Capítulo 5
—Señorita Pérez, ¿adónde vas? —En el pasillo, Julio, que acababa de tratar a Manolo, vio a Lorena y le gritó.

Sin embargo, Lorena le ignoró y desapareció en la escalera en un santiamén.

—¡Detén a Lorena! —Juan gritó después de salir corriendo de la habitación. Después de escuchar lo que había dicho Lorena hace poco, vagamente sintió que probablemente la había malinterpretado.

—¡Entendido! —Al contestar, Julio se dio la vuelta y la persiguió. Aún no corrió muy lejos, sonó el teléfono. Entonces cogió su móvil y contestó corriendo.

—¿En serio? —Al momento siguiente, Julio preguntó y se detuvo en seco.

No se sabía qué seguía diciendo la persona en la llamada, en este momento Julio frunció el ceño y dijo: —Iremos enseguida.

—¿Qué pasa? —Juan se había puesto de pie delante de él por ahora y le preguntó.

—Hemos encontrado a las cuatro personas que se llevaron a Anna. —Julio colgó el teléfono y habló con voz grave—, pero ya están muertos.

—¿Cómo? —Juan frunció el ceño, echó un vistazo hacia la dirección donde desapareció Lorena, hizo una pausa y habló—, ¡vamos a ver primero!

Ahora, para Juan, salvar a Anna era más importante que cualquier otra cosa.

Tres minutos después, Julio pisó el acelerador y el coche salió disparado.

—Comandante, a lo mejor has malinterpretado a la señorita Pérez. —Julio abrió la boca mientras conducía—, interrogué al señorito de la familia Rodríguez, la señorita Pérez vino a por él hoy para rogarle que le ayudara a encontrar a Anna. Según su descripción, ella tampoco sabe quién se llevó a Anna. Después del incidente, la señorita Pérez estaba a punto de volverse loca y pidió ayuda por todas partes, pero ninguna de las personas que eran capaces de ayudarla querían echarle la mano. También ella llamó a la policía, pero hasta ahora no hay pistas ni avances. Desesperada, no tuvo otro remedio que acudir a Manolo. Él puso una condición de que puede ayudar a encontrar a Anna, pero la señorita Pérez ella... De todos modos ella fue forzada, para que encuentre a la niña, no le queda otro remedio.

—¡Ya veo! —Juan asintió con la cabeza ligeramente, con los ojos encarnizados. La culpa en su corazón llenó cada célula de su cuerpo como una inundación, pues no podía evitar temblar ligeramente. Ahora realmente se creía un bastardo. En el momento en que Lorena estaba más dolorida e indefensa, no sólo no la consoló suevamente, sino que también sospechó de ella de esa manera, verdaderamente no era digno de ser un hombre.

De repente, abrió la boca y escupió una gran bocanada de sangre mientras respiraba desordenadamente al mismo tiempo.

—¡Comandante! —Julio gritó inmediatamente—, ¿estás bien? ¡No te sientas demasiado culpable! Cuídate bien. Tienes viejas heridas. Por la ansiedad, seguro que tus heridas se agravarán.

Como vice general de Juan, tenía muy claro el estado de las heridas en su cuerpo. Hacía dos años, en la batalla donde Juan luchaba contra los principales generales de los otros diez países, aunque finalmente logró vencerlos, él mismo también estaba gravemente herida frente a ellos. Se lesionó en sus órganos importantes, por lo que su fuerza se disminuyó drásticamente.

Aunque, las habilidades médicas de Juan eran muy excelentes, pero como un refrán dijo, los médicos no podían curarse a sí mismos, además estaba herida muy gravemente, por lo que era imposible que se curara en un corto período de tiempo, y simplemente podía recuperarse lentamente con el tiempo.

—Estoy bien —Juan contestó levantando la mano y limpiando la sangre y ordenó—, ¡más rápido!

—Bueno. —Julio volvió a abrir la boca después de acelerar—, ¡comandante! No te preocupes, Anna estará bien.

No obstante, Juan no le respondió, mirando fijamente hacia delante, envuelto por la intención asesina.

Cuarenta minutos después, Julio aparcó su coche en un punto de reciclaje de chatarra. Los dos miraron a su alrededor y vieron que no muy lejos, entre cuarenta y cincuenta personas rodearon un coche, discutiendo algo.

—Hola, ¿me pregunto cuál es el oficial Romero? —Al ver a los dos bajar del vehículo, el agente de policía uniformado de unos cincuenta años que encabezaba el grupo se les acercó rápidamente y les saludó con un tono extremadamente respetuoso.

—¡Yo soy! —Respondió Julio con voz grave.

Al escucharlo, el hombre levantó la cabeza, irguió el pecho y lo saludó con una figura erguida: —Me llamo Alonso Moreno, del Departamento de Policía de la Ciudad Nube, saludo al oficial Romero, ¡por favor, dé instrucciones!

Hacía una hora, Alonso estaba presidiendo una reunión especial en la oficina. Justo a mitad de la reunión, sonó el teléfono, y cuando lo cogió, era una llamada entrante de su jefe superior. Luego de descolgar, no pudo evitar estremecerse y no dejó de sudar, muy aterrorizado. Tenía el presentimiento de que en la Ciudad Nube se produciría un reino del terror.

Su jefe superior le había informado por teléfono de que la hija de un gran personaje del Ejército de Sombra de Sangre había sido secuestrado y que todo eso había ocurrido en la Ciudad Nube.

Como jefe del Departamento de Policía de esta ciudad, ¡sabía naturalmente lo que significaba el Ejército de Sombra de Sangre! Se trataba de una legión inflexible creada personalmente por el legendario Rey de Frontera Occidental, el Comandante López. Desde su fundación hasta ahora, había experimentado cientos de batallas, pero nunca había sido derrotado, lo cual imponía a todos los países enemigos.

Sin embargo, ahora alguien había capturado a la hija de una persona importante de esta legión. De hecho, era muy aterrador.

—¿Qué tal ha sido la situación actual? —Julio preguntó a Alonso mientras caminaba hacia el coche con Juan.

—Los cuatro matones fueron degollados con un solo cuchillo, sin dejar pistas útiles en la escena. —Alonso respondió después de respirar hondo. Mientras hablaba, miró inconscientemente a Juan. Aunque él no dijo nada, sintió que tenía un aura monárquica, la cual le abrumaba. Nunca había experimentado este sentimiento antes, que causó una oleada de conmoción en su corazón, entonces ya adivinaba la identidad de Juan. Esta persona, en gran medida, era esa figura legendaria, el Rey de Frontera Occidental y el Comandante López.

Esta sospecha hizo que se aterrorizara aún más, porque no pensaba que en realidad era la hija del Comandante López a la que había pasado algo. ¡Esto era realmente un problema grave! Tenía muchas ganas de atrapar a los delincuentes cuanto antes y condenarlos a muerte uno por uno. ¡Realmente eran muy arrogantes!

Poco después, los tres llegaron al lado coche. Juan se agachó y subirlo. Vio que cuatro hombres estaban sentados paralizados, la garganta de cada uno estaba cortada con un tajo sangriento, y la parte superior de sus cuerpos estaban empapados en sangre. Cuando vio el zapato de niño abandonado en el asiento trasero, se notó una monstruosa intención asesina en él, envolviendo instantáneamente el vacío. Todos los policías uniformados, incluido Alonso, se estremecieron simultáneamente y tenían una sensación de asfixia como si una montaña les abrumara.

—Oficial Romero, ¿puedo preguntar si es él...? —Fuera del coche, Alonso miró hacia Julio y preguntó.

—¡No preguntes por lo que no debes saber! —Julio respondió en voz grave y continuó—, saber demasiado no te favorece.

—¡Entendido! —Al escucharlo, Alonso respondió seriamente.

—¡Investiga! —Juan salió del coche y ordenó fríamente—, averigua las identidades de estas cuatro personas tan rápido como puedas, averigua con quién han estado en contacto en los últimos días, y examínalos a todos. Cuando encontréis a alguien sospechoso, infórmame a la primera hora.

—¡Ya veo, señor! —Alonso accedió saludando con la mano.

—Te encargas personalmente de este asunto. —Juan dirigió la mirada a Alonso y le mandó de nuevo—, también informa a tu gente de que no deben relevar nuestras identidades absolutamente.

Al terminar de decirlo, se dio la vuelta y se dirigió hacia su coche mientras que Julio le siguió de cerca.

Una vez que emitió esta orden, todos los sistemas del Departamento de Policía de la Ciudad Nube empezaron a funcionar a gran velocidad, y toda la Ciudad Nube entró entonces en estado de toque de queda.
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