CAPÍTULO 2

TRES MESES DESPUÉS

Delicadas risas que se escuchaban desde la gran entrada de la gran casa de los Valladolid, Valeria Valladolid acababa de llegar. La sonrisa incrédula se hizo en su rostro. En su casa solo elegancia, ¿quién tenía el derecho de levantar la voz y reír? En ese casa nada pasaba sin que ella lo autorizara.

— ¿Tenemos visitas y nadie me avisó? —Preguntó Valeria a su hombre de confianza, el que estaba dispuesto a hacer todo por ella y el mismo que la había llevado hasta su ahora difunto marido como una mujer digan de portar su apellido.

—No lo sé, señora. Hasta donde sé nadie venía a visitarnos hoy.

Valeria continuó su camino hasta que pudo llegar a la sala de estar, desde donde las risas se escuchaban solo para encontrarse con su nuera, la misma que compartía con un hombre mayor.

— ¡Oh! Eres tú, Erika, no sabía que hoy teníamos visitas —, dijo ella sin dejar de mirar al hombre bien vestido enfrente de Erika.

— ¡Oh! Señora Valladolid, qué bueno que llega —, Erika se levantó para saludar a su suegra.

—Sí, ya me doy cuenta de eso. ¿Puedo saber quién es esta persona? —Preguntó sin bajar la mirada nunca.

—Señora, le presento al detective Muñoz y está aquí porque yo lo llamé.

Valeria no pudo evitar sonreír incrédula. — ¿Qué? ¿Ya tan rápido las infidelidades comenzaron? ¿Sospechas de mi hijo?

Erika bajó la mirada. —No, por supuesto que no es eso. Es un asunto privado. Nada que ver con su hijo.

Y con esas palabras Valeria fue capaz de entender que Erika no la quería ahí.

Y exactamente esos pensamientos pasaron por la mente de Erika. Ella no quería ahí a su suegra porque no importaba el poder que ella tuviera sobre el pueblo, sobre Erika no era más que su suegra y como tal debía de respetarla. No más, no menos.

— ¡Bien, entiendo! —Valeria levantó las manos en señal de inocencia —. Ya entendí que no me necesitas. Nos vemos más tarde, querida.

Y sin más, Valeria se fue dejando a Erika más tranquila.

Tres meses que llevaba viviendo en ese lugar, tres meses que no le habían hecho ver más que lo tirana que su suegra podía ser. Odiaba ver la manera en la que ejercía su poder sobre todos esos agricultores que la hacían tres veces más rica de lo que ya lo era. Había cosas que Erika no iba a permitir pero si quería hacer algo, tenía que actuar lentamente, tenía que ser inteligente para revelarse ante ella.

Y justo cuando Valeria caminó lejos, Tomás la siguió. Su mano derecha.

—Quiero que investigues la razón por la que ese hombre está aquí. Hay algo que no me gusta de Erika, hay algo que me dice que me debo de cuidar de ella. Hay algo que no me gusta y si pudiera regresar el tiempo y hacer que mi hijo no se casara con ella, creo que lo haría. ¿Escuchaste, Tomás?

—Por supuesto, mi señora. Usted tendrá en sus manos esa información pronto.

—Que mi hijo no sepa nada.

— ¡Por supuesto, mi señora!

— ¡Muchas gracias, detective Muñoz! Todo lo que quiero es que todo se mantenga en discreción, no quiero que nadie sepa que tuve una hermana gemela y que al parecer vivió en este pueblo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, señora, no tiene que preocuparse de nada. Me voy que tengo otra cita.

—Adelante, vaya con cuidado.

Dicho eso, Erika se quedó sola en aquella sala. Una vez más tomaba asiento. Por fin sintió poder respirar. Nadie, nadie podía saber de sus planes, nadie podía saber todo lo que tenía en la cabeza después de haber estado conviviendo con Valeria Valladolid.

La verdad era que se encontraba muy preocupada por la gente que trabajaba para ella. No eran más que nobles hombres que apenas recibían un pago. Había tantas cosas que estaban mal en ese lugar, Valeria Valladolid siendo tratada como la diosa y pobre del que se atreviera a hablar mal de ella, podría encontrar la muerte.

Poco a poco ella se iba a convertir en la patrona y la jefa que la gente del pueblo necesitaba. Por supuesto que esa no era su intención pero si al menos pretendía que el pueblo tuviera lo que necesitaba.

Pensando en todo y a la vez en nada, Erika continuó su camino hasta hacia el despacho de su esposo, tenía tanto que hacer y si en verdad quería cambiar el destino de todas las personas en ese pueblo debía de empezar ya, lo más pronto posible.

UNA SEMANA DESPUÉS

El golpe de su puño contra el escritorio fue todo lo que se hizo escuchar en ese momento en aquel despacho, el despacho en el que nadie podía entrar más que la gente de Valeria Valladolid.

— ¡¿Qué acabas de decir?! —Preguntó ella sin poder creer lo que el hombre de confianza acababa de decir.

—Así como lo escuchó, patrona, su nuera acaba de tener una junta con todos los granjeros y les ha prometido cambios en su pago, la manera en la que viven y en los descansos que se le van a dar.

— ¡Esa m*****a no puede hacer eso! ¿Tiene ella la autoridad? ¡Aquí en el pueblo no debe de haber nadie más que yo!

—Ya lo sabemos, patrona pero su nuera parece que está convenciendo a la gente del pueblo y no solo eso, parece que los granjeros y todo el personal piensan revelarse contra usted.

— ¿Quién malditas seas es ella para crear nuevas políticas si yo no le he manmdado a hacer eso?

Todo lo pudo pensar Valeria en ese momento es que su nuera, la mujer con la que había aceptado que su hijo se casara era que tenía que salir del camino, ella no podía ser quien mandara.

—Quiero a mi hijo aquí, en este momento.

—Señora, eso no es todo —, continuó el hombre mirando a la patrona con una pizca de burla y satisfacción pues lo que estaba por revelar iba más allá de lo que su señora pudiera pensar.

— ¿Ah no? ¿Qué más me vas a decir? ¿Qué será ella quien autorice las exportaciones del vino de la familia?

—Algo más interesante.

Valeria miró a Tomás hasta poderse sentar en su lugar nuevamente. —Te escucho.

—Tengo toda la información de la persona que vino a ver a su nuera y sé también lo que ella está buscando.

La sonrisa se hizo en el rostro de Valeria. — ¿Qué es lo que está buscando esa estúpida?

—Ella trabaja con el abogado Muñoz porque está en busca de s hermana perdida.

— ¿Hermana? ¿Tiene ella una hermana?

—Y lo peor es que no va a creer quien fue.

— ¿Está muerta?

—Ella está buscando a la sirvienta que trabajaba aquí, la tal Elena, la misma que amaneció muerta un día en las caballerizas.

La sonrisa se le congeló a Valeria, su cuerpo perdió toda fuerza, las palabras no salían. No, eso no podía ser cierto, eso no podía ser posible.

— ¿Qué acabas de decir? —Valeria se levantó de su lugar de un solo movimiento.

—Esa sirvienta era su hermana gemela, los rumores de que ella trabajaba en este pueblo llegaron a ella y está dispuesta a ocupar toda su fortuna para encontrarla, una fortuna que es diez veces más grande que la suya, mi señora. Usted sabe lo que quiero decir con eso, tan pronto como los granjeros y todo el pueblo se entere que ella es más rica que usted, el pueblo la va a hacer su nueva patrona.

Valeria parpadeó un par de veces, las palabras de Tomás eran ciertas. Tan pronto como el mundo lo supiera, ella dejaría de ser la autoridad. Eso no podía permitirlo.

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