Guerrero Supremo en la Frontera
Guerrero Supremo en la Frontera
Por: Forever
Capítulo 1
El sol poniente tiñó el cielo de rojo y la arena amarilla arrolló la tierra. En el límite occidental de la frontera, a más de cien kilómetros de distancia del límite del país enemigo. Una impactante batalla que había durado tres meses terminaría. El campo de batalla era como un infierno, con miembros rotos y cadáveres por todas partes, y la sangre tiñendo de rojo la mitad del cielo.

Un joven, vestido en la túnica sencilla, sosteniendo una espada llamada Sombra de sangre, estaba sentado en el suelo, y no muy lejos de él había un cadáver sin cabeza. El joven se llamaba Juan López, el Comandante Supremo del Ejército de Sombra de Sangre, ¡el Rey de Frontera Occidental! Y el cadáver sin cabeza era del comandante del ejército enemigo, ¡el Dios Demoníaco de la Guerra!

En este momento, se oyó un ruido. Poco después, cinco figuras aparecieron rápido desde cinco direcciones diferentes en un parpadeo y se arrodillaron sobre una pierna ante el joven.

Los cinco hombres, vestidos en uniformes militares, parecían rectos, con un aura imponente y sofocante.

—Comandante, ¡acabamos con todas las élites enemigas! —El hombre que iba a la cabeza habló con respeto. Se llamaba Julio Romero, vice general de Juan.

Otras cuatro personas eran los líderes de las cuatro legiones principales del Ejército de Sombra de Sangre. Sus apodos correspondientes eran Zorro, Tigre, Águila y Hiena.

—¡Levantaos, descansad y reorganizaos un poco, luego volvamos a la capital! —Juan los mandó, luego encendió un cigarrillo y le dio una calada.

—¡Gracias, comandante! —Al decirlo, los cinco se levantaron al mismo tiempo.

Justo en ese momento, sonó una alerta de mensaje en el móvil, entonces Juan sacó el móvil y lo revisó. Eran dos mensajes de voz.

Anna: «Papá, tú... por qué no me haces caso, yo... soy Anna... Te he enviado tantos mensajes... tú... ¿Por qué no me respondes?»

Anna: «Yo... estoy tan asustada, he sido encerrada por las personas malas... no puedo encontrar a mi mamá...»

Los mensajes de voz eran enviadas por una niña, en las cuales se podía notar que ahora estaba en extremo pánico.

Juan le respondió después de regular sus emociones.

Juan: «Niña, enviaste el mensaje equivocado, no soy tu padre, ¿te encontraste con las personas malas?»

Este número ya le había enviado dos mensajes similares anoche. Sin embargo, él había estado en medio de un baño de sangre, pues no tenía tiempo para responder este mensaje equivocado.

De repente, se oyó la alerta de mensaje de nuevo. La niña envió otro mensaje en el que se echó a llorar.

Anna: «Papá mintió, mamá dijo... este número es tuyo. ¿Acaso no soy encantadora? ¿Así que papá no quiere a hacerme caso?»

«Estoy muy asustada, he oído hablar a las personas malas que después de hoy no volveré a ver a papá y mamá... estoy muy asustada...»

«Papá aún no sabe cómo soy, cierto, yo... tomé una foto en mi cumpleaños el mes pasado, inmediatamente se la enviaré a papá, papá debe recordar mi apariencia...

Tras el mensaje de voz, envió una foto en la que se veía a una niña pequeña encantadora y delicada. Era de cuatro o cinco años, con un par de ojos grandes como si pudieran hablar, y un par de hoyuelos especialmente bonitos.

Después de ver esta foto, Juan no podía contener la indignación tan monstruosa que intentaba matar a los secuestradores enseguida.

En ese momento, parecía que la temperatura del aire circundante alcanzó instantáneamente el punto de congelación, y todo el vacío era tan sofocante como las nubes negras.

Los cinco jóvenes de al lado no pudieron evitar estremecerse, muy horrorizados porque luego de seguir al comandante durante tanto tiempo, nunca antes habían sentido visto semejante mirada asesina suya.

—Comandante, ¿qué ha pasado? —Julio le preguntó después de respirar profundamente.

Sin embargo, Juan no le respondió y cogió su teléfono móvil para marcar el número de la niña, pero nadie contestó. De mal grado, Juan volvió a marcar, pero la situación siguió igual.

—Julio, no me importan los métodos que empleas, ¡quiero llegar al Estado de Este inmediatamente! —Juan se volvió hacia Julio y rugió en voz profunda, con la mirada homicida.

—¡Como ordenes! —Sin tonterías, Julio sacó su teléfono móvil y marcó.

—¡Hiena, recurre a todos tus recursos para hacer que alguien localice inmediatamente este número de teléfono móvil! —Luego de ordenar, Juan les informó del número de móvil de la niña mirándolos.

—¡Sí! —Las cuatro personas se levantaron y le saludaron con la mano, luego se pusieron a trabajar apresuradamente.

Cinco minutos después, un todoterreno salió disparado hacia la línea fronteriza a una velocidad vertiginosa.

—Comandante, ¿qué está pasando? —En el coche, Julio preguntó a Juan, sentado en el asiento del copiloto, con la mirada asesina.

—¡Realmente es mi hija! —Juan dijo en voz muy fría y penetrante, con los ojos escarlata.

Mientras hablaba, los acontecimientos pasados le vinieron a su mente poco a poco. Llevaba una vida dura. Abandonó su hogar a una edad temprana, se extravió en el Estado de Este y fue adoptado por el cabeza de la familia Fernández. Una noche de hace cinco años, la familia de su padre adoptivo fue exterminada, y él tuvo suerte de escapar con varias cuchilladas en el cuerpo, y fue salvado por Lorena Pérez, la hija mayor de la familia Pérez.

Poco después de que Lorena lo llevara a un hotel, se desmayó debido al agotamiento físico. Lorena le compró medicinas para curar sus heridas. Y no fue hasta dos días después, por la noche, cuando recuperó un poco el sentido. Cuando despertó, abrazó a Lorena, llorando desconsolado como un niño por la ira y tristeza. Por compasión, Lorena se dejó abrazar por él con fuerza, sabiendo que Juan necesitaba desahogar sus sentimientos de alguna manera.

En aquel momento, Juan estaba medio inconsciente, medio despierto, pues no recordaba nada de lo ocurrido después. Cuando despertó al día siguiente, Lorena ya se había marchado, dejando tras de sí una nota donde le decía que la persona que mató a su padre adoptivo probablemente encontraría pronto este lugar, que abandonara el Estado de Este lo antes posible y que no volviera. También le contó que le había quitado el colgante de jade de dragón como un recuerdo.

Al principio pensaba que Lorena era sólo una salvadora que había conocido en su vida, y juraba en su corazón que si tenía la oportunidad en el futuro, debería devolverle el favor. Sin embargo, cuando vio el colgante de jade que la niña tenía en la mano, lo comprendió todo.

Hacía cinco años, aquella noche, le había hecho algo imperdonable, no sólo había hecho daño a Lorena, sino que también la había dejado embarazada.

Lo que le hacía sentir aún más remordimiento era que su propia hija le había estado pidiendo ayuda desde ayer, ¡pero él había pensado que había enviado el mensaje equivocado!

Cuando pensaba en la voz de su hija llena de desesperación, le dolía mucho el corazón. Estaba atormentado sin cesar por el dolor, con ganas de abofetearse unas cuantas veces porque no era un buen marido, ni mucho menos un buen padre. Sus títulos tales como Rey de Frontera Occidental, Cabeza de la Secta de Sombra eran mierda. Ni siquiera podía proteger a su propia hija, ¡no era digno de ser padre!

—¡Comandante, los cinco le pedimos que también vayamos al Estado del Este!

Media hora más tarde, otro todoterreno se abalanzó a un aeropuerto regulado. Julio gritó hacia Juan con los cuatro principales generales, porque en el camino, también se habían enterado de este asunto, y todos tenían la misma intención asesina. No creían que alguien se atreviera a secuestrar a la hija de su comandante, ¿acaso quería ir al infierno?

—Julio me acompañará, vosotros cuatro os quedaréis en la frontera occidental para encargaros de las secuelas, si desobedecéis, os condenaré de acuerdo con la ley militar.

Después de decirlo con voz profunda, se dio la vuelta y entró corriendo en el avión, Julio le siguió de cerca. Dos minutos después, un avión de guerra despegó disparado hacia el cielo, atravesando el cielo como un rayo directamente hacia el Estado de Este.
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