pero no
Mientras salían de la casa, Esmeralda añadió:—Ya verás como Alejandro caerá rendido a tus pies babeando como un tonto… así era su papá, no se dan cuenta de lo que quieren tan fácilmente —pronunció la mujer con un suspiro.Amelia se sintió un poco extraña por las palabras de su suegra y pensó que quizás ella no se recordaba que ese matrimonio no era por amor, por eso intentó aclararle.—Señora Esmeralda, ¿Acaso no se recuerda las razones por las cuales su hijo se casó conmigo? —no esperó respuesta y continúo hablando —, fue por Anaís.La mujer se sonrió con picardía.—Ay hija, eres una ingenua ¿De verdad crees que mi hijo se casó contigo por Anaís? —soltó una carcajada —, él adoptó legalmente a la niña, tú por más madre biológica no podías quitársela, así que no era necesario casarse contigo, esa fue la excusa que se dijo el mismo para justificar casarse contigo porque le moviste los cimientos Amelia. Le gustaste, pero es tan orgulloso que primero muerto que reconocerlo así como así.
Los días pasaron con una lentitud exasperante para Alejandro. Desde aquella llamada con su madre, la incertidumbre lo consumía. Había intentado comunicarse con Anaís varias veces, pero su hija se mostraba distante. Las conversaciones por video llamada eran breves y frías, algo completamente inusual en ella. Cada vez que preguntaba por Amelia, obtenía respuestas evasivas o le decían que no estaba disponible.Una noche después de finalizar una reunión, decidió intentarlo de nuevo. Marcó el número de la casa y esperó con impaciencia a que alguien contestara.—¿Hola? —La voz de su madre le respondió al otro lado.—¡Mamá! —exclamó Alejandro, aliviado—. ¿Cómo están por allá? Por fin puedo hablar contigo.Su madre no dudó antes de responder.—Todos estamos bien.Notó la frialdad en su tono y sintió una punzada de preocupación.—¿Ha pasado algo? Te noto diferente.Su padre hizo una pausa.—Estamos muy ocupadas.Alejandro frunció el ceño. Esto no era normal.—Entiendo. ¿Está Amelia? Me gustar
La respuesta aguda de Amelia dejó a todos los presentes boquiabiertos, mientras don Aurelio recuperaba la compostura y se enderezaba, claramente enfadado. Alejandro, sin embargo, seguía paralizado en el umbral de la sala, incapaz de apartar la mirada de su esposa. Cada palabra de Amelia había resonado profundamente en su pecho, como si fueran golpes que lo despertaban de un sueño largo y confuso.Romaira, que se encontraba cerca de don Aurelio, palideció y se paró en frente de Amelia.—¡Esto es una farsa! —exclamó—. ¡No puede ser cierto!Por fin Alejandro recuperó la voz, reaccionó y avanzó hacia donde estaba Amelia, tomándola con una mano por la cintura y atrayéndola a él.—Es verdad —afirmó con seguridad—. Amelia es mi esposa.El abuelo lo miró con furia contenida.—¿Cómo va a ser? Pensé que era la niñera de Anaís ¿Por qué no me habías dicho nada?Alejandro enfrentó su mirada.—Porque sabía que reaccionarías de esta manera. Además, soy un hombre y no necesito de tu autorización p