Jasper
Iba a conseguir a esa mujer, soy bastante cabezota cuando me propongo algo y no me detengo hasta haberlo conseguido. Esa mujer iba a ser mía.
Tuve un día agotador, recolectar el dinero en los distintos comercios que protegía era aburrido, y pensar en esa zorra sólo agriaba más mi humor. Terminé en el burdel de siempre, hice un trío interesante, con una mulata y una pelirroja, saciándome a más no poder, y cuando salí del lugar estaba listo para enfrentarme a todo.
Sonreí en cuanto entré en el bar de Chuck y la vi a ella en la barra, sirviendo tragos. Eso me divirtió demasiado, y en vez de dirigirme a mi mesa de siempre me senté en la barra, frente a ella. Fue su padre el que me sirvió, porque ella me ignoró.
- Debe perdonar a mi hija – suplicó Chuck – ha salido a su madre...
- No te mentiré, Chucky – era así como solía llamarle – tu hija tiene algo que deseo – tragó saliva, al darse cuenta de lo que eso significaba. Nunca he sido de los que se andan por las ramas – si me das una noche con ella me olvidaré de la deuda que tienes conmigo.
- Mi hija no es una puta – fue lo que dijo. Era una buena respuesta. Tampoco esperaba que él aceptase, así como así.
- He oído que hiciste negocios con Mcland – volvió a tragar duro, dándose cuenta de que lo había pillado. Estaba dispuesto a usar cualquier baza para conseguir lo que ansiaba – Lo entiendo, necesitabas conseguir la pasta para tus vicios. Pero mi lealtad no es algo que pueda comprarse con dinero. ¿Qué fue lo que te pidió esa sucia rata a cambio de la pasta, Chucky?
- La otra mitad del bar – ensanché la sonrisa, al darme cuenta de lo que eso significaba.
- Así que... ahora mismo estás trabajando en el bar de otras personas – bajó la mirada, avergonzado - ¿Sabes qué ocurre, Chucky? Le has cedido parte del negocio dónde escondo mis armas a un tipo que no le gusta compartir – él entendió mi punto de verlo en seguida – no me extrañaría que viniese una noche a recuperar su activo, porque te aseguro una cosa, Chucky... la buena fe no es algo que caracterice a Jacob Mcland. ¿Acaso crees que él te dejará quedarte a trabajar en un bar que no te pertenece? No es como yo, ni por asomo. Él no dudará en ponerte de patitas en la calle, de tu propia casa o negocio. Así que ... ¿no deberías pagar tu deuda con la única persona que puede salvarte el pellejo en este momento?
- Victoria – la llamó él, mientras yo sonreía. Parecía que había dado con la tecla de conseguir a esa zorra. Sonreí al verla cada vez más molesta con lo que su padre le decía entre cuchicheos, hasta el punto en el que abrió la boca, horrorizada, y negó una y otra vez, sin poder aceptar las decisiones de su padre.
- ¡No soy una puta! – espetó, quitándose el delantal, indicándole a su padre que iba a marcharse - ¡No voy a pasar una noche con ese degenerado asqueroso! – sonreí, divertido, terminando de tomarme el trago, para luego seguirla. Subí las escaleras hasta la planta de arriba, y la detuve antes de que hubiese subido a su habitación, cerca de los baños de hombres – Eres un hijo de puta – sonreí. Esa fierecilla salvaje... tan sólo quería domarla, enseñarle modales y volverla mansa como una potrilla.
- Tu padre está en peligro – le dije, haciéndome el inocente. Me estudió con la mirada, mientras yo acortaba distancias entre ambos – ni siquiera sabe dónde se ha metido, pedirme dinero a mí es una cosa, pedírselo a Mcland... es un suicidio – tragó saliva, empezando a entender la gravedad de la situación – lo protegeré y me olvidaré de la deuda que tiene conmigo si accedes – Levantó la vista para observarme, tremendamente desubicada, sin saber qué decir.
- Lo que quieres de mí... - acaricié su mejilla, alterándola. Yo me mantuve en silencio, impasible - ... ¿es sexo?
- Sumisión – contesté. Me miró, sin comprender – harás lo que yo te diga que hagas, y tendré tu voluntad durante toda la noche – tragó saliva, sin saber qué decir.
- ¿Y si decido que no?
- Es tu decisión, por supuesto – me acerqué lo suficiente para intimidarla, mirando hacia esos perfectos labios rosados que me moría por besar.
- Todo esto... no me lo creo – la miré, sin comprender – estoy segura de que te estás tirando un farol – rompí a reír, porque todo aquello me parecía de risa.
- ¿Estás dispuesta a arriesgar la vida de tu padre para proteger tu integridad, Victoria?
- Voy a arriesgarme, Jasper – sonreí, porque me encantaba que me llamase por mi nombre.
Victoria.Quizás me había equivocado, quizás debería haber cedido a los chantajes de ese capullo...Eso era lo que pasaba por mi cabeza en aquellos días, mientras adornábamos el bar con motivos navideños. La tensión se respiraba en el ambiente y papá estaba preocupado, aunque fingiese que no... temía que Mcland pudiese venir a recuperar lo que era suyo.Pero la culpa era toda suya... ¿cómo se le había ocurrido hacer tratos con gente tan peligrosa?Almorzaba en la cafetería de Jessica, una mujer que había sufrido mucho en la vida, después de que asesinasen a sangre fría a su esposo, se refugió en aquel barrio dónde la hicimos sentir uno más. Aquel lugar podía ser muchas cosas, pero los que vivíamos allí no éramos racistas, no éramos de juzgar a las personas por su nacionalidad.- Estás muy callada hoy – se percató Annie, mientras yo seguía removiendo mi sopa, sin probar bocado aún. Tenía demasiadas cosas en las que pensar – hay algo sobre lo que tengo curiosidad... - levanté la vista p
Jasper.Me follaba a María, una cubana con una boca que solía hacer maravillas, mi preferida de todo aquel burdel, le daba lo suyo, lo que todas querían de mí, en la habitación, con ella a cuatro patas, reventándola por dentro, dándole tan duro que parecía irreal.Me miré en el espejo mientras lo hacía, me ponía aún más duro verme de aquella forma dominante, completamente desnudo, lleno de tatuajes, mientras los sonidos ahogados de esa puta llenaban mis oídos.El teléfono comenzó a sonar en algún lugar de la habitación justo cuando llegaba al éxtasis. Me quité el condón y me preparé para contestar, mientras recuperaba el aliento.- Dime – no era otro que Cole, debía de ser algo importante, pues él mismo me había traído a aquel lugar.- Parece que nuestro amigo Mcland ha movido ficha – sonreí, eso eran buenas noticias, sólo tenía que esperar un poco más antes de que esa chica se me ofreciese voluntariamente. Sabía jugar bien mis cartas, era un manipulador nato por excelencia, había apr
Victoria.Carla y yo teníamos la misma edad, a pesar de que cuando éramos niñas no nos llevábamos demasiado bien, ella era demasiado tímida y yo soy de las que no se callan jamás. Quizás por eso nunca fuimos amigas.Así que... cuando su madre propuso que quedásemos un día a tomar algo, no estaba muy convencida, pero debo admitir que lo estaba pasando mejor de lo que esperaba.Hacía mucho tiempo que no salía a bailar, olvidarme de los problemas, saltar y cantar, reír durante horas, emborracharme. Echaba de menos todo eso.- Está tremendo – aseguraba ella, aunque en ese momento ni siquiera sabía de quién estaba hablando, éramos las más jóvenes de aquel local y la mayoría no nos quitaba ojo. Quizás se fijó en uno de los chicos malotes de la barra, quizás... - es una pena que sea tan capullo – miré hacia el punto en el que ella se fijaba y le vi. Era Jasper, lucía despreocupado, sentado junto a dos prostitutas, sin tan siquiera haberse dado cuenta de mi presencia. Eso era bueno, porque no
Toro.El nuevo cargamento de armas había llegado al almacén de Chuck. Tenía nuevo proveedor, y la mercancía parecía ser de primera calidad. Estaba tentado a probarla personalmente, pero en aquellos días tenía demasiadas cosas en las que pensar.Por una parte, estaba mamá, que dilapidaba la pasta a una velocidad que apenas me daba tiempo a mandarsela. Me estaba arruinando por su culpa, pero ... supongo que mi padre la tenía muy mal acostumbrada, además, aún intentaba llenar el vacío que Paloma dejó. Ese que no se llenaría jamás.Por otra parte, Mcland que tenía la mitad del bar, lo que me estaba causando demasiados prejuicios. Tenía que encontrar un nuevo lugar dónde esconder mis armas. Y eso me dejaba de lleno con el tercer problema en el que pensaba... El FBI que medía mis pasos en busca de cualquier error con el que acusarme para meterme en chirona.Con todo lo que tenía encima... no tenía tiempo para pensar en mujeres, pero... lo hacía. Pensaba en Victoria Evans con frecuencia.Dej
Victoria.Pasar la navidad junto a papá fue raro, pero me sentí en casa por primera vez en mucho tiempo, verle comer dulces típicos e ilusionarse con el árbol de navidad que compramos.Reía a carcajadas mientras cocinaba mi famoso pudín de manzana, con papá chupándome los dedos después de haberme pringado las manos con el mejunje. Era cómo un niño, mamá debió habérselo pasado pipa con él.Lo cierto, es que había mejorado, creo que quería demostrarme que de verdad podía cambiar. Lo estaba dando todo para que volviese a confiar en él, y me lo cre&
Toro.No quería pensar en Victoria, en cómo me trató con esa lejanía en el bar de su padre, la noche anterior. Tenía cosas más importantes en las que cómo en el viaje repentino de mamá a Estados Unidos y en la negativa de papá con que me reuniese con él en la cárcel. Parecía que ambos habían seguido adelante con sus vidas, yo era el único anclado en el pasado, velando por los intereses de ambos, sin centrarme en vivir por mí mismo, reuniendo dinero para seguir manteniéndolo a salvo en ese lugar. Comprar a funcionarios de prisiones para que un preso llevase una buena vida, no es cualquier cosa. Pero... se me daba bien, había aprendido del mejor: mi abuelo (del que ya os
Victoria.No debería estar pensando en hacer algo tan atroz, entregar mi cuerpo a un capullo para salvar a mi familia de un destino en el que mi propio padre se había metido él solito... ¿por qué demonios era tan idiota? ¿por qué no podía largarme y dejar que otros arreglasen sus propios errores? ¿por qué tenía que sentirme atraída por las desgracias ajenas e intentar salvar la situación? Yo no era una heroína, aunque lo parecía.Llevaba una falda oscura de flores rojas y una camiseta negra de tirantas, medias claras y unas plataformas, porque andar con tacones siempre se me ha dado de pena. El cabello lo llevaba aleonado, y un
Jasper.Su olor, su caliente olor me volvía loco... ¡Joder! Escucharla gemir de forma descontrolada, importándole bien poco que nos escuchasen en el exterior, a pesar de ser imposible, la música estaba muy alta, y la forma majestuosa en la que su cuerpo temblaba con cada uno de mis toques... Me fascinaba.Su respiración rozaba lo imposible, mientras yo levantaba la cabeza para observarla, había sido el mejor orgasmo de su vida, de eso estaba seguro.Tiró del cinturón de mi pantalón, esa mujer atrevida que me había reventado la camisa tan sólo unos minutos antes, y empezó a desabrocharlo, ten&ia