Capítulo 57. Un viejo muy gruñón.

—¿Viste a papá? ¿Estás contenta ahora? —le preguntó a la niña, moviendo sus manos con ternura.

Anaís asintió con entusiasmo, sus pequeñas manos moviéndose rápidamente para expresar su alegría.

—Sí, mami. Papá dijo que volverá pronto y que me traerá un regalo —respondió la niña con una sonrisa radiante.

Amelia sintió que se le encogía el corazón al ver la inocente alegría de su hija. Anaís no tenía idea de la tormenta emocional que estaba ocurriendo entre sus padres. Por un momento, Amelia se permitió perderse en la sonrisa de su pequeña, agradecida de que al menos ella pudiera mantener su felicidad intacta.

—Me alegro mucho, mi amor —respondió Amelia en el lenguaje de su hija, forzando una sonrisa—. ¿Qué te parece si vamos a jugar con tus muñecas?

Anaís asintió con entusiasmo y tomó la mano de su madre, tirando de ella hacia la puerta. Sin embargo, mientras caminaban al interior de la casa, venía saliendo don Valente con su asistente.

Ella se detuvo en seco al ver al anciano, con un
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