CAPÍTULO 5

HACIENDA VALLADOLID

Dejando caer su bolso sobre uno de los sillones, Valeria llegó molesta. No podía creer que la muy imbécil de su nuera siguiera en las mismas condiciones. Ella no despertaba y sobre todo, más cosas parecían ponerse en su contra. Ahora resultaba que estaba embarazada. ¡Solo eso le faltaba!

—Tranquila, mi señora —, dijo Tomás al ver la manera en la que llegaba a la hacienda.

—Es que no puedo creer que todo esto me esté pasando a mí. No sé cuánto tiempo me va a tomar que esa imbécil despierte. Y si en verdad se quiere morir, que lo haga de una vez por todas. ¡Ahora resulta que la imbécil está embarazada! No sé cuánto tiempo más pueda comprar al doctor para que no vaya a decir nada. Zein no tiene que saber que Erika está esperando un hijo.

—Señora Mía, disculpe que me meta en lo que no me importa pero, ¿no cree que ese niño puede traer más cosas buenas que malas?

— ¡Por Dios! ¿De qué estás hablando, Tomás?

Tomás con una sonrisa en el rostro se paseó de un lado a otro al darse cuenta que lo que estaba a punto de decir podría ser la salvación de su patrona.

—Si usted logra quitarle a ese niño, lo cría como tal, como su nieto, usted va a poder cobrar la fortuna de esa mujer, convirtiéndose así en la mujer más poderosa del país quizá, se dice que la fortuna de esa mujer es diez veces más grande que la suya.

— ¡No me lo tienes que recordar!

—Todo lo que le recomiendo es que deje a ese niño nacer, la mujercita no nos conviene en la cárcel, ella nos conviene en el manicomio, de esa manera podemos alegar que está mal de sus facultades mentales y el bebé pasará a ser suyo de la misma manera que la fortuna.

Esas palabras hicieron pensar a Valeria, el destino parecía estar de su lado y no solo eso, una nueva vida le estaba esperando. Nadie tendría más autoridad que ella en ese lugar si lograba obtener la fortuna de Erika Beltrán.

En ese momento en que a Valeria se le dibujaba una sonrisa en el rostro, el celular de Tomás comenzó a sonar. Inmediatamente tomó la llamada. No tardó más de diez segundos cuando volvió a colgar.

— ¿Quién era, Tomás?

—El hospital. Señora, su nuera acaba de despertar.

Y fue en ese momento en que a Valeria la sonrisa ya no se le pudo hacer más grande. Erika había despertado, eso solo quería decir una cosa, el juicio de esa mujer estaba por llegar y con ello, la nueva vida de Valeria.

—Aún tenemos un problema.

— ¿Cuál, mi señora?

—El padre de esa estúpida.

—Eso tampoco es problema, todo lo que tenemos que hacer es informarle del crimen de su única hija, forzarlo a que firme el testamento donde le deja todo a su nieto y luego, yo me encargo de todo, mi señora.

Con dignidad, Valeria se levantó de su lugar sonriéndole a Tomás.

— ¿Me llevas al hospital? Tengo que asegurarme que mi nuera esté bien antes del juicio.

—Por supuesto, mi señora.

Y riendo, los dos siguieron su camino a una de las camionetas que estaban afuera.

El tratamiento había terminado, las descargas eléctricas una vez más lo habían dejado sin fuerza alguna en el cuerpo. Entre dos hombres casi arrastraban el cuerpo de Marco hasta poder llegar a su habitación.

El director de aquel hospital con las manos detrás seguía a los hombres que iban a dejar a Marco en su habitación.

Cuando llegaron los enfermeros simplemente lo aventaron como si se tratara de un trapo viejo más. Marco ya no era consciente de nada, ni siquiera de su existir.

La risa del director resonó en su cabeza como las mismas descargas eléctricas habían resonado en él hacía no más de cinco minutos.

—Aún no entiendo porque la señora Valladolid aún te tiene aquí, ¿no sería más fácil matarte?

No importaba lo mal que él se encontrara, había algo en el interior que aún lo hacía quererse levantar.

—Ella… ella… ella, aún n-no… no t-termin-na con-conmigo porque seré y-yo… y-yo quien termine co- con e-ella —dijo Marco sin poder hablar claramente.

El director de aquel hospital solo supo reír para finalmente golpear su estómago antes de marcharse dejando a Marco revolcar del dolor.

Tenía que resistir, no importaba más el tiempo que pasara ahí dentro, tenía que resistir porque él era quien se iba a vengar de Valeria y de todos aquellos que lo lastimaron como a nadie. Peor que a un animal.

Lentes oscuros, ropa negra que acentuaba su feminidad, y detrás de ella el mismo hombre que camina siempre por los mismos lugares que ella para protegerla.

En la sala de espera Valeria se encontró con su hijo, él tenía la cabeza baja, parecía estar realmente sufriendo.

— ¿Hijo? —Preguntó siendo la madre cariñosa que ella nunca fue.

— ¿Madre? —Zein levantó la mirada.

—Hijo, ¿es cierto que Erika acaba de despertar? Tan pronto como supe me vi para acá dejando mis asuntos en la empresa.

—Pues te hubieras quedado allá, Erika parece estar perdiendo la razón —. Y sin querer hablar más con su madre, Zein se fue.

Y de pronto el doctor que comenzaba a conocer la verdadera faceta de la señora Valladolid, llegó. Una sonrisa se hizo en su rostro al verla a ella como su mina de oro.

—Doctor —, saludó Valeria.

—Señora mía, está todo hecho, justo como me pidió.

—Muy bien, me alegro que haya obedecido mis órdenes pero si en verdad quiere recibir el doble de lo que he prometido, va a tener que hacer algo más por mí.

— ¿Y de qué se trata?

—Necesito que sigan inyectando algo más fuerte. Algo que la haga ver como la loca que necesito tener el día del juicio.

— ¿Loca? Señora, disculpe pero no estoy entendiendo bien.

— ¿Qué de difícil tiene comprender que necesito que la hagan pasar por una loca, una estúpida que perdió la razón? ¿No entiende que la quiero en un manicomio antes que en la m*****a cárcel?

El doctor no pudo creer la maldad de aquella mujer, la ligereza con la que decía las cosas. Esa mujer era malvada y aun así, él pretendía hacer lo que ella pedía. Todo por dinero solamente.

QUINCE DÍAS DESPUÉS

— ¡Acusada Erika Beltrán del Valle, de pie por favor! —Llamó el juez.

Y detrás de aquella mujer todos los presentes, todas las familias a las que ella había dañado con la explosión, toda esa gente que no hacía más que burlarse de ella sin que Erika fuera consciente de lo que pasaba a su alrededor.

Y es que para ese momento, justo como Valeria lo había pedido al doctor, habían mantenido al cuerpo de Erika sometida en tantas drogas, tantos alucinógenos para que el día del juicio ella se comportara como una loca sin importar la infinidad de estudios que le hicieran, ella iba a terminar en un manicomio.

Con cuidado, el abogado de Erika la puso de pie ya que por ella misma no parecía actuar, ni siquiera era capaz de darle la mirada al juez frente a ella. Se encontraba completamente drogada.

—Habiendo recibido las acusaciones y los testimonios precisos, siendo acusada de haber ocasionado la explosión del salón D a un kilómetro de la empresa de los Valladolid, terminando con la vida de quince personas y dejando heridos de manera permanente a ocho personas más, se declara a la señora Erika Beltrán del Valle culpable de los cargos antes mencionados pero debido a su condición mental, es sentenciada de por vida a pagar su delito en el hospital psiquiátrico Valladolid sin la posibilidad de salir libre aún si muestra algún tipo de recuperación. ¡Es todo! —El juez golpeó dos veces su escritorio.

Finalmente Valeria pudo sonreír mientras su hijo Zein se deshacía por dentro al haber escuchado aquel dictamen.

Y Erika, sin poderse dar cuenta de la injusticia que acababan de cometer con ella.

Las lágrimas cayeron en el momento en que su mente fue consciente de lo que el juez enfrente de ella había dicho. Ella no fue la responsable de nada, ella no había cometido ningún error, ella solo quiso ayudar a la gente que más necesitaba de ella y de pronto, todo eso se redujo a pedazos porque frente a ella estaba la gente que fue su familia y las esposas de las personas a las que intento ayudar una y mil veces más. Todos ellos a punto de lincharla seguramente. Una buena mujer se había reducido a nada. Ella solo quería el bien para las personas que trabajaban para ella.

Y de esa manera, Valeria sonreía al darse cuenta que había logrado su cometido.

Injustamente la iban a encerrar como si se tratara de una persona que había perdido completamente la razón cuando la única loca era su suegra y su esposo.

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