GRIS
El aire me comprime los pulmones, siento que no respiro al verme rodeada de tierra, a lo lejos escucho voces, gritos de alguien, pero no puedo sentir mi cuerpo, es como si el futuro que mostrara lo que me espera… lo que le espera a mi bebé.De pronto, veo como alguien salta y cae a mi lado, Raze me toma de los brazos, alzo la mirada y noto como mueve sus labios, dice algo que mi cerebro no registra hasta que poco a poco regreso a la realidad.—Te voy a sacar de aquí —dice.Mis manos tiemblan y asiento, alguien baja una escalera y Raze me toma por la cintura.—Paso a paso, sube, yo te cubro —argumenta y trago grueso.Me obligo a mover mis piernas hasta que comienzo a subir, no es que esté demasiado alto, pero se siente como si fuera una enorme escalera que lleva directo al infinito, en cuanto pongo un pie afuera, es Nathaniel quien me ayuda.—Griselda —dice con voz ronca—. Ten, estás helada.<GRISSiento vergüenza de mí misma al pensar en lo que sucedió en el bosque hace diez minutos, desde que volvimos al auto, no he querido voltear a verle la cara, las palabras que dijo seguramente fueron por compromiso, por… lástima. La brisa gélida golpea mi rostro y el cielo poco a poco se nubla. Pienso en que ya no tendré más a mi lado a Alexander y siento que el alma se me cae a los pies, al ya no estar él, lo mejor será que me vaya con mi hijo a otro sitio, uno en el que podamos morir tranquilos.Siento un dolor en el pecho que hace que me remueva inquieta sobre mi asiento, y rebusco en mi bolso las pastillas, es como un calambre que me va por el pecho, seguido del brazo hasta llegar a mi cuello, me tomo la pastilla y cierro los ojos tratando de relajarme, antes de marcharme con mi bebé me gustar&iac
GRIS Cuando despierto, me veo en una habitación de hospital rodeada de girasoles, mi flor favorita, no entiendo qué ha pasado pero en cuanto recuerdo lo sucedido con Dylan, me quito el respirador y me incorporo, el poder respirar sin agitarme, es algo que me llena, al poner un pie afuera de la cama, hace que le maree y tenga que volver sentándome en una de las orillas. De pronto, siento cómo el ácido en la garganta se me sube y las náuseas regresan, no he probado alimento y lo atribuyo a eso, por ende en cuanto localizo el baño personal, corro sintiendo mis piernas como goma de mascar y comienzo a devolver. Como siempre no hay nadie a mi alrededor, estoy sola, pero lo que más me cuesta es lo que veo. —Sangre… —susurro con miedo. He vomitado y escupido sangre al mismo tiempo, al principio me llena de terror el que lo que tengo ha comenzado a avanzar, pero por otro lado sé que pronto voy a estar con mi bebé. Tiro de la palanca
HANS Cuando llego a mi propio departamento, veo las cosas de Oliver en la estancia, los empleados se apresuran a meter todo a la que será su nueva habitación, los médicos no han recomendado un cambio, pero me importa poco, lo único que quiero es pasar tiempo con mi hijo. Lo miro y su risa al ver las caricaturas, desvanece toda la mierda del mundo. Las palabras que me soltó Nathaniel no las creo, Griselda no está enferma, solo es una maldita jugada para quedarse con la herencia de mi padre, es lo más seguro, pero por alguna extraña razón, me siento mal, al recordar cómo me quiso detener, el miedo en sus ojos, todo, hace que sienta el imperioso deseo de hablar con ella. ¿En qué momento la odié tanto? No es que haya perdonado a mi madre, pero en estos momentos necesito el apoyo de todo el mundo, Ashley acaba de subir a un avión, tiene una pasarela importante en Francia, por lo que no cuento con ella, acababa de perder a mi padre. <
GRIS «Estoy muriendo» No tengo miedo de lo que significa esa palabra, Oliver se quedó en el departamento de Dylan, cosa que me parece bien en estos momentos, ha estado tranquilo. Inspiro y siento que el aire me falta, parada frente a la casa en la que nunca sentí como un hogar, las manos me tiemblan, sin embargo hago el esfuerzo por no derrumbarme mientras toco el timbre. Una de las chicas de servicio me abren, me sonríe y me doy cuenta de que es nueva. —¿Se le ofrece algo, señorita? —inquiere amable. —Soy la hija menor de la señora de la casa, he venido de sorpresa —digo con la esperanza de que me deje pasar antes de dar aviso. Sus ojos se abren desmesuradamente y abre la puerta de par haciéndose a un lado. —Pase señorita, todos están adentro, festejando la noticia de su hermana, Isabel. —Gracias. —¿Gusta que la guíe? —No, conozco el camino —niego con la cabeza. <
GRIS Poco a poco despierto, siento el frío helar hasta mis huesos, los escalofríos comienzan a atacar cada una de mis fibras nerviosas y creo que es el dolor el que me hace incorporarme y abrir los ojos al recordar todo, al hacerlo, me encuentro en una especie de habitación, una que tiene un enorme ventanal por el que se filtran los rayos del sol, el sonido de los pájaros me hace fruncir el ceño, de pronto, desciendo la mirada, tengo puestos unos pantalones pijama blancos, lisos, sin nada, una playera del mismo color, pero lo que más me pone en alerta es el hecho de que estoy con las manos esposadas a los tubos de la cama. Entro en pánico y comienzo a intentar soltarme, pero es imposible, la voz no me regresa y el deseo imperioso de ir con mi hijo hace que siga intentando hasta que la puerta se abre y la madre de Hans entra. Apacible, recta, sin nada que le afecte como siempre. Me mira como si fuera la peor de las plagas, la mujer más horro
GRIS Las manos me tiemblan, el frío avasalla mi corazón y siento que el alma se me va del cuerpo a cada tanto. A lo lejos escucho a Nathaniel hablando con Raze, Prim trata de consolarme dándome palmaditas en la espalda, pero nada sirve, hace rato que estoy dentro de lo que parece ser la casa de Raze, y con ello vinieron después Nathaniel y Prim. —Gris… Sé que me llama mi mejor amiga, pero es que no puedo ni responder, mi hijo falleció, mi bebé, ni siquiera pude despedirme de él, y ahora no solo Dylan y su familia me habían quitado el derecho con ello, sino, que lo han enterrado sin siquiera avisar dónde. Hace tres horas que no he parado de llorar y el pecho me duele. Pero no me importa. —Griselda —Nathaniel se acerca a mí poniéndose en cuclillas. —Lo siento —susurro entre lágrimas que salen en medio del silencio que me avasalla. —¿Por qué? —me pregunta. Pero no es por él, sino, por mi bebé, Oliver, lo
GRIS Me da dolor de jaqueca, intento convencerme de que no estoy embarazada, porque la vida no puede ser tan injusta como esto, es decir, me quita a un hijo para darme otro del mismo hombre que me ha hecho daño por tanto tiempo, no lo puedo aceptar. Observo con recelo la hora que marca el reloj y sé que Prim está tan enfadada, nerviosa y confundida como yo. —¿Cómo es que pasó? —inquiere con cautela. —No lo sé, fue antes de todo esto, solo pasó y ya, creí que era lo correcto en ese momento, pero resulta que no. —¿Y no se les ocurrió cuidarse? —bufa. —Sí, es solo que… no lo sé. Me pongo de pie y comienzo a caminar de un lado a otro. Nathaniel y Raze nos esperan afuera. Hace cinco minutos que llamaron para saber si todo estaba en orden y Prim tuvo que mentir. —Es increíble, es que esto no puede ser posible —explota. Justo en el momento exacto en el que la ligera y apenas audible alarma de
GRIS Las cosas han cambiado, han pasado siete días desde que me enteré de la muerte de mi hijo, siete días en los que he estado asimilando el hecho de estar embarazada nuevamente, sigo enferma, el cáncer de pulmón avanza lento, pero sigue ahí. Y ahora el doctor me ha dicho que si todo sale bien y me cuido, en nueve meses me podrán hacer un trasplante de pulmón. Eso alargaría mi vida, cosa que hasta hace pocos días atrás me daba igual. Me encuentro dividida, una parte de mí quiere venganza por todo lo que me hicieron, pero por otra… quiero vivir alejada de todos con este bebé que quiere llegar en el momento menos indicado. —Todo listo, hemos revisado su corazón, todo marcha a la perfección, pero hay que hacerte chequeos, en cuanto al pulmón, podríamos intervenir ahora antes de que el embarazo avance pero resulta peligroso, los primeros meses son importantes —me explica mientras Raze y Nathaniel me miran en silencio. No tuve m