GRIS
La celda en la que me encuentro es fría y siento que pese a estar cinco horas encerrada, he pasado una eternidad aquí. Me muevo de un lado a otro, preocupada por la falsa acusación de Cindy, Alexander intentó hacer todo para que no me llevaran pero al final no lo logró. Así que ahora estoy lejos de mi hijo, metida en una celda mientras la madre de Dylan me acusa de algo que no hice y que por mucho que sea una mala persona, jamás haría.La noche va llegando y el no saber de mi hijo hace que sienta más deseos de salir corriendo. A veces me cuestiono el por qué se mi estadía en este mundo si iba a estar tan poco tiempo.—Deberías sentarte, me estás poniendo de malas —me dice un policía que me mira con mala cara y que dejaron encargado de vigilarme.Me quedo en mi lugar no porque me lo pida, sino, porque siento como mi pecho duele. No tengo conmigo las pastillas que me recetó el doctor y si no salgo pronto de aquí…GRIS Los párpados se sienten pesados, una parte de mí me impulsa a querer borrar todo de mi mente y dejarme llevar, pero hay otra cosa, algo que me dice que debo regresar, y es por ello que poco a poco abro los ojos con la incertidumbre de no saber qué hacer o con lo que me voy a encontrar. Lo primero que veo es un techo blanco con una lámpara que se encuentra apagada, de lejos escucho la voz femenina que vocea a un doctor, lo que me lleva a saber que no estoy en la cárcel, sino, en un hospital. Intento incorporarme lentamente hasta que lo logro y enseguida la puerta se abre dejándome ver a una Prim preocupada que el verme, abre los ojos como platos y corre hacía mi. —Joder, que bueno —me envuelve en un cálido abrazo de oso—. Por un momento creí que te perdería. —¿Qué pasó? —logro articular con la voz ronca y siento que me he tragado un puñado de espinas. —Tuviste un paro cardíaco, joder, esta vez si que espantaste ¿
GRIS Me miro en el espejo y sigo sin poder creer lo que está sucediendo, antes de morir, Alexander se encargó de arreglar lo de la acusación impuesta por Cindy, así que ya no estoy en la cárcel, y mientras mi bebé juega con su videojuego nuevo, me cepillo el cabello rubio que si antes no tenía brillo, ahora no tiene vida. La temperatura le había bajado, y ya no sangra por la nariz, los medicamentos hacen menos dolorosa su estadía y me sigo quebrando por dentro cada que lo veo. Que daría por estar yo en esa situación y que mi bebé estuviera sano, pero hace rato que acepté su final, los médicos me volvieron a recordar que le quedan a lo mucho, meses de vida, semanas… Oliver no conocerá la escuela, jamás hará amigos, mucho menos se enamorará, su futuro al igual que el mío, es gris, y cada segundo que pasa le pido perdón por haberle tocado una madre como yo. —¡Gane! —exclama y me limpio las lágrimas olvidando el hecho de que Raze, el gu
GRIS El aire me comprime los pulmones, siento que no respiro al verme rodeada de tierra, a lo lejos escucho voces, gritos de alguien, pero no puedo sentir mi cuerpo, es como si el futuro que mostrara lo que me espera… lo que le espera a mi bebé. De pronto, veo como alguien salta y cae a mi lado, Raze me toma de los brazos, alzo la mirada y noto como mueve sus labios, dice algo que mi cerebro no registra hasta que poco a poco regreso a la realidad. —Te voy a sacar de aquí —dice. Mis manos tiemblan y asiento, alguien baja una escalera y Raze me toma por la cintura. —Paso a paso, sube, yo te cubro —argumenta y trago grueso. Me obligo a mover mis piernas hasta que comienzo a subir, no es que esté demasiado alto, pero se siente como si fuera una enorme escalera que lleva directo al infinito, en cuanto pongo un pie afuera, es Nathaniel quien me ayuda. —Griselda —dice con voz ronca—. Ten, estás helada. <
GRISSiento vergüenza de mí misma al pensar en lo que sucedió en el bosque hace diez minutos, desde que volvimos al auto, no he querido voltear a verle la cara, las palabras que dijo seguramente fueron por compromiso, por… lástima. La brisa gélida golpea mi rostro y el cielo poco a poco se nubla. Pienso en que ya no tendré más a mi lado a Alexander y siento que el alma se me cae a los pies, al ya no estar él, lo mejor será que me vaya con mi hijo a otro sitio, uno en el que podamos morir tranquilos.Siento un dolor en el pecho que hace que me remueva inquieta sobre mi asiento, y rebusco en mi bolso las pastillas, es como un calambre que me va por el pecho, seguido del brazo hasta llegar a mi cuello, me tomo la pastilla y cierro los ojos tratando de relajarme, antes de marcharme con mi bebé me gustar&iac
GRIS Cuando despierto, me veo en una habitación de hospital rodeada de girasoles, mi flor favorita, no entiendo qué ha pasado pero en cuanto recuerdo lo sucedido con Dylan, me quito el respirador y me incorporo, el poder respirar sin agitarme, es algo que me llena, al poner un pie afuera de la cama, hace que le maree y tenga que volver sentándome en una de las orillas. De pronto, siento cómo el ácido en la garganta se me sube y las náuseas regresan, no he probado alimento y lo atribuyo a eso, por ende en cuanto localizo el baño personal, corro sintiendo mis piernas como goma de mascar y comienzo a devolver. Como siempre no hay nadie a mi alrededor, estoy sola, pero lo que más me cuesta es lo que veo. —Sangre… —susurro con miedo. He vomitado y escupido sangre al mismo tiempo, al principio me llena de terror el que lo que tengo ha comenzado a avanzar, pero por otro lado sé que pronto voy a estar con mi bebé. Tiro de la palanca
HANS Cuando llego a mi propio departamento, veo las cosas de Oliver en la estancia, los empleados se apresuran a meter todo a la que será su nueva habitación, los médicos no han recomendado un cambio, pero me importa poco, lo único que quiero es pasar tiempo con mi hijo. Lo miro y su risa al ver las caricaturas, desvanece toda la mierda del mundo. Las palabras que me soltó Nathaniel no las creo, Griselda no está enferma, solo es una maldita jugada para quedarse con la herencia de mi padre, es lo más seguro, pero por alguna extraña razón, me siento mal, al recordar cómo me quiso detener, el miedo en sus ojos, todo, hace que sienta el imperioso deseo de hablar con ella. ¿En qué momento la odié tanto? No es que haya perdonado a mi madre, pero en estos momentos necesito el apoyo de todo el mundo, Ashley acaba de subir a un avión, tiene una pasarela importante en Francia, por lo que no cuento con ella, acababa de perder a mi padre. <
GRIS «Estoy muriendo» No tengo miedo de lo que significa esa palabra, Oliver se quedó en el departamento de Dylan, cosa que me parece bien en estos momentos, ha estado tranquilo. Inspiro y siento que el aire me falta, parada frente a la casa en la que nunca sentí como un hogar, las manos me tiemblan, sin embargo hago el esfuerzo por no derrumbarme mientras toco el timbre. Una de las chicas de servicio me abren, me sonríe y me doy cuenta de que es nueva. —¿Se le ofrece algo, señorita? —inquiere amable. —Soy la hija menor de la señora de la casa, he venido de sorpresa —digo con la esperanza de que me deje pasar antes de dar aviso. Sus ojos se abren desmesuradamente y abre la puerta de par haciéndose a un lado. —Pase señorita, todos están adentro, festejando la noticia de su hermana, Isabel. —Gracias. —¿Gusta que la guíe? —No, conozco el camino —niego con la cabeza. <
GRIS Poco a poco despierto, siento el frío helar hasta mis huesos, los escalofríos comienzan a atacar cada una de mis fibras nerviosas y creo que es el dolor el que me hace incorporarme y abrir los ojos al recordar todo, al hacerlo, me encuentro en una especie de habitación, una que tiene un enorme ventanal por el que se filtran los rayos del sol, el sonido de los pájaros me hace fruncir el ceño, de pronto, desciendo la mirada, tengo puestos unos pantalones pijama blancos, lisos, sin nada, una playera del mismo color, pero lo que más me pone en alerta es el hecho de que estoy con las manos esposadas a los tubos de la cama. Entro en pánico y comienzo a intentar soltarme, pero es imposible, la voz no me regresa y el deseo imperioso de ir con mi hijo hace que siga intentando hasta que la puerta se abre y la madre de Hans entra. Apacible, recta, sin nada que le afecte como siempre. Me mira como si fuera la peor de las plagas, la mujer más horro