Amelia retrocedió un paso, su cuerpo tenso como una cuerda de violín a punto de romperse. Sus ojos, antes sorprendidos, ahora brillaban con una mezcla de miedo y determinación.—¿Panificaste esto? ¿Sabías que era yo? —preguntó en tono desconcertado.—Por supuesto que lo sabía ¿Por qué crees que estás aquí? No puedes conmigo, no voy a dejarte ganar —pronunció mirándola con una expresión—, esto me servirá ´para obtener las pruebas necesarias para demostrar ante un juez que no eres la mujer integra que quieres hacer ver, haré hasta lo imposible para que no puedas quitarme a mi hija.—¿Crees que porque trabajo de escort no tengo derecho a mi hija? —no esperó respuesta y siguió hablando—, Soy la madre de Anaís, y tengo todo el derecho de luchar por ella —respondió con voz temblorosa, pero firme.Alejandro entró en la habitación, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco. Sus ojos grises brillaban con una intensidad feroz, Su presencia llenaba el espacio, amenazante y poderosa.—¿De
El beso se prolongó, intensificándose con cada segundo que pasaba. Las manos de Alejandro se deslizaron por la cintura de Amelia, atrayéndola más cerca, mientras ella enredaba sus dedos en el cabello de él. La tensión que antes los separaba ahora los unía en un abrazo apasionado.Pero tan repentinamente como había comenzado, Amelia rompió el beso. Se apartó bruscamente, sus ojos abiertos de par en par, con una mezcla de sorpresa, confusión y rabia. Su respiración era entrecortada, y sus mejillas estaban teñidas de un intenso rubor.—¡¿Cómo te atreves?! —espetó mientras levantaba la mano y le daba una gran bofetada a Alejandro.Levantó la otra mano para abofetear su otra mejilla, y Alejandro le sostuvo con fuerza la mano, sus ojos grises chispeando de la rabia, su mandíbula apretada.—¡¿Cómo me atrevo?! ¿Pretendes dártela de digna? —se burló—, no vengas a simular conmigo ¿Me quieres hacer creer que no te acostaste con ningún cliente cuando ahorita te me lanzaste encima?—¿Yo me lancé?
Alejandro se puso de pie, sintiendo el peso de la promesa que acababa de hacer. Miró a Anaís, quien ahora lo observaba con una mezcla de esperanza y desconfianza en sus ojos. Sabía que no podía retractarse, pero tampoco podía permitir que Amelia entrara en sus vidas y lo arruinara todo.Con un suspiro, sacó su teléfono del bolsillo. Sus dedos se detuvieron sobre el teclado mientras dudaba. ¿Realmente iba a hacer esto? ¿Iba a invitar a esa mujer a su casa, a la vida de su hija? Pero al mirar a Anaís, supo que no tenía opción, esa niña era más terca y determinada que los empresarios con los que se había enfrentado a lo largo de toda su vida.—Voy a llamarla desde mi despacho —le dijo moviendo los dedos con precisión y ella negó con la cabeza.—Aquí y ahora —demandó haciendo un gesto con el dedo índice hacia abajo y mirándolo fijamente con carácter.Él alzó la ceja, se veía como una pequeña tirana exigiendo que se cumplieran sus órdenes, si no es porque era él quien estaba contra las cue
Alejandro se acercó a la pequeña con una mezcla de ternura y determinación, sus pasos eran lentos, casi cautelosos, como si temiera romper algo frágil. Cada movimiento era calculado, evitando cualquier gesto brusco que pudiera asustarla. Se arrodilló frente a ella, el peso de su decisión reflejándose en sus ojos oscuros, y le ofreció una sonrisa que intentaba ser reconfortante, aunque por dentro sentía un nudo en el estómago.—Hola, pequeña. Me llamo Alejandro. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó con suavidad, esforzándose por transmitirle seguridad.La niña lo miró con una desconfianza que solo puede nacer en alguien que ha conocido el abandono desde su primer suspiro. Sus ojos grandes y grises lo observaban como si trataran de descifrar si Alejandro era una nueva amenaza o una promesa de algo mejor. Finalmente, y con timidez, comenzó a mover sus manos, formando señas en el aire.Alejandro ladeó la cabeza, tratando de comprender, pero no lograba entender los movimientos de la niña. Una p
Amelia se quedó arrodillada en el suelo, sosteniendo a Anaís con la misma delicadeza con la que una madre protege lo más valioso en su vida. Las lágrimas corrían libremente por su rostro, mezclándose con la confusión y el dolor en su corazón. La niña, con su inocencia intacta, levantó su carita y, con esos ojos grandes y grises, miró a Amelia con una curiosidad mezclada con amor puro. No necesitaban palabras para comunicarse; sus almas hablaban un lenguaje más antiguo y profundo.Anaís levantó sus manitas pequeñas y comenzó a hacer señas, algo que Amelia comprendió al instante. La niña le dijo que la amaba, y esas palabras sin voz resonaron en el corazón de Amelia como un eco que había esperado escuchar durante años.—Yo también te amo, mi pequeña —respondió Amelia con señas, sus manos temblorosas al principio, pero firmes en su convicción—. Te amo con todo mi corazón, y te he extrañado tanto. Tú has sido el motivo para seguir adelante.Anaís sonrió, pero su sonrisa se desvaneció ráp
Amelia se levantó al día siguiente con una determinación férrea, más fuerte que cualquier duda o temor que pudiera sentir. La ansiedad que había sentido, dejó paso a una fría resolución. Sabía que su tiempo con Anaís había sido demasiado breve, pero suficiente para reavivar la llama de su lucha. No se detendría ante nada ni ante nadie para recuperarla. Después de una rápida ducha, se colocó una bata, mientras tomaba su café, el sonido de su teléfono la hizo sobresaltarse. Un correo electrónico había llegado: la respuesta que había estado esperando. "Estimado/a postulante, estamos encantados de invitarle a una entrevista para el puesto de Especialista en Seguridad Cibernética en Valente Enterprises. La entrevista se llevará a cabo a las 9:00 AM en nuestras oficinas principales. Agradecemos su interés y esperamos conocerla." Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Amelia. Todo iba según lo planeado. Después de saborear su café, se vistió con un traje gris aunque senci
Esa noche, Amelia apenas pudo dormir. Su mente estaba en constante movimiento, trazando cada plan de todo lo que haría, ¿cómo se acercaría a cada uno? ¿Cómo se ganaría la confianza? ¿Qué descubriría de Alejandro? ¿Le serviría para recuperar a su hija? Las preguntas se arremolinaban en su cabeza, se sentía demasiado abrumada para poder descansar.Sabía que estaba entrando en terreno peligroso, no podía permitirse ningún error. Todo lo que había planeado finalmente estaba comenzando a tomar forma, y no iba a descansar hasta que pudiera tener a su hija con ella.—Mi princesa del alma… te prometo que vamos a estar juntas y nunca más nos vamos a deparar —dijo mientras tomaba el portarretrato con la fotografía de su hija que descansaba en la mesa de noche.A la mañana siguiente, apenas Amelia sintió los primeros rayos del sol, se levantó. Aunque no había dormido mucho, la determinación en su corazón le daba energía suficiente para enfrentar el día. Después de una ducha rápida, se vistió c
Amelia contuvo la respiración, intentando fundirse con la oscuridad bajo el escritorio mientras Alejandro se acercaba peligrosamente a su escondite. El sonido de sus pasos resonaba en el silencio de la oficina, cada uno más cercano que el anterior. Amelia se agazapó aún más bajo la estación de trabajo, intentando controlar su respiración, que se había vuelto errática debido a la tensión. Alejandro se acercaba lentaente, y cada vez que se inclinaba para revisar una estación, el pánico de Amelia aumentaba. Sabía que si la descubría en esa situación comprometedora, sus días en Valente Enterprises estarían contados, y con ellos, su plan para recuperar a Anaís."Piensa, piensa", se dijo a sí misma, mientras sus ojos recorrían desesperadamente el espacio en busca de algo, cualquier cosa, que pudiera usar como excusa si la encontraba. De pronto, el teléfono celular de Alejandro comenzó a sonar estridentemente, sobresaltando a ambos. Alejandro se detuvo en seco, sus pies a escasos centímet