Las farolas de la larga avenida es lo único que ilumina la oscura ciudad, mientras Cole conduce de forma calmada y Dexter cuenta la pasta que hemos conseguido en el burdel. Estoy tentado a mirar la agenda de la semana, pero el punzante dolor de cabeza que siento en ese momento me retiene. Opto por seguir con ojos cerrados, disfrutando de la calma que se respira en el vehículo.
Mi mente divaga por la inconsciencia durante un momento. Parece que voy a quedarme dormido, pero sólo me quedo pensando en cómo era mi vida hace unos años, cuando mi padre aún era un hombre libre, en la mansión de tres pisos que el negocio de la droga había costeado. Añoro Los Ángeles más de lo que me gusta admitir, los días en los que me la pasaba disfrutando de fiesta en fiesta, malgastando el dinero de mi padre, sin hacer otra cosa más que perder el tiempo, mientras él seguía dedicándose a lo que mejor se le daba, y vender barcos de lujo, no lo era en lo absoluto. Tan sólo una tapadera para blanquear dinero, nada más.
Escucho las risas de Rosa mientras la persigo por la piscina, con ganas de volver a tener sexo con ella, importándome bien poco que sea una mujer casada y que su esposo sea un tipo importante en la ciudad.
Coches de lujo, grandes mansiones, caprichos de los que nunca me cansaba, dinero que parecía llover del cielo, drogas, prostitutas, alcohol y muchas fiestas. Eso era a lo que estaba acostumbrado.
Escucho la puerta de la entrada y le hago una señal a la rubia con grandes pechos que tengo delante de mí, para que guarde silencio. Puedo saber lo que va a ocurrir incluso antes de que lo haga, y no es sólo porque he pensado en ello mil veces desde que ocurrió. Cuando quiero darme cuenta el FBI está por toda la casa, pisando las petunias de mamá, que va a enfadarse mucho cuando vuelva de su crucero por el Caribe. También están en el interior, irrumpiendo en el despacho de papá, sin hallarlo, pues tenía una importante reunión de negocios en el club de golf ese día. Asimismo, llegan hasta nosotros, la muchacha en ropa interior que perseguía hacía un momento, se puso a chillar, histérica, y yo levanto las manos, sin oponerme a la justicia, pues sé que eso sólo dificultará las cosas.
Siempre me he jactado por ser una persona tranquila, nada suele alterarme, quizás es por eso por lo que soy tan bueno en este tipo de trabajos. No hay nada que me preocupe, nada que puedan usar en mi contra.
Por supuesto, aunque papá no estaba en la casa, fue detenido. ¿La razón? Habían recibido un soplo de que guardaba el último cargamento de polvo blanco en el garaje. Por supuesto, ese maldito soplón fue exterminado. Me encargué yo mismo.
Tener que hablar con mi padre a través de un cristal es duro, pero me estaba asegurando de que su estancia en la cárcel sea como unas vacaciones. Aprendí del mejor, diré en mi defensa. Y él está orgulloso del hombre en el que me he convertido. Mamá ha vuelto a Medellín y le mando dinero todas las semanas.
El auto se detiene frente a un antro de perversión, un bar de moteros que sigo frecuentando cada semana. El dueño es un tipo al que tengo gran estima, con el que hago negocios, además de ofrecerle protección. Me deja guardar la mercancía en su almacén y sirve el mejor Whisky de la ciudad, exportado directamente desde Escocia.
Su nombre es Chuck Evans. Un pobre desgraciado que perdió a su mujer en el parto de su única hija y a esta a causa de su afán por las tragaperras y los juegos de azar. Me ha pedido dinero en un par de ocasiones, lo perdió todo, y tuve que pedir la mitad del bar como aval. En este momento, se puede decir que ese lugar ya es más mío que suyo, pero dado que el tipo me cae bien, hago la vista gorda.
Saludo a varios clientes asiduos y me establezco en la misma mesa de siempre. Echo una leve ojeada al lugar, mientras Chuck sale el mismo de la barra y me sirve el mismo trago de siempre. Lo levanto en alto, a su salud, y me lo bebo de un solo trago.
Entonces ... es ahí cuando me quedo mirando hacia algo que llama mi atención. Se trata de una mujer con largas piernas, con un vestido rojo que resalta bien sus atributos, el cabello aleonado, de espaldas a los clientes, bebiendo un trago en la barra.
- ¿Tenemos nueva mercancía, Evans? – sugiero, sin poder quitar los ojos de esas curvas. ¡Dios! Ni siquiera la visita al burdel de hacía unas horas puede disimular las ganas que tengo de calzarme a esa hermosura.
- ¡Oh, no, señor Toro, es mi hija! – Sonrío, divertido, porque se me está ocurriendo una idea genial para cobrarme la deuda que ese tipo tiene conmigo. Me lamo los labios, divertido, dejo el vaso sobre la mesa y camino hacia la barra, mientras la multitud me abre el paso – Señor Toro... - me llama justo detrás, intentando detenerme, pero sus intentos son en vano, pues acabo de elegir nueva víctima.
- Hola, encanto – le digo al llegar hasta ella, apoyándome en la barra, dejando que esa hermosa joven de cabello castaño y ojos verdes se gire a mirarme. Una sonrisa de oreja a oreja es lo que dibujo en mi cara al verla de frente. Es incluso más atractiva de lo que me había parecido. Voy a pasarla muy bien con ella. – no creo haberte visto nunca por aquí, ¿me dejas invitarte a una copa?
- No, gracias, estoy servida – contesta, volviendo a prestar atención a su vaso, removiéndolo con la cañita, algo pensativa. Ni siquiera me inmuto, me lamo los labios y me preparo par aun segundo asalto.
- No nos han presentado...
- No hay necesidad – Luce molesta. Se gira para encararme, deja su baso en la barra y me mira de arriba abajo. Niega con la cabeza, descontenta con lo que está intuyendo con sólo una mirada y entonces sonríe forzosamente con aires de superioridad – debes ser ese capullo prepotente que tiene como pasatiempo extorsionar...
- ¡Victoria, ya basta! – interviene su padre. Sonrío, sin estar ni un poquito afectado por su atrevimiento. Que sea una gata salvaje sólo me gusta más.
- Veo que mi reputación me precede – ensancho la sonrisa, al igual que ella. Me mantiene la mirada con fiereza. Es valiente, quizás demasiado.
- ¿Esa pose de mafioso capullo te funciona alguna vez? – su padre se asusta en seguida, pues sabe sobre mis orígenes y eso me ha dado cierta ventaja en ese mundillo. Esa chiquilla está metiéndose con el tipo equivocado. Rompo a reír disipando el extraño ambiente tenso que se ha formado a nuestro alrededor. Acabo de aceptar un nuevo reto, me gusta demasiado que se haga la difícil, eso sólo me hará desearlo con más ganas.
- Te sorprendería saber la de veces que funciona – contesto. Se muerde el labio, divertida, bajando la mirada un momento. Cuando vuelve a mirarme me doy cuenta de que está lista para un nuevo asalto.
- No me van demasiado los chicos malos.
- Prefieres a los aburridos.
- Prefiero la seguridad – me corrige. La estudio con la mirada, de la misma forma en la que ella lo ha hecho tan sólo un momento antes. No parece ser de las que se conforman con cualquier hombre. Es de esas que necesitan a un tipo dominante que sepa manejarlas.
- No me lo creo, cada poro de tu cuerpo pide a gritos una aventura – rompe a reír y me sorprende lo preciosa que es su risa. Todas las miradas están puestas sobre nosotros y eso me molesta en exceso, pues no me gusta que los demás me vean como un tipo normal, prefiero desatar el miedo y el respeto. Ladeo la cabeza para mirar hacia Dexter y le hago una señal para que se acerque – Nos vamos, tenemos negocios que atender – Miro a Chuck que luce algo pálido con todo aquello – ha sido un placer, Victoria.
- No puedo decir lo mismo – escucho que dice mientras yo me alejo.
VictoriaTodo comenzó una soleada tarde de diciembre, al bajar del autobús que me devolvía a la ciudad de Denver, Colorado, ese hermoso lugar que me vio nacer hacía ya veinticinco años, rodeado por frondosas cordilleras y espesos bosques silenciosos.Después de haberme ganado la vida como cantante en las Vegas, volvía a casa, tras haber perdido el trabajo. La culpa fue de Janet, una mala amiga que me traicionó y se quedó con el puesto. No volvería a confiar en cualquiera, eso lo tenía muy claro.Mi padre tenía un bar de moteros a las afueras. Mi relación con él no era buena, no después de que gastase todo nuestro dinero en el juego, incluso el que había ahorrado para la universidad. Así fue como me marché de casa, con tan sólo dieciocho años y decidí probar suerte en Las Vegas, como cantante. Me fue bien, a pesar de que fue un camino duro. Tenía un don para cantar, eso opinaba la mayoría, aunque mi verdadera vocación siempre fue el dibujo artístico.Mi madre murió al darme a luz, así
VictoriaEstaba disgustada, muy disgustada, no sólo por la actitud de mi padre ante ese capullo, no... sobre todo era esa mirada sucia que me había profesado, como si yo sólo fuese un objeto, de su propiedad.Era incluso más horrible de lo que Annie había asegurado, los tatuajes sobresalían por su camiseta, llegaban hasta el cuello, también los tenía en las manos, y ni siquiera quería averiguar lo que eran. Su rostro tampoco era agradable, podía ver la maldad y el crimen en él. Su cabello estaba rapado, tenía tan poco pelo que ni siquiera tendría que peinarse en las mañanas, y esos aires de prepotencia que lo rodeaban me gustaban incluso menos.- ¿Cómo puedes haber hecho negocios con un tipo tan peligroso como él? – me quejé hacia papá, sorprendiendo a la clientela que me conocía, pues yo solía ser bastante correcta en el negocio. Pero en ese momento no podía, ver a ese tipo me había hecho recordar sucesos que ocurrieron en el pasado, cuando un tipo chileno se propasó conmigo, incluso
JasperIba a conseguir a esa mujer, soy bastante cabezota cuando me propongo algo y no me detengo hasta haberlo conseguido. Esa mujer iba a ser mía.Tuve un día agotador, recolectar el dinero en los distintos comercios que protegía era aburrido, y pensar en esa zorra sólo agriaba más mi humor. Terminé en el burdel de siempre, hice un trío interesante, con una mulata y una pelirroja, saciándome a más no poder, y cuando salí del lugar estaba listo para enfrentarme a todo.Sonreí en cuanto entré en el bar de Chuck y la vi a ella en la barra, sirviendo tragos. Eso me divirtió demasiado, y en vez de dirigirme a mi mesa de siempre me senté en la barra, frente a ella. Fue su padre el que me sirvió, porque ella me ignoró.- Debe perdonar a mi hija – suplicó Chuck – ha salido a su madre...- No te mentiré, Chucky – era así como solía llamarle – tu hija tiene algo que deseo – tragó saliva, al darse cuenta de lo que eso significaba. Nunca he sido de los que se andan por las ramas – si me das una
Victoria.Quizás me había equivocado, quizás debería haber cedido a los chantajes de ese capullo...Eso era lo que pasaba por mi cabeza en aquellos días, mientras adornábamos el bar con motivos navideños. La tensión se respiraba en el ambiente y papá estaba preocupado, aunque fingiese que no... temía que Mcland pudiese venir a recuperar lo que era suyo.Pero la culpa era toda suya... ¿cómo se le había ocurrido hacer tratos con gente tan peligrosa?Almorzaba en la cafetería de Jessica, una mujer que había sufrido mucho en la vida, después de que asesinasen a sangre fría a su esposo, se refugió en aquel barrio dónde la hicimos sentir uno más. Aquel lugar podía ser muchas cosas, pero los que vivíamos allí no éramos racistas, no éramos de juzgar a las personas por su nacionalidad.- Estás muy callada hoy – se percató Annie, mientras yo seguía removiendo mi sopa, sin probar bocado aún. Tenía demasiadas cosas en las que pensar – hay algo sobre lo que tengo curiosidad... - levanté la vista p
Jasper.Me follaba a María, una cubana con una boca que solía hacer maravillas, mi preferida de todo aquel burdel, le daba lo suyo, lo que todas querían de mí, en la habitación, con ella a cuatro patas, reventándola por dentro, dándole tan duro que parecía irreal.Me miré en el espejo mientras lo hacía, me ponía aún más duro verme de aquella forma dominante, completamente desnudo, lleno de tatuajes, mientras los sonidos ahogados de esa puta llenaban mis oídos.El teléfono comenzó a sonar en algún lugar de la habitación justo cuando llegaba al éxtasis. Me quité el condón y me preparé para contestar, mientras recuperaba el aliento.- Dime – no era otro que Cole, debía de ser algo importante, pues él mismo me había traído a aquel lugar.- Parece que nuestro amigo Mcland ha movido ficha – sonreí, eso eran buenas noticias, sólo tenía que esperar un poco más antes de que esa chica se me ofreciese voluntariamente. Sabía jugar bien mis cartas, era un manipulador nato por excelencia, había apr
Victoria.Carla y yo teníamos la misma edad, a pesar de que cuando éramos niñas no nos llevábamos demasiado bien, ella era demasiado tímida y yo soy de las que no se callan jamás. Quizás por eso nunca fuimos amigas.Así que... cuando su madre propuso que quedásemos un día a tomar algo, no estaba muy convencida, pero debo admitir que lo estaba pasando mejor de lo que esperaba.Hacía mucho tiempo que no salía a bailar, olvidarme de los problemas, saltar y cantar, reír durante horas, emborracharme. Echaba de menos todo eso.- Está tremendo – aseguraba ella, aunque en ese momento ni siquiera sabía de quién estaba hablando, éramos las más jóvenes de aquel local y la mayoría no nos quitaba ojo. Quizás se fijó en uno de los chicos malotes de la barra, quizás... - es una pena que sea tan capullo – miré hacia el punto en el que ella se fijaba y le vi. Era Jasper, lucía despreocupado, sentado junto a dos prostitutas, sin tan siquiera haberse dado cuenta de mi presencia. Eso era bueno, porque no
Toro.El nuevo cargamento de armas había llegado al almacén de Chuck. Tenía nuevo proveedor, y la mercancía parecía ser de primera calidad. Estaba tentado a probarla personalmente, pero en aquellos días tenía demasiadas cosas en las que pensar.Por una parte, estaba mamá, que dilapidaba la pasta a una velocidad que apenas me daba tiempo a mandarsela. Me estaba arruinando por su culpa, pero ... supongo que mi padre la tenía muy mal acostumbrada, además, aún intentaba llenar el vacío que Paloma dejó. Ese que no se llenaría jamás.Por otra parte, Mcland que tenía la mitad del bar, lo que me estaba causando demasiados prejuicios. Tenía que encontrar un nuevo lugar dónde esconder mis armas. Y eso me dejaba de lleno con el tercer problema en el que pensaba... El FBI que medía mis pasos en busca de cualquier error con el que acusarme para meterme en chirona.Con todo lo que tenía encima... no tenía tiempo para pensar en mujeres, pero... lo hacía. Pensaba en Victoria Evans con frecuencia.Dej
Victoria.Pasar la navidad junto a papá fue raro, pero me sentí en casa por primera vez en mucho tiempo, verle comer dulces típicos e ilusionarse con el árbol de navidad que compramos.Reía a carcajadas mientras cocinaba mi famoso pudín de manzana, con papá chupándome los dedos después de haberme pringado las manos con el mejunje. Era cómo un niño, mamá debió habérselo pasado pipa con él.Lo cierto, es que había mejorado, creo que quería demostrarme que de verdad podía cambiar. Lo estaba dando todo para que volviese a confiar en él, y me lo cre&